Refugio Libertad - Diálogo con Julieta Reyes

10.10.2024

Recuperar la tierra y habitar con memoria


Soledad González y Mariela Serra

Julieta Reyes escribe y es directora de teatro, diseña y realiza puestas performáticas, experimenta con lenguajes escénicos y visuales. Es Licenciada en Teatro por la Universidad Nacional de Córdoba. Autora de Boreal, Aurora Negra, D.O.M.I.N.G.O, Calle Pública S/N, La Joroba, Ninguna mujer es una Isla y La sombra de un cuerpo que vuelve. Vive en el valle de Paravachasca, en Córdoba y viene del sur patagónico. Desde la escritura de Calle Pública S/N hacia 2014, aborda temáticas ligadas a la experiencia de la vida en la ruralidad. "Escribir desde los territorios es dejarse atravesar por aquello que le sucede a la tierra y que nos sucede a nosotras también. Encontrar la metáfora para hablar de las cosas sin nombrar es una forma poética bio/documental. En mi escritura, en Calle pública S/N, los personajes con sus monólogos van filtrando una situación que se cuece en la noche del monte, el incendio".

Desde 2020 trabaja en el Refugio Libertad y sobre esta experiencia conversamos con ella.

Foto: Germán Zaretti - @ananaudiovisuales
Foto: Germán Zaretti - @ananaudiovisuales

Soledad: ¿Cómo es este lugar y cómo deviene un sitio de producción sostenible y de memoria?

La construcción del espacio arrancó en un predio de novecientas hectáreas, es el ex Grupo de Artillería 191 de José de la Quintana que data del año 1945 más o menos, es una arquitectura colonial española propia del primer gobierno peronista. Dentro de este gran predio está la parte del cuartel dónde está el casino de suboficiales, el barrio de oficiales y la plaza de armas con las diferentes baterías en dónde los soldados hacían su servicio militar obligatorio. Está este sector, después el monte y luego el sector de la fábrica propiamente dicha, que son varias construcciones.
Imagínense una fábrica militar que está emplazada en el medio del monte nativo.
Después hay otra zona que es la de los polvorines que es un polígono con búnkeres y túneles, esos son los tres grandes sectores que están dentro de estas 900 hectáreas. El lugar existe desde esa época y la Organización Social Trabajadoras Unidas por la Tierra, con un permiso de la ABE, que es la Agencia de Bienes del Estado, desde 2018, tiene permitido el uso de 90 hectáreas, un 10% de la totalidad del predio. Accede con ese permiso y con un proyecto de agricultura y ganadería, de soberanía alimentaria para recuperar el trabajo rural que se venía haciendo en el territorio. No olvidemos que está ubicado en los márgenes de la ruta E- 56, que une la ruta 5 con la ruta 36. En Los Molinos, que es el pueblito del lado, hay mucha soja y fumigaciones. En la Quintana no, pero sí hay canteras, son localidades rurales en donde los nacidos y criados nunca han tenido el acceso a la tierra, siempre han trabajado para patrones, ya sea en el campo, ya sea como hacheros en el monte, ya sea metiéndose a la sierra ahí con los animales. La organización hace un laburo territorial con esta comunidad que viene de generaciones atrás trabajando con animales y huertas. Con los animales tienen que pedir permiso a los dueños de terrenos para hacerlos pastar. 

El proyecto fuerte del Refugio es ser un espacio de producción de alimentos sanos, tanto en agricultura como en ganadería y en viverismo para dar una respuesta productiva a toda la comunidad de estos pueblos cercanos y que son más de catorce, en donde la organización tiene base territorial. Son comunas que habitan las trabajadoras y los trabajadores de las canteras o las estancias, muchas abuelas de las compañeras eran empleadas domésticas de los militares cuando estaba el 141. Sus nietas ahora están viniendo a este espacio diciendo que sus abuelas venían hace treinta o cuarenta años a limpiar las casas.

S: ¿Fue hasta el año 95 que esto funcionó como residencia militar?

Sí, porque con la muerte del soldado Carrasco, en el Gobierno de Carlos Menem se termina el servicio militar obligatorio. Si bien es una fábrica militar, no hubo manufactura producida en este predio, pero después de la explosión de Río Tercero, los armamentos explosivos se guardaron aquí, en estos búnkeres. Eso fue en los 90 y después el 141 se terminó de cerrar y quedó a merced de nadie. Hubo ciertos militares que quedaron como cuidadores y en ese período, entre fines de los 90 y hasta hoy, son más de 20 años, el lugar fue saqueado. En el 2018 llegamos a un lugar que estaba, salvo las casas de los militares que cuidaban en ese momento, totalmente destruido, saqueado, sucio y lleno de excremento de animales. Por ejemplo, yo ahora estoy sentada en la oficina de la biblioteca y para que esto haya sido posible, fue un laburazo impresionante de la organización y de toda una gestión de políticas públicas que en ese momento permitió acceder a financiamientos para que el lugar esté como está ahora.

S: ¿Y cómo se da el teatro y tu trabajo aquí?

Soy vecina de la zona, porque el predio está entre San Isidro y Los Molinos y yo vivo en José de la Quintana. Mi actividad artística estaba en Córdoba, aun viviendo en La Quintana, pero luego de volver de un viaje empecé a ver lo que pasaba cerca. Este proyecto había arrancado en el 2018, yo vuelvo en el 2019 y en 2020, pandemia, simplemente me acerco al lugar a ofrecer mi servicio.

Mi actividad está ligada al teatro, la escena y la dramaturgia, empecé por la gestión cultural. Hay experiencias de gestión cultural en otros espacios de la zona, pero yo era la única interesada en hacerlo aquí en 2020. Empecé a vincularme no solo en la gestión cultural, también en la gestión de recursos para conseguir ayudas para arreglos o financiar proyectos. Yo no pertenecía a Trabajadores Unidas por la Tierra y ahora sí pertenezco, desde la producción de otros saberes. Aprendizajes, subidones, bajones, porque veo que las experiencias que para gran parte de la comunidad son significativas, no es quizás gestionar instancias teatrales o proyectos para hacer llegar obras a los territorios y proponer instancias de encuentro y producción, como fueron las residencias que organicé en el Refugio.

La comunidad nacida y criada gusta mucho del folclore, las peñas, los fortines gauchos, que son agrupaciones que vienen hace años habitando el territorio con sus prácticas que yo voy conociendo. Tampoco hay fomento en ese sentido, por eso ahora estoy en revisión de mi tarea, pudiendo ver lo hecho y entendiendo que venía con una idea de lo que es la gestión cultural y ahora en el recorrido se va animando otra idea.

La experiencia se construye y el alcance de la experiencia y cómo hace sentido en la comunidad, tampoco lo terminás de saber nunca. Voy aprendiendo, porque lo cierto es que yo venía produciendo y venía gestionando y laburar en el territorio del REFU es algo fuerte.

S: ¿Te descentrás?

En la residencia de Dramaturgia situada que compartimos con vos en marzo de 2023, a mí se me apareció lo fuerte que es el lugar, y cómo yo no me estaba dejando afectar por eso, porque cuando te dejás afectar, quizás esa afectación puede llegar a...

S: ¿Se abre la herida colectiva?

A veces te quebrás ¿no? para seguir con ciertas cosas que te propusiste. Me pasó con esa experiencia que coincidió con el estreno de la obra teatral performática La sombra de un cuerpo que vuelve, que fue un site específico que se gestó en este territorio, y también fue una experiencia desgastante. Luego de esa experiencia que fue el año pasado y también por la coyuntura actual, cuando me puse a escribir la crónica para prepararme para esta entrevista, pude revisar todo lo hecho y digo, ¡ay, es un montón! Veo lo hecho sin estar pensando que tengo que seguir generando cosas automáticamente, pude revisar esa práctica, ponerla a circular en una entrevista como esta.

Volver a observar la acción puesta en una computadora, la acción puesta en el territorio, la acción puesta en tirar un cable pesadísimo de 100 metros para enchufar una luz y un sonido para que suceda algo, la acción de comprar cosas y que de pronto desaparezcan. Es la sensación de estar poniendo el cuerpo con el pico y la pala. Es pico y pala mi experiencia de gestión en territorio. Entonces, al menos a mí me pasó, perdés la posibilidad de detenerte, ver cuál es la situación ahora, cuál es la necesidad, mi necesidad y la necesidad de la comunidad. Puedo hacer lo que Julieta puede hacer.

S: ¿Ser comunidad genera movimientos impensados?

Estamos en continuo cambio las personas, pero también las comunidades, más aún estas comunidades cercanas a la ruta. Han estado como en un andar con la tierra, porque tampoco se han podido afincar porque son tierras fiscales o de terratenientes, vamos a decir. ¿Qué pasa cuando algo está en continuo cambio en vos, pero también en la comunidad? Sin detenernos entramos en un régimen que no tiene que ver con la cercanía a la tierra y a lo comunitario. Nos ponemos más productivas y menos reflexivas.

Mariela: En relación con todo lo que relatas, ¿creés que has abierto otra puerta de la gestión cultural haciendo ese trabajo territorial, creando, uniéndote a esta comunidad? 

No me atrevería a decir que he abierto otra puerta, yo creía que la gestión cultural era una cosa y ahora veo que es otra y que en ese sentido abrí otra mirada. La gestión cultural está más ligada a un trabajo administrativo, redactar los proyectos, conseguir financiamiento, esto, lo otro, pero en relación a tu pregunta creo que sí, he abierto como otra puerta de entendimiento de la propia práctica. Es que cuando trabajas con la mirada puesta en el territorio, así estés sentada en una oficina en el centro, mandando proyectos, o lo que sea, también estás laburando desde ese territorio. Cada lugar te marca a fuego, un pulso, un ritmo, como una dureza o una blandura, como ciertas cosas que son más fáciles o más difíciles. No sé, por ejemplo, vivir en la ciudad, en datos generales, puede ser mucho más fácil que vivir en el campo, entonces quizás la gestión dentro de un ámbito de ciudad pueda llegar a ser mucho más fácil que la gestión en un territorio cercano a lo rural, y más aún, un territorio como el Refugio.

 Entonces, sí, yo creo que, en relación a tu pregunta, abrí más bien un umbral que todavía estoy descubriendo, abriendo de a poco, a veces lo cierro, porque también hay algo muy importante que me atraviesa y es una de las columnas vertebrales del espacio, es el vínculo con la memoria. Este lugar funcionó como centro clandestino de detención. A partir de ahí empezamos a tejer otras historias que tienen que ver con, por ejemplo, abuelas de compañeras que han trabajado en esa época, en los años setenta, como servicio doméstico de los militares afincados en la zona y ahora sus hijas participan de este proyecto. Los militares no eran algo mal visto en la comunidad, por ejemplo, cuando no había colectivos los militares te llevaban, si vos estabas haciendo dedo, te llevaban también, para los nueve de julio y otras fiestas patrias, repartían chocolatada y pastelitos. En ese sentido hay muchas compañeras que tienen padrinos que son oficiales o suboficiales. 

En dos instancias en donde vinieron del Archivo Provincial de la Memoria a compartir unos talleres surgieron estas historias, lo curioso fue que ellas las contaban por fuera del taller porque no se animaban a decir que tenían un padrino militar. Este vínculo se daba porque era el lugar donde sus mamás trabajaban ¿no?

Soledad: Un espacio que vivió esplendor, oscuridad, ruinas y reconstrucción. Este sitio como base militar surge con el gobierno de Perón entre el 45 y el 50, con una memoria positiva hasta el 75, 76, nombraste al padrino militar y el sentido de familiaridad con ese padrino que le daba trabajo a la mamá, las fiestas patrias y cómo esos actos constituían un tipo de relación cercana con los militares, una manera de hacer comunidad. ¿Cómo cambia el signo?

Cambia el signo con la memoria. Llegué en un momento donde la memoria vinculada a la dictadura y al servicio militar obligatorio se estaba recuperando. Todavía no había sido señalizado el lugar como sitio de memoria. Eso sucederá recién en 2021. Pero el espacio ya estaba funcionando como sitio de memoria porque estaba siendo habitado y toda esa memoria estaba ahí. La cuestión de los derechos humanos, al igual que lo referido al territorio y el ambiente me atraviesan y están presentes en mi dramaturgia.

Desde la gestión cultural ha sido un eje trabajar con el sitio de memoria que lleva adelante Adrián Camerano. Es un eje transversal que atraviesa el trabajo y las resonancias que el territorio tiene para mí. Tenemos mucho trato con la Imprenta, un sitio de memoria que también se señaló en 2021. A partir del 2021 tanto el Refugio Libertad como La imprenta son declarados sitios de memoria. Otros están en Río Cuarto, en Unquillo y hay otros espacios que a diferencia de La Perla, La Ribera, el Archivo Provincial de la Memoria, no forman parte de ese circuito oficial y no tienen financiamiento ni están subvencionados por la Provincia o por la Nación, pero tienen su forma propia de funcionar, como nosotros.


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Fotos: Germán Zaretti


Continúa en la próxima edición de Tierra Media



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