Las estrategias del Sr. Gratis

Un garronero de 1870

Víctor Ramés

Honoré Daumier, La lecture du journal 1840
Honoré Daumier, La lecture du journal 1840

El arquetipo del hombre que vive mangueando y no paga ni su parte, más allá del localismo de los verbos que definan su actuar, seguramente no hará sentir a nadie orgulloso de contar ese carácter en el adn de su identidad nacional. Hay quienes puede intentar justificarlo por el lado de la resistencia al capitalismo, o por el desprecio al vil dinero, por la pobreza que le ha propinado el ministro de economía, o incluso por virtud del ahorro. Lo cierto es que garronear no figura en los genes de nadie. Garronero no se nace, se hace.

Todo esto dicho para desviar del patrimonio cordobés el mote de "comegratis", dado que se trata de un tipo social presente en casi todos los lugares y posiblemente en todos los tiempos. La aclaración precede a la introducción de unas páginas periodísticas de 1870, publicadas por el diario El Progreso de Córdoba, que dedicaba párrafos a caracterizar al "Sr. Gratis". El gacetillero aportaba un retrato de costumbres de su entorno de la Córdoba todavía pueblerina, en el nivel social en que se movían los lectores de diarios, y pintaba a un personaje que intentaba arreglárselas para conseguir gratis lo que otros debían naturalmente pagar.

El texto viene inserto en páginas de El Progreso donde los lectores podían descansar del peso de las noticias preocupantes y sesudas, y hallar una fuente de sonrisas. Era la sección donde se desplegaba un potpurrí de novedades, hechos, casos, curiosidades y humor, ya habituales en los periódicos pasada la primera mitad del siglo XIX. Y allí, en esas páginas de El Progreso, reinaba un escriba escudado tras el seudónimo de Zurriago. El término refiere a un "látigo con que se castiga o zurra, el cual por lo común suele ser de cuero, cordel o cosa semejante". Apodo, por lo tanto, digno de un anónimo azotador periodístico, quien, a la vez, se mostraba ávido de popularidad. Zurriago participó a intervalos en fuertes cruces de "gentilezas" con otra publicación contemporánea suya: El Eco de Córdoba. Cuando el Eco se enojaba con Zurriago, lo apostrofaba como "el portugués del Progreso". A su vez, éste mantenía su permanente esgrima con los "cólegas" y tenía sus adversarios favoritos, a quienes siempre aplicaba el dardo de algún apodo. El Eco de Córdoba no se callaba, y en una oportunidad le dedicó esta cuarteta: "La prensa se va a perder /la culpa la tiene Zurriago, /que escribe siempre con chispa, /inspirado por el trago…".

En el texto sobre el arte de garronear, Zurriago presentaba a su creación: el señor Gratis, aquel que se procura, por todos los medios, el periódico, la entrada al teatro, la salida al campo, sin pagar por ello su valor. Zurriago lo sitúa con claridad en el marco social de la época. Su relato resulta todo lo jugoso y sabroso que cualquier diario de entonces desearía para sus páginas amenas. El relato sirve, a la vez, para respirar un poco los usos y costumbres cordobesas de fines del 1870. El retrato del Sr. Gratis toma vida durante unos días en el diario, inserto en un medio de vecinos que tal vez fuesen capaces de reconocer algunos rasgos del personaje, en miembros de su propio círculo social de pertenencia.

La figura del Sr. Gratis se emparenta, a su vez, con un descendiente por línea directa, a quien boceta Roberto Arlt en sus Aguafuertes Porteña: El garronero, aquél que "sin distinción de credo político, religioso o filosófico, procede de asalto en los negocios que se relacionan con su estómago o con su comodidad". El que "se tira a muerto cuando sonó la hora de encararse con el mozo". El que "se presenta en las casas cuando estaban almorzando". Aquél que, en fin, "se precipita allí" cuando distingue a un amigo en el café, y "le hace al mozo un gesto tan fino, tan huido, que el amigo no sabe si el mozo se presenta espontáneamente o lo llamó el garronero".

El aporte de Zurriago retrotrae el carácter de ese mismo tipo al año 1870. He aquí la pintura que nos deja El Progreso:

"¿Conocen ustedes al señor Gratis?
¿No?
Pues entonces se lo presentaré a Vds. para que le conozcan; es un tipo curiosísimo.
El señor Gratis pertenece a la clase media y bien acomodada, y pasa por excelente sujeto, y no seré yo quien le niegue esta buena reputación.
Por desgracia tiene un defecto, que ha ejercido en su vida una influencia desastrosa.
Este defecto es… No encuentro como calificarlo.
El señor Gratis no es codicioso (…) no es interesado, pero el adversario que lleva en su nombre, ejerce en él una fascinación irresistible.

Gratis
A esta palabra cobran actividad todas las fuerzas de su espíritu, no por amor a la economía, sino por amor a su propio ser sencillamente.
El buen hombre no tiene más que una ambición: obtener ¡Gratis! Lo que los demás pagan con dinero.
Este triunfo, le enorgullece más que si ganara una batalla.
Muchas veces le he oído decir con malicioso desdén:
«Hay quien dice que la vida es cara en Córdoba: todo consiste en saber vivir. Yo encuentro siempre medio de procurarme gratis las satisfacciones que otros pagan a peso de oro.
Pero, ya lo he dicho ¿hoy quién sabe vivir?»
Y van a ver cómo sabía vivir el señor Gratis.

El periódico del señor Gratis
El señor Gratis necesitaba leer un periódico todas las mañanas.
Pero eso de suscribirse a uno y pagar dos pesos al mes, le salía muy mal.
Por ese dinero, cualquiera tiene un periódico.
Él necesitaba un periódico cuya suscripción pagase otra persona.
Con el designio de lograr este intento, una noche lo pidió en el café al lado del Teatro, con pretexto de que tenía que velar un enfermo y necesitaba un periódico para no dormirse.
Al día siguiente volvió a pedir el mismo diario para seguir el folletín, y al cabo de la semana, ya el mozo a quien daba todas las noches un medio de propina, le ponía «El Progreso» sobre la mesa, al mismo tiempo que el café.
Al cabo de un mes, puesto de acuerdo con el mozo de café y el repartidor de diarios, logró que este se lo llevase a su casa por la mañana, y él lo leía en la cama y luego enviaba el papel al café.
Esta circunstancia lo hace frecuentar mucho el café, donde gasta algunos reales diarios, sin contar lo que pierde jugando al billar con el dueño; pero ¿qué le importa esto? En cambio lee «El Progreso» gratis.
Si le gusta, mañana seguiremos el retrato de este personaje."

El tipo es un hallazgo de la pluma de Zurriago, y también un descubrimiento fresco y jocoso para lectores y lectoras de hoy, dado que el carácter de quien se procura algún beneficio gratuito, y por contrasentido lo hace "a toda costa", resulta pariente de los pícaros de todas las épocas, así como de los pobres infelices de siempre, obligados a ceder a su inclinación compulsiva.

Como se puede ver en la continuación de las historias del boletinero de El Progreso, el personaje no tiene problema en pagar para lograr cierta ventaja. El señor Gratis invierte lo que sea, y en definitiva resulta un mal negocio ya que, como ha dicho el mismo cronista que lo retrata, el señor Gratis puede gastar en su plan más que lo que en definitiva obtiene. La psicología del señor Gratis es similar a la del jugador compulsivo, que pierde muchas veces más dinero que el que finalmente, una que otra vez, puede ganar con su apuesta; pero la inmensa satisfacción de ese solo triunfo parece compensarlo de la pérdida monetaria y le alegra el alma de un modo que a un no jugador le parecería insensato.

El señor Gratis obtiene su satisfacción de urdir un plan, invertir en él, manipular a las personas con su intriga y obtener finalmente un resultado acaso magro, a los ojos de cualquier otro mortal, pero que es lo que realmente a él le apetece.

Véase esto claramente en el siguiente caso que describe Zurriago respecto de lo que trama, y consigue el señor Gratis para entrar al teatro sin pagar:

Honoré Daumier Intervalo en el teatro 1865
Honoré Daumier Intervalo en el teatro 1865

"El billete de favor en el teatro
Uno de los mejores triunfos de nuestro héroe:
En el café ha conocido a un actor bastante malo, ajustado para hacer papeles de traidor en no sé qué teatro.
El señor Gratis formó su plan y procuró hacer conocimiento con el cómico, lo cual consiguió fácilmente mediante el pago de unas cuantas raciones de riñones, de algunos cafés y varias copas mezcladas, y un día le convidó a almorzar en su casa, y otro día a comer, y otro a cenar.
Una noche dijo al cómico que había oído hacer grandes elogios de su acierto en el desempeño de un papel terrible, en la pieza tal, y que tendría mucho gusto en ir a aplaudirle.

***

El día siguiente el traidor le envió una luneta.
¡Día feliz para el señor Gratis!
Continuó en las mejores relaciones con el artista, y tanta confianza tomó este que un día en prueba de amistad pidió al señor Gratis 50 pesos prestados para llevarlos a los baños a una bolera amiga suya que padecía el baile de San Víctor.
Y nuestro hombre encontró la ocasión propicia para pedir su billete de favor, que obtuvo seguidamente, gracias a la influencia del traidor en la empresa.
No hay más sino que el cómico no ha vuelto los 50 pesos, pero nuestro héroe ha podido ir gratis al teatro, las dos semanas que tardó en tronar la empresa."

Es un plus en sus anotaciones, el modo en que Zurriago identifica al actorzuelo abordado por el señor Gratis con el carácter de los personajes que acostumbra representar, colgándole el apelativo de "traidor", como si a la vez traicionase a la compañía dando una entrada de favor.

Y una siguiente hazaña de su personaje principal, Gratis, aporta el cronista de El Progreso a su retrato que ha tomado visos de caricatura. En este caso hay menos ingenio puesto en acción por él: le basta hacerse invitar a una casa de campo para pasar las vacaciones. Sin embargo, sigue en pie el evidente mal negocio monetario que esta actitud le rinde, hasta la más completa necedad. Este episodio es el último que hemos encontrado hasta el momento del señor Gratis, algo realmente lamentable, ya que constituye un tipo muy para destacar en el panorama grotesco de 1870, de quien no nos cansaríamos de seguir leyendo aventuras y desatinos. No se descarta que, de proseguir la búsqueda, demos con algún otro feliz capítulo sobre su capricho, y una nueva pintura de época.

"El verano del señor Gratis
Al señor Gratis le gusta el campo casi tanto como el teatro.
Cuando vd. o yo, o cualquiera queremos gozar las dulzuras de la vida campestre, alquilamos o compramos una casa en el punto más de nuestro gusto.
Pero el señor Gratis se ríe de los que tienen esa debilidad.
Él no ocupa otra casa en el campo que la de sus amigos.
Tres días aquí, cuatro allí, una semana en otra parte.
Esto es lo agradable y económico.
Eso sí, hace regalos a las señoras y señoritas de la casa, presta dinero a los amigos que le hospedan, da propina a los criados de los amigos, etcétera.
–Pero hombre, le dicen, vd. gastará un dineral con ese sistema.
–Sí señor, pero no gasto en casa propia, ni me cargan los criados, ni me pelan en las fondas: en fin, veraneo gratis."


Descargá la nota:



Seguí leyendo más notas de esta sección:


Dejá tu comentario: