La resurrección posible
Arturo Jaimez Lucchetta
Campo de la Ribera fue un centro clandestino de represión y exterminio de la última dictadura militar. Un campo de concentración a la argentina, donde unas cuatro mil personas fueron secuestradas, torturadas y, muchas de ellas, asesinadas y desaparecidas. Hoy, lejos del imperio de las fuerzas armadas, esas tierras del sudeste de "La Docta" son el vivero, donde el Padre Mariano Oberlin le da la mano a los adictos y le pone el pecho a los dealers.
Hijo de desaparecido y discípulo del Cura Vasco, Mariano levanta las banderas de Carlos Mugica y se mete en la villa para hacer patria y evangelio.
"Perdón hermano pero estoy tapado de cosas, porque durante la semana laburo con los chicos, pero los fines de semana trabajo de cura", se excusa acomodándose las mangas de una camisa gastada y bañada en sudor. Si la gente no lo conociera, no se daría cuenta que es el párroco de Barrio Müller, sede central de las cocinas de droga de la capital mediterránea.
El hábito no hace al monje y el curita lo demuestra. No usa sotana ni rosario y solo sermonea en el templo. En la Fundación Moviendo Montañas, lidera una serie de talleres que intentan recuperar a los pibes del consumo problemático de sustancias. Herrería, música y deportes entre otras artes y oficios, dan oportunidades a gente que desconoce que todo eso es un derecho. "A veces lo logramos y los chicos salen. Otras veces recaen y se nos viene el mundo abajo. Algunos se van el primer día porque no se bancan las reglas, pero lo que más me emociona es cuando me dicen que si no fuera por los talleres hubieran caído en las adicciones", resume el sacerdote acentuando el valor de prevenir.
Admirador de Monseñor Enrique Angelelli, seguidor de la opción por los pobres y los curas del tercer mundo, Mariano no le saca el cuerpo a la política. Más cercano a las ideas del peronismo kirchnerista, que apoyó de parto su obra, no despreció la continuidad del aporte del Sedronar en tiempos de Mauricio Macri y mucho menos la cercanía del gobierno cordobesista de José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti. Se reconoce un tipo político que abraza las causas colectivistas, sin embargo se muestra transversal ante los poderes, dando y recibiendo por izquierda y por derecha, las palmadas solidarias. No disimuló su apoyo a Juan Grabois para las primarias presidenciales, hizo campaña activa por su amigo Daniel Passerini para la intendencia de Córdoba y saludó la llegada de Martín Llaryora a la gobernación. Gracias a ellos la causa de Oberlin sobrevive al ajuste de Javier Milei.
Los chicos lo aman, dan la vida por él y le dan fuerzas porque, a veces al "Pelado", le dan ganas de tirar la toga. "Nosotros le damos fuerza a Mariano, porque él es el que primero se levanta para rezar y el último que se sienta a descansar. Maneja las herramientas mejor que nosotros y tiene una energía inagotable", cuenta Francisco, al tiempo que se manifiesta orgulloso porque hace cinco años no consume.
Entre el cementerio San Vicente y la costanera del río Suquía, donde los militares escondían las flores, resucita una esperanza. Dios y el diablo hacen horas extras en los talleres de la fundación y el Padre Mariano reparte ostias, responsos y herramientas para el cuerpo y para el alma. Apasionado de la obra popular de Jesús y su palabra, esquiva a los Herodes de la droga, los Pilatos del juzgado y los purpurados del púlpito, honrando el mandato familiar de dar hasta que duela.
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