Nunca se escribió tanto

Silvia Barei

Sala de los Toros de la cueva de Lascaux
Sala de los Toros de la cueva de Lascaux

Escena 1: En La noche de los tiempos

Se sabe que los seres humanos comenzaron a representar el mundo hace unos 35000 años y lo hicieron mediante grafismos y figuras dibujadas en las paredes de las cavernas donde se guarnecían.

Paseando con mi hermana por la Dordoña francesa fuimos a visitar Lascaux, experiencia absolutamente impactante y sobrecogedora. Descubrieron las cuevas en 1940 unos muchachos que jugaban por allí; avisaron a un profesor ; éste a un historiador refugiado en la zona por la ocupación nazi y después de la guerra se abrió al público. Pocos años tardó en arruinarse. Hubo que cerrarlas e inventar otra cosa.

Las galerías que visitamos son una copia, un facsímil del mismo tamaño erigida a unos 200 metros de las originales. Se muestran los dos sectores más representativos: la Sala de los Toros y el Divertículo Axial, angostos pasillos iluminados tenuemente dejan admirar bisontes, caballos, escenas de caza o de pastoreo. Se puede caminar con la boca abierta sin alcanzar a explicarse cómo esos hombres a los que pensamos como "primitivos" o como "bárbaros", fueron capaces de tal maestría . Y yo imagino un lenguaje precario, una gestualidad exagerada, unos ruidos onomatopéyicos, para contar al grupo las vicisitudes del día, la hazaña de cazar un bisonte o de acorralar a una manada . Fueron primeras formas de socialidad, anteriores al lenguaje y a la escritura propiamente dicha. Los nietos de los nietos de los tataranietos de los habitantes de Lascaux y de otras cuevas a lo largo del planeta, inventaron luego de las pictografías, los primeros caracteres cuneiformes, los jeroglíficos y los múltiples tipos de alfabeto: latino, griego, cirílico, chino, japonés, hebreo, árabe, sánscrito, rúnico, etc etc.

También los nietos de los nietos de los tataranietos recopilarían documentos históricos, inventarían la ciencia y la literatura, la música y las bibliotecas.

Si la narración oral ha servido para nuestro desarrollo cognitivo, nuestra socialidad y nuestros juegos, ¿para qué le ha servido al hombre la escritura?.

La respuesta convencional es que la escritura sirvió como primer sistema contable, sirvió para transmitir información y conocimientos y para conservar aquello que sería la memoria de un pueblo.

Sin embargo, como dice Roland Barthes , la escritura también tiene una " verdad negra": durante miles de años separó a los iniciados de los que no lo eran, a los artistas del vulgo, a los hombres de las mujeres, a los cultos de los analfabetos. Marcó la propiedad, el género, la pertenencia de clase, la diferencia social y la distinción entre los seres humanos. Vaya un ejemplo interesante.

Tristes trópicos, Lévi-Strauss (ph: blog El niño vampiro lee)
Tristes trópicos, Lévi-Strauss (ph: blog El niño vampiro lee)

Escena 2: Líneas retorcidas

Tristes trópicos es un libro que cuenta tanto los viajes y las aventuras de un explorador como las investigaciones científicas que forman la experiencia propia de un etnólogo. Mediante una narración interesante, Lévi-Strauss elabora su autobiografía intelectual y a la vez, pone en escena su convivencia con los nambikuara, a quienes el antropólogo francés les acerca su experiencia de la escritura.

Munidos de un lápiz y un papel los hombres (sí, solo los hombres) del pueblo sólo atinan a hacer rayas iguales a los rasgos que dibujan habitualmente y por motivos rituales sobre una calabaza. Solo el jefe comprende rápidamente la función de la escritura asociándola al poder:

"Sacó el papel cubierto de líneas retorcidas…que fingió leer y en el que buscaba con afectada vacilación, la lista de los objetos que yo debía darles… Esta comedia se prolongó durante dos horas. ¿Qué esperaba? Quizás, engañarse a sí mismo; pero más bien responder a sus compañeros, persuadirlos de que las mercaderías pasaban por su intermediación, de que él había obtenido la alianza del blanco y que participaba de sus secretos".

Dejamos para otro comentario, el lugar de superioridad en que se ubica el antropólogo europeo, "el blanco", y advertimos que el fragmento exhibe secreto, jerarquía, finalidad política, ejercicio de poder asociados precisamente a la escritura como portadora de un plus de valor. Solo uno entiende para qué sirve dominar esos grafismos y eso refuerza su posición de jefe.

Escena 3: Información multiplicada y ¿falsificada?

Un legislador o legisladora de alguna nación del mundo democrático alza la mano para votar afirmativa o negativamente un proyecto de ley. No han pasado cinco minutos que sus dispositivos electrónicos se llenan de mensajes, insultos y tergiversaciones de lo que ha votado. El remitente está oculto o viene bajo una dirección difícil de rastrear. Porque resulta que ahora, sin mencionar a los escritores, investigadores y periodistas que deben comunicar sus hallazgos o la información diaria mediante textos escritos, los que más escriben no tienen ni nombre: están en las redes, usan seudónimos, o dicen superficialmente y a piacere todo lo que se les da la gana, discuten con científicos, periodistas, artistas e intelectuales de igual a igual y construyen argumentaciones que suelen dejarnos estupefactos, expresión literal y fotográfica de nuestra cara cuando sabemos que no hay respuesta posible o que ya se traspasaron todos los límites. Y esto no es porque pensemos como en épocas de los sumerios, egipcios o romanos que solo algunos privilegiados podían aprender el arte de la escritura. Es realmente una buena noticia que, desde el siglo XVIII tantos hayan pasado por la escuela, que no tengamos un pueblo ágrafo y que las computadoras o los teléfonos inteligentes estén al alcance de la mano y nuestros alumnos o nuestros amigos al alcance de un clic.

Nunca se escribió tanto.

Y tan bien (esa vecina que apenas conozco es una escritora maravillosa).

Y tan mal (ese vecino tan amable conmigo se sienta a la máquina y se convierte en un vilipendiador serial).

Pero, esta revolución de la escritura, asociada a la tecnología (¿cuándo no lo fue?) se nos presenta como re-evolución y como in-volución al mismo tiempo: desarrollamos de una manera nueva nuestro sistema cognitivo, nuestras conexiones sinápticas y nuestra dedicación a la escritura y a la lectura. Ahora bien, una pregunta simple para los que ejercen el nuevo poder anónimo de las escrituras en las redes: si existe el corrector, al menos por qué no usarlo?, si existe pluralidad de información, por qué no consultar?, si la convivencia democrática incluye el consenso y el disenso, por qué no respetar a quien piensa diferente?

Errores de ortografía, de sintaxis, de coordinación, inexactitudes, embrollos, mentiras, insultos, es decir formas del lenguaje que antes solo eran propiedad de la oralidad cotidiana, de algún exabrupto de borracho o de político, inclusive de alguna licencia literaria, circulan a diario, hora a hora, de rato en rato, minuto a minuto y segundo a segundo en una proliferación infernal de escritos que surgen simultáneamente de miles (o más) de usinas de comunicación oficiales, truchas, clonadas, personales o inventadas por algún algoritmo que nos hacen sentir que en el mundo de allí afuera deben pasar cosas que nosotros ni sospechábamos que podrían ser de este modo. La escritura ha resucitado ese viejo poder que apuesta a imponer verdades absolutas y a terminar con la democratización de la información y los saberes.

Es un buen ejercicio leer la misma noticia en diarios diferentes, y hacer nuestras propias interpretaciones, tratando de entrever cómo son las cosas en realidad. Pero resulta que este universo de información multiplicada y ya de por sí, de difícil acceso, se nos ha convertido en un multi-verso, término usado para referir el conjunto de universos, que afirman que existen universos diferentes al que creemos nuestro.

Escriturientas, como diría Susana Romano, suena a mujeres pariendo escrituras. Ahora bien, escriturientos a mí me suena a gente pariendo roña, invenciones que no se corresponden con el mundo, verdades falsificadas, falacias.

Exagero, ya sé. Porque no todo lo que leemos es así. Viene a mi auxilio Alessandro Baricco, para cerrar con más altura la nota (aunque no con menos pesimismo):

"Todo el mundo percibe en el ambiente, un incomprensible apocalipsis inminente; y, por todas partes, esta voz que corre: los bárbaros están llegando. Veo mentes refinadas escrutar la llegada de la invasión con los ojos clavados en el horizonte de la televisión. Profesores competentes, desde sus cátedras, miden en los silencios de sus alumnos las ruinas que ha dejado a su paso una horda a la que, de hecho, nadie ha logrado, sin embargo, ver. Y alrededor de lo que se escribe o se imagina aletea la mirada perdida de exégetas que, apesadumbrados, hablan de una tierra saqueada por depredadores sin cultura y sin historia. Los bárbaros, aquí están."



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