En las sierras, en las calles, no hablan de ti, Pilcher
Ver Primera Parte: Jorge B. Pilcher, un inglés andado y desandado
Cristina Boixadós
En decires e historias de las serranías del norte cordobés no reconocen tu presencia, George Pilcher. No eres Funes, no eres Argüello, no eres Pitt, no eres... Eres un inglés de Liverpool, andariego, intrépido, sagaz para los negocios. No percibes que los cordobeses no te quieren, aunque tu hija Estela se casó con un Rodríguez de la Torre, aunque tu hija mayor, Delia, lo hiciera con un descendiente de Artigas. No es fácil entrar en la maraña de los hilos de sociedades pertrechadas, tramadas entre la espada y la religión.
Te borraron rápido por ser parte de la camarilla de los hermanos Juárez cuando se desmoronó la situación económica y financiera del país en 1890. Te quedaste sin laboratorio, sin estudio, sin chapa y, sobre todo, sin encargos fotográficos.
La peleaste Pilcher, peleaste para hacerte un lugar en esta ciudad. Viniste de Mercedes ya casado con una hermana de un fotógrafo reconocido en todo Uruguay con la intención de abrir una sucursal a nombre de este. Por eso se entiende el sello de la siguiente carte de visite
A los meses debiste ver las posibilidades de independizarte cuando la fotografía llegaba a un público más amplio, cuando se armaba y se desarmaba cuatro veces la Exposición Nacional de las Artes y las Industrias. No te animaste a ser el artífice de la cámara, pero contrataste a tu amigo inglés Alejandro Witcomb –el que habías conocido en la sucursal del Banco Maua de Mercedes y quien ya se había iniciado en Rosario con este oficio– para que fuera el fotógrafo en el atelier de la calle 27 de Abril, a media cuadra de la Plaza cordobesa. Firmaron en noviembre del 1870 un contrato por dos años por el cual te convertías en el socio capitalista y él, en el socio industrial, quien pondría su sello en los retratos y vistas.
Después de Witcomb –quien se instaló entonces en Buenos Aries con una carrera prometedora– contrataste a otros especialistas de la fotografía: Luis Arnuzio, proveniente de Uruguay, Clemente Artigue, quien se había desempeñado en el estudio de Christiano Juniors y Manuel Fernández Narvaja, el cual se destacó, luego, individualmente por sus habilidades artísticas y fotográficas. Vos te encargabas de notificar en los diarios sus aptitudes y los avances técnicos que se incorporaban a tu estudio.
Y ya empezabas a tener cierto nombre como empresario y sobre tu estudio recayó el encargo que el Presidente Sarmiento hizo al Gobernador de Santiago del Estero, Absalón Ibarra, referido a la obtención de vistas de esa ciudad madre tan poco visible en 1874. Allá te fuiste con Clemente Artigue quien capturó diecinueve tomas, entre ellas: las residencias de los Ibarra, el Cabildo, el Colegio nacional, el Mercado, la Plaza, la Catedral en construcción, etc.
En octubre del 2015 fui detrás tuyo, para constatar encuadres, planos, paisajes. Estuvimos con Sofía Maizón tres días desandando tus huellas entre oficinas gubernamentales, bibliotecas y librerías. En ocasiones acompañadas por el fotógrafo Gustavo Tarchini para subir a terrazas escatimadas.
¡Oh casualidad! Otra vez tu obra se dispersa, se pierde sin tu nombre entre los anaqueles del Museo Histórico Nacional. Unas planillas ya amarillas de un relevamiento fotográfico del Museo Nacional realizado por el conservacionista Hugo Gez, que sin querer leemos con el investigador Luis Priamo entre sus papeles, señalan que allí se conservan fotografías de Santiago del Estero tomadas por Clemente Artigue. Son doce tomas que algunas se reiteran entre las compiladas en tu álbum "Vistas - Córdoba", el que guardaba celosamente Efraín Bischoff. Corría el año 2016 y Sofía Ogiuc, encargada de esa sección del repositorio nacional, aunque, de vacaciones, en dos días movió lo necesario para yo completar la secuencia de las vistas santiagueñas.
La peleaste también con Christiano Junior, el mayor de los fotógrafos. El único –se dice desde la capital nacional– que recorre las provincias entre 1878 y 1883, y quien –también se dice– obtiene las mejoras vistas, retratos de costumbres y de oficios. Sin embargo, vos publicaste en el diario El Progreso que en Córdoba no tuvo tanto éxito porque existía tu estudio de Fotografía Inglesa.
Ya habías acompañado con tu cámara o la de tus ayudantes, la construcción del Ferrocarril Central Argentino entre Córdoba y Rosario (antes de 1870), la del Ferrocarril Andino en la década de 1870, y luego, te designaron, junto con otros, para fotografiar los trabajos de la línea del Ferrocarril Central Córdoba a Tucumán. Por eso se explican en tus álbumes imágenes de las tantas estaciones, de puentes sobre arroyos, de paisajes desolados del sur y del norte cordobés.
Me recorrí casi todos tus rincones fotografiados. En cada localidad un lazarillo aparecía presto a guiar mis pasos. Cada huella borrosa que dejaste me insuflaba y me insufla aún, más fuerzas para reparar tu ausencia, tu inexistencia.
Fui en enero del 2016 a Mercedes de Uruguay, donde el escribano Alfonso Arias me abrió sus saberes y archivos para encontrar documentos que solo él podía encontrar. Atravesé una y cien veces la plaza de esa ciudad ya que mi hotel estaba en una de sus cuadras laterales, en la misma donde había operado el Banco Maua. Recorrí también los sitios de los Fleurquin y los de Christiano Junior. Quizás allá habrás firmado con tu cuñado el contrato que te empujó a venir a estas tierras mediterráneas a probar suerte, cuando el banco se desmoronaba, los enfrentamientos civiles no daban tregua y la epidemia de cólera avanzaba paulatinamente de este a oeste sobre tierras sudamericanas. Llegué hasta Montevideo, para ver los diarios y encontrar lo que no encontré, pero estuve con un sobrino bisnieto de Josefa, Carlos Fleurquin, quien se maravilló de escuchar de la vida de Josefa. Sabía que había venido para Córdoba en 1870, ya casada con un tal Pilcher, pero luego se perdieron las noticias, las cartas. Hasta ahora, esos descendientes son los únicos familiares que saben de mi andar atrás tuyo.
En 1880 ya te habías forjado como fotógrafo, ya tenías las relaciones bien moldeadas y los contactos políticos con el juarismo para que los encargos continuaran recayendo sobre tu estudio. Ya también pertenecías a una logia masónica, como muchos, como todos los allegados al poder de los Juárez. Habías mantenido tu negocio siempre en la palestra y, con cierta continuidad, tus avisos y notas periodísticas daban lustre a la casa fotográfica de la calle 27 de Abril. Por ejemplo: el diario El Progreso, de neto corte liberal, siguió palmo a palmo la comitiva del gobernador cuando inauguró el puente que comunicó Villa María y Villa Nueva y tu fotografía testimonió ese momento.
Para saber de qué se trataba esa "Fiesta en Villa María", debí ir a esas ciudades con mi lazarillo, en este caso con el escritor Iván Wielikosielek, quien primero me llevó a conocer a Eduardo Puente, encargado del archivo de imágenes de la Universidad Nacional de Villa María, quien apenas vio la foto en cuestión, recordó una publicación digitalizada de la Revista de la Sociedad Española del año 1932 donde se comentaba que esa toma correspondía al momento de la inauguración del puente sobre el Río Tercero. Ya en Córdoba y en el archivo del Arzobispado, pude leer los ejemplares de dicho diario datados entre los últimos días del 1880 y los primeros del 1881 que notificaban la dimensión de la obra, la fiesta de inauguración.
De Villa María fuimos a Villa Nueva siempre guiados por Iván y también gracias a él, pude revisar los escritos de Pepe Cacciavillani donde menciona a Francisco Tonse, inglés y protestante, participante en una gestión vecinal de Ballesteros. Y vos lo retratas en su carpintería y herrería de este pueblo surgido por las líneas del Ferrocarril Central Argentino.
Ya eras miembro de la comisión municipal de Obras Públicas y recibiste el privilegio de ser el elegido por licitación de 1883 para obtener la primera panorámica de Córdoba y también de obtener las primeras tomas icónicas de la modernidad para acompañar el libro propagandístico del oficialismo publicado por Santiago Albarracín en 1889.
Pero sobre todo recayó en vos, el encargo de seguir palmo a palmo las obras del Dique San Roque. Por eso te busqué en los paisajes de Bialet Massé, de Santa María, con Mónica Bustos y Yiyi Cejas, conocedoras de secretos y perfiles de la geografía de ese sector de Punilla. Leí bibliografías regionales y documentos guardados, escuché a memoriosos para encontrar tus encuadres. Y también con ellas recorrí, una y otra vez, los paisajes de Cosquín, donde fotografías el camino nuevo de Córdoba a esta ciudad y los puentes sobre los arroyos donde se instalaba la línea del Ferrocarril Córdoba y Noroeste que llegaría a Cruz del Eje en 1891.
Fui también varias veces a la ciudad de Jesús María, algunas con Sofía Maizón, otras guiada por Martín del Fabro, un investigador prolijo y exhaustivo, de apenas 16 años, con quien estudié las planchas catastrales recogidas por él de un tanque de agua, para poder confirmar la ubicación del Hotel Suizo.
Y viajé a Río Cuarto donde el Jefe del Archivo Histórico se maravilló de las imágenes del Banco, de la Plaza, de la Catedral a medio hacer, de la antigua Iglesia de San Francisco, y tantas otras de esa ciudad.
Y sigues reapareciendo de golpe, de repente, siempre exigiendo investigaciones, para solo platearme hipótesis difíciles de corroborar. Por ejemplo, en el año 2023, apareció un álbum en la basura de Villa General Belgrano, ya destrozado, cuya tapa – dicen– tenía la inscripción de su título en inglés. Esta, ya amohecida, no se resguardó; se salvaron, en cambio, más de cien soportes con sus respectivas imágenes ya pandeadas y deslucidas. Otra vez a medias tus rastros. Los pies de fotos escritos en su margen inferior indican que son tomas de Neuquén, Mendoza, La Plata, Buenos Aires, Uruguay y Paraguay. Con Gustavo Russo, el propietario actual de estas imágenes sueltas, sin orden, no podemos confirmar si es tu mirada y es tu cámara la que anduvo por tantos lados. Pero solo una foto de tu estancia San Jorge me asegura tu presencia, está retratado un grupo de hombres, seguramente del poder político con sus respectivas familias, entre los cuales puedo distinguir el rostro de Ramón J. Cárcano, al centro. Un trazo firme de lápiz grueso agregó la fecha "1884" al pie de foto "Estancia de San Jorge". Otras imágenes son las mismas que incluiste en tus álbumes ya conocidos. Otras, inéditas.
La peleaste Pilcher. Te hiciste fotógrafo, pero ¿pudiste capturar tanto paisaje, tanta geografía? ¿o fuiste un compilador de imágenes compradas cuando aún no regía el concepto de propiedad intelectual? Puedo deducir una respuesta afirmativa a esta última pregunta al reconocer imágenes de la plaza San Martin, firmadas por Witcomb o por Cesare Rocca, que están compiladas en tus álbumes(1). Otra hipótesis me permite pensar que pudieron ser tus artistas –empleados calificados– los que recorrieron tanta diversidad territorial.
Seguramente ya sin estudio fotográfico desde 1892 cuando se remataron tus equipos e insumos, y sin estancia y hotel, debiste ver como sobrevivías. Te empleaste en el Banco Provincial sin demasiada jerarquía ni sueldo; atrás había quedado tu cargo de gerente del Banco Maua de Mercedes de Uruguay.
Y empezaste a vender tus obras, ¿una a una? ¿en conjunto? Un documento da a conocer que ofreces en venta a la Provincia una colección de las obras de Riego(2). Seguramente no era el momento político para la venta, y pasaron más de 20 años, cuando tu yerno, Julio Rodríguez de la Torre, y tu hija María Leticia escribían al Ministro de Obras Públicas ofreciendo en venta una colección fotográfica completa de las obras de irrigación del Dique San Roque(3). La venta se debió concretar, pero a un precio mucho menor de lo estipulado por los vendedores.
Y me pregunto que fuiste a hacer a Catamarca en 1909, de donde volvías –al parecer solo– ya que el intendente de la línea férrea entre Telaritos y La Guarda comunica que has fallecido repentinamente en ese trayecto(4). Quizá intentabas vender algunas de tus imágenes. Por lo que supongo que a Pietro Righetti le vendiste quizá los cuatro álbumes existentes aún en su casa de la calle Salta de Córdoba.
Pero ¡Oh sorpresa! ¿Qué hacen veinte cartones con tus imágenes conocidas en Aranno, en un pueblo del Ticino (Suiza) de 350 habitantes? Te encontré en octubre del año 2023 en el ático de una casa rural ya remodelada. Allí están en la casa de los Boffa Righetti, resguardados de generación en generación por su bisnieto Adriano Comazzi.
Los imaginé a ambos intercambiando figuritas y mates en una tarde cordobesa. Y reflexioné que ambos supieron resguardar la memoria visual de esta ciudad, de esta provincia. Ambos han sobrevivido a pesar de los silencios, de la desidia. Ambos fueron difíciles de investigar, de reamar vuestros derroteros. De ambos puede haber más tesoros por descubrir.
Y ahora, ya están en museos, en exposiciones, en libros, en librerías, en calles.
(1) Ver el libro Imágenes de Córdoba, Fotografías de Jorge B. Pilcher 1870- 1890, Ediciones de la Antorcha, 2017, pág. 21 y 22.
(2) A. H. P.C. Hacienda 1903. Tomo 1 Diversos asuntos. Folio 130. Gentileza Carolina Chaij. Febrero 2024.
(3) Archivo de Gobierno. M. O.P. Tomo 4. F. 274/275 y 282.
(4) A. H. M. C. Notas varias. agosto- diciembre de 1909, Libro B 7-7. Gentileza Ana Sofía Maizón 2020.
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