¿Quién se llevó la Vía Láctea?

10.10.2023
Hera - Ricardo Vargas, artista plástico cordobés
Hera - Ricardo Vargas, artista plástico cordobés

Tengo un cuaderno que en ciertas ocasiones no me dirige la palabra. Lo llevo a un bar ubicado en la Vía Láctea por si le resulta más fácil comunicarse desde el espacio exterior. Lo abro y nada. En blanco. Tan blanco como la leche materna que Hera chorŕeó en el firmamento mientras contra su voluntad le daba la teta al super bebé Hércules que como todo el Olimpo sabe no era su hijo así que fue la primera y única nodriza sideral.

Como no es fácil manejarse con un cuaderno empacado, decido esperar pacientemente a que se desbloquee solo y se le caigan las palabras. Pero la que se cae es la moza y la taza con café se estampa sobre mi cuaderno lácteo y todo es una mezcolanza mitológica.

Mientras la ayudo a limpiar pienso que debería decirle a la pobre chica angustiada que no se preocupe, que las hojas de mi cuaderno ya estaban enchastradas con la leche materna de Hera porque el bebé Hércules es medio bruto. Que quizás ahora el cuaderno reaccione y me diga algo. Y que no pretendo de él una novela. Ni siquiera un microrrelato. No le pido mucho. Me alcanzaría sólo con tres palabras. Y después sigo sola. Pero no le digo a la moza nada de eso. Va a pensar que entre mi cuaderno y yo hay un conflicto que requiere una terapia de pareja, cosa innecesaria porque somos una unión civil de puertas abiertas donde se puede entrar sin golpear, salir sin avisar y volver sin que te llamen.

Así que lo único que le digo es que se quede tranquila. Que quién no tropezó alguna vez con meteoritos y se le escapó una bandeja fugaz. Y que, gracias a su caída, el café se mezcló con la leche de Hera y se hizo un cortado, que es lo que en realidad yo había pedido.

Fue entonces cuando mi cuaderno, finalmente, habló. "Había una vez" escuché claramente. Y se inauguró la apertura de sesiones extraordinarias en el parlamento de esos renglones con fiaca. Las historias no paraban de aparecer a la vez que iba desapareciendo la leche.

Hasta que un día Hera se secó. Y si bien ganamos concursos literarios importantísimos, reconocimiento internacional de la grandísima madre que nos parió, nos editaron poderosas editoriales y nuestros libros fueron traducidos hasta al mandarín, aquí estamos, como al comienzo cuando éramos nadie, en un bar de estación de servicio de esas de la concha de los países bajos, añorando la época en que las mozas se caían, los cuadernos y el café los amamantaba Hera y la ruta E53 era la vía láctea.

Parece mentira pero lo es.




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Comentarios:

- Rubén Darío García: Hermoso todo lo que escribes

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