Macedonio Fernández y la construcción de realidad periodística
La economía, o mejor dicho las políticas económicas tienen un impacto decisivo en la producción cultural. Ahora no se asuste el lector, no vamos a escribir una nota sobre economía. La llegada de un nuevo gobierno de orientación decididamente neoliberal no es algo nuevo para la sociedad y tampoco sus consecuencias trágicas, siempre. La centralidad de su discurso estuvo determinado por las mismas palabras de su amada Margaret Thatcher allá por 1985: "no hay otra salida". Las consecuencias de esas políticas sumieron al Reino Unido en una profunda crisis cuyas consecuencias sociales llegan hasta el presente. Los pormenores se encuentran analizados con profundidad por el filósofo y crítico cultural inglés Mark Fisher en su libro "Realismo capitalista".
La curiosidad de la asunción al poder de este exótico personaje con las propuestas que agitó y gran parte de los electores celebraron sin sospechar al menos que serían alcanzados y seriamente dañados en sus condiciones de vida por ese anunciado congelamiento de la economía, licuación de los salarios y paralización de la obra pública dinamizadora de la economía. Recaerá todo el ajuste sobre los sectores populares sin piedad y todo esto no garantiza en absoluto que la inflación detenga su marcha ni las condiciones de vida de los argentinos mejore.
Los resultados de estas elecciones empoderan a un sector importante, a una mayoría que hace suyo un discurso ajeno a sus intereses. Asume con naturalidad la voz del amo y se erige en verdugo de sus iguales. En este momento donde el orden global está cambiando rápidamente y las ideologías también. A esto lo dice The Economist, semanario que de izquierda no tiene ni el guiño. De la antigua gubernamentalidad sostenida en el libre mercado, el globalismo, el Estado mínimo y el solitario emprendedurismo, estamos transitando a una legitimidad política aún difusa, pero en la que parecen destacar otras bases de anclaje como el industrialismo local, la autonomía tecnológica en otras cuestiones junto a los países más relevantes en su economía que multiplican las intervenciones de los estados, aquí renace con violento fulgor el melancólico apego a los imaginados años gloriosos del libre comercio. El semanario inglés los considera fósiles políticos que no por ello son inofensivos y meramente carnavalescos, son para el semanario "reliquias coloniales".
Es en verdad aquí el lugar de partida de este artículo, qué es lo que sucedió y también quienes fueron los promotores para activar esa subjetividad construida con paciencia por el sistema económico vigente.
Para pasar al estado pleno de necedad antes es necesario pagar peaje en la autopista de la obviedad. Cualquiera lo sabe, no hay nada que detenga a las maquinarias de la obviedad que son los grandes medios concentrados de desinformación.
Antes de que hubiéramos depositado en una urna nuestra segura desgracia, tuvo que ver una paciente construcción colectiva de la obviedad. Así se va edificando sobre un sólido cimiento para finalmente enamorarse del verdugo, una especie de síndrome de Estocolmo colectivo.
En esta estructura de manipulación de la subjetividad no participan solo los medios de comunicación sino también las figuras estelares del periodismo nacional.
Hace un siglo Macedonio Fernández daba cuenta de cómo los periodistas modificaban la realidad de un acontecimiento y con ironía los ponía en evidencia.
En su novela Papeles de Recienvenido nos habla de los incidentes inútiles, desconfía ante la inconsistencia de rigor del accidente al exigir el buen respeto por los hechos a los cronistas. Ante un accidente sufrido por el personaje, Macedonio vio con claridad la distorsión de la realidad por parte de los periodistas, ante todo por no encontrarse el cronista en el lugar del hecho en el momento del accidente.
Así el personaje constituye un lugar físico del accidente para dictar una conferencia y dicta allí los deberes y responsabilidades de un público de accidentes.
En estos deliciosos diálogos Macedonio modifica la lógica de los hechos:
Recienvenido dice:
-Me di contra la vereda.
-En defensa propia?, indagó el agente.
- No, en ofensa propia, yo mismo me he descargado la vereda en la frente.
La cornisa de la vereda- apuntó un reportero- le cayó sobre el rostro a nivel de la tercera circunvolución izquierda, asiento de la palabra…
-Y del periodismo- insinuó el accidentado.
-Que ha recobrado en este momento- sigue redactando el periodista.
Para referirse al lenguaje de los periodista el accidentado exige:
-Ruego al señor reportero que figure algo en la noticia de "decúbito dorsal".
– No hay necesidad, los operarios tipógrafos lo ponen siempre, o si no ponen: "base del cráneo"
-¿Se me dirá si me puedo levantar sin deslucir la noticia de un suicido?
-¿Iban mal sus negocios?
-Nada de eso, la única dificultad ha sido el cordón de la vereda.
-¿Puedo anotar oposición de familia a su noviazgo?
Otro insiste en que había mediado agresión y le ruega aclare si se interponía "un viejo resentimiento",
-Alguien, un desconocido desde hace mucho tiempo atrás para usted, avanzó resueltamente y desenfundando un cordón de la vereda Colt-Browing se lo disparó:
Recienvenido empieza a sulfurarse y los increpa:
-¡Yo estaba aquí antes que ustedes y mis informes son más anticipados! Voy a darles un resumen publicable:
"Yo caí: fui derribado por el golpe de la orilla de la vereda; sin embargo, no necesitaba ya serlo, pues mi cabeza salió a recibir el golpe yéndose al suelo. Caí; fue en ese momento que me encontré en el suelo. Ninguna persona había".
Y así, de delirio en delirio, discurre Macedonio sobre un hecho que fue distorsionado.
Cuando en el absurdo nos enterramos hasta las orejas para quedar empantanados y así corremos el peligro de hundirnos para siempre.
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