Se dice de ti…
Te podría haber conocido cuando te fuiste para siempre por esos mares de dios en el 2000. Pero nuestros andares no coincidieron, Celeste Aída del Forno. Caminarías seguramente por la calle Derqui al 365 donde viviste más de 50 años con Roberto Blanco, quien -fuera de su trabajo ingenieril- se divertía con la afición a la fotografía y el engorde de pavos para las fiestas navideñas, dicen.
Dicen que estabas en el vientre de tu madre cuando se inauguró el teatro Colón y escuchabas la ópera Aída, por lo cual recibiste este nombre y te signó con el oficio de concertista y profesora de piano. ¿Será qué haber nacido en Milán en 1908 definió tu vida andariega y ser profesora de idiomas?
Se dice de ti que habías viajado más allá de la frontera patria, cuando en 1926 te fuiste con "dos hombres profesionales" a recorrer el Cuzco. Se dice de ti que tu mirada inquieta te empujó a conocer otras realidades y volver siempre con recuerdos adosados a tu cuerpo, a tus valijas y sombrereras. Es lo que recuerdan de vos, tu coquetería, tu actualización, tus valijas y cuentos de viajes que relatabas más de una vez a tus dos hijos y nietos.
Y me pregunto qué te llevó a visitar la ciudad de San Juan bajo el calor arrasador de enero de 1944. Allí fuiste con 36 años, con tu amiga tucumana como vos, a pasar unos días a una ciudad que no te invito a volver. ¿Qué fuiste a buscar a San Juan, Aída? ¿Vino? ¿Historia? ¿Formas de vida? Dicen que saliste de lo que quedaba del hotel preguntando por la estación de trenes junto con tu amiga, tus bagajes y joyas, antes que colapsaran comunicaciones, hospitales, agua corriente, comestibles. Regresaste antes que te enteraras de que Roberto, tu reciente esposo, iba en sentido inverso en una simulada ambulancia. Saliste antes de recibir la ayuda del nuevo líder político, antes que Eva se consagrara para siempre – dicen también- en la historia de los argentinos y de la humanidad.
Dicen también que no se vieron, vos regresaste a Córdoba para contar cómo se te "vino el mundo abajo"; Roberto se quedó en ese macizo devastado de adobe, queriendo captar el olor a muerte con la crudeza aguda de su alma ingenieril. ¿Qué estructuras y cálculos quería doblegar? ¿Qué se desmoronaba en su ciencia tan exacta? Acababa de calcular y proyectar un segundo paredón para sostener las aguas del cuestionado e imbatible Dique San Roque y se encontró con una masa de humanidad hecha polvo. Pudo caminar entre llantos y gritos para buscar con su cámara una explicación a la teoría del caos.
En el 2006, por sus miradas - por sus 17 fotografías - fui a la ciudad de San Juan. Caminé en una ciudad sin historia, caminé para ofrecer a sus ciudadanos las fotos de Roberto Blanco. Volví sin ilusiones de que estas fueran exhibidas allí. Entonces, me adentré en el mundo de sus protagonistas.
Detrás de esas fotos y del relato familiar estabas siempre tú, Aida; esa "presencia ausencia" se hacía palpable en las palabras de tus descendientes. Puse atención en ese aire que emite tu imagen, pero a tu lado estaba Roberto, quien me llevó a averiguar de su padre, Federico Blanco.
Este, de origen italiano de la provincia de Salerno, llegó a "las altas cumbres" del partidismo aldeano de fines del siglo XIX. El futuro gobernador Marcos N. Juárez y su esposa Claudina fueron testigos de su casamiento en 1885, donde primó el amor y faltó el consentimiento de otros. Los novios eran vecinos del curato de Santa Rosa. Ella de 18 años -"conocida por Baca"- dice la partida, era hija natural, tenía la fuerza suficiente para desafiar mandatos y quedar en los relatos. Él, de 24, masón como tantos, como todos, se empapó de juegos y enjuagues políticos en la casa de los Vella, donde vivieron sus primeros años de matrimonio. Fue – sin título- constructor de grandes obras, como la del Teatro Rivera Indarte, la de la recova del Mercado General Cabrera, la de la Catedral de Villa María. Y un documento cuenta que fue el primer constructor de la casa solariega que Luis Revol hizo construir en Colón al 600. Seguramente se retiró de este proyecto cuando se venía la crisis de 1890 y todo se derrumbaba como las paredes de esta mansión a la que Revol la vio pasar entre juicios. Y oh casualidad, también estuvo en las obras del primer dique San Roque en los años 1885.
La casa familiar de Federico Blanco, que daba cobijo a sus nueve hijos entre signos masones pintados en sus paredes, aún se conserva en la calle Obispo Trejo al 746 entre Achával Rodríguez y Laprida. En el 2006, quise espiarla; según mi relatora funcionaba un asilo de madres solteras. Me encontré con un establecimiento público dependiente de la Provincia de Córdoba, y ante mi interés, una empleada clausuró mis intenciones, porque- dijo- es una dependencia de la Unidad Judicial de la Mujer. Desistí ante este candado, pero todavía esas paredes desafían la piqueta de una ciudad sin memoria.
Mientras San Juan se quedó sin ciudad y sin fotos de un cordobés que desafío el horror mientras el sol arrasaba la vida. Luego –dicen- la política hizo lo que pudo, entre desaciertos y aciertos, para que "el sol salga para todos".
Cristina Boixadós
28 de mayo de 2021
Comentarios:
- Pablo Sebastián Blanco Riveros: Muchas gracias por escribir tan lindo. Me imagino que debe haber mucho trabajo detrás de estos relatos.
Soy hijo de Roberto Julio Blanco y nieto de de Aída del formó, para mí " la abuela nena"
- Federico Guillermo Blanco: Hola Cristina, hermoso articulo. Soy Federico, hijo de Roberto y Aida. Muchisimas gracias por revivir el recuerdo de mis padres.
- Juan Matías Blanco Riveros: Hola Cristina. Excelente relato de una pequeña parte de la historia de mis abuelos. Que solo conocí a mi abuela Aida, mujer inteligente, audaz, andariega, y de quién todos la que la conocieron tienen excelentes recuerdos. Muchísimas gracias
- Roberto José Blanco Riveros: Hola Cristina: Nos encantó tu nota con relatos y anécdotas de nuestra familia! La "abuela Nena" vivió más de 80 años, fue concertista de piano, profesora de inglés y francés (directora en la Alianza Francesa). Durante largos años vecina del B° Nueva Córdoba. Soy nieto del Ingeniero Roberto Antonio Blanco y Celeste Aída del Forno.
- Cristina Boixadós: Familia Blanco...qué bueno que les ha llegado este pedacito de historia de sus abuelos.. gracias a Roberto por compartir con Ustedes, Gracias a Roberto que, allá por el 2005/ 2006, me dejó ver y escuchar estos recuerdos y conocer estos "abuelos" singulares y hacedores,
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