Jazmín y el Pelícano
Cuando el boleto es una canción
"Las canciones que forman parte de Mapamundi nacieron, en su mayoría, en pandemia o en la primera post pandemia. Ahora siento que surgieron de un deseo de estar en otros lugares, o de mirar mis propios espacios con ojos nuevos."
Santiago Pfleiderer

El arte no sólo sirve para escapar(nos) sino también para crear una realidad más amable que nos permita no sentirnos tan solos, tan extraños.
Existen encierros físicos, mentales, emocionales. Muchas veces se combinan. Y las trampas no siempre se pueden sortear con facilidad.
Las realidades que nos rodean (y que a veces nos encierran) se pueden ver desdibujadas por el deseo de elevarnos por sobre eso que de alguna manera oprime. El arte nos permite crear y recuperar eso que Roberto Arlt llamaba los espacios prodigiosos, esos pequeños mundos mentales a los cuales uno se evade cuando la realidad sofoca.
De esta manera, Jazmín y el Pelícano construyeron un mundo propio de sonidos y de historias, donde lo fantástico y lo real maravilloso se funden para darle textura, voz y color a nuevas posibilidades de existir.
Jazmín Demarchi Olivera es una artista que nos convida con sus nuevas realidades desde una voz profunda y paisajes sonoros oníricos. En 2022 su proyecto musical Jazmín y el Pelícano fue seleccionado en la Convocatoria de Fomento del Instituto Nacional de la Música (INAMU), y en noviembre de 2024 apareció en las diferentes plataformas su EP debut titulado Mapamundi. En este álbum hay cinco canciones: "Budapest", "Sorocabana", "Historia de un geólogo (Wegener va)", "Tren", y "El viejo López", en las cuales se funden los sonidos experimentales y frituras de vinilo con historias que se entrelazan con un imaginario literario tan real como etéreo.
Este cronista celebra la posibilidad de crear esos espacios prodigiosos que nos salvan de nuestros basurales, que nos ayudan a llegar a esos paisajes que queremos habitar.
-¿Cómo es tu vinculación con el arte, de dónde nace?
-Crecí en una casa muy atravesada por lo artístico. Desde que era muy chica, mis viejos me cantaron canciones, me leyeron cuentos, me llevaron al cine y a obras de teatro. Ellos escuchaban mucha música y también les gustaba tocar: en el living de mi casa mi mamá cantaba y mi papá la acompañaba con la guitarra. Muchas veces mis hermanos y yo nos sumábamos a eso.
Por otro lado, siento que la expresión artística fue algo de lo que fui apropiándome cada vez más como una forma de supervivencia en algunos contextos hostiles. En mi primera adolescencia tuve períodos en los que me aislaba y sólo veía pelis, leía y escuchaba música. También escribía mucho. Después fui a una escuela artística donde empecé a tener clases de canto, entre otras cosas. En general, en las escuelas a las que fui, siempre aprovechaba cada oportunidad que tenía para actuar, cantar o para mostrar lo que escribía.
-¿Qué es Jazmín y el Pelícano? ¿Cómo nacieron las canciones que forman parte de Mapamundi, tu primer EP?
-Jazmín y el Pelícano es mi alias musical. Fue un tema para mí decidir cómo presentarme: no estaba segura de hacerlo con mi nombre y mi apellido, sentía que no terminaba de servir para contextualizar mi música. A la vez, siento que el "Y el Pelícano" sirve para hablar de todo aquello que interviene en mi música pero va más allá de mí.
Las canciones que forman parte de Mapamundi nacieron, en su mayoría, en pandemia o en la primera post pandemia. Ahora siento que surgieron de un deseo de estar en otros lugares, o de mirar mis propios espacios con ojos nuevos -de vivir de otro modo, de alguna forma- en un momento en que nuestra circulación estaba sumamente restringida. Siento que hubo un vínculo con el entorno que se rompió en ese momento: fue como si tuviéramos que olvidar todo lo que habíamos aprendido respecto a cómo habitar el mundo. Primero, escuchar cierta música y leer ciertos libros, y después, poder producir estas canciones, para mí fueron un modo de reconstruir esa relación con el afuera que también estaba muy rota por algunas crisis personales.
-En tu búsqueda cancionística hay un halo experimental, pero también hay jazz, bossa, algo de tango. ¿Qué experiencias o viajes musicales te marcan a la hora de sentarte a escuchar y componer?
-Creo que mis influencias musicales son muy diversas. Sin dudas estoy muy marcada por la música popular brasilera que se escuchaba mucho en mi casa, y que también me interpela mucho porque el portugués fue mi primer idioma (mi mamá es de Brasil). Caetano Veloso, Gal Costa, Chico Buarque, Djavan. Por otro lado, el tango, género que cada vez me gusta más, me llegó a través de mi nonno, que siempre ponía el mismo disco de Gardel. En mi casa también se escuchaba mucho cierto tipo de rock, sobre todo por mi viejo. Y de adolescente fui ridículamente fan de Spinetta y de los Beatles. Invisible I es uno de los discos que más escuché en mi vida. Por otro lado, mi identidad musical por fuera de mi familia estuvo muy marcada por mujeres: Björk, Madonna, Joni Mitchell, Billie Holiday, Fiona Apple, Portishead, Sybille Baier. Y mi formación como cantante también estuvo bastante atravesada por el jazz.
Siento que todas estas músicas aparecen de algún modo a la hora de componer e imaginar cómo va a sonar mi música, y también la música que voy descubriendo. Pero el momento de componer se puede dar de formas muy distintas; a veces digo: "bueno, voy a hacer un tango", y muchas veces ciertos rasgos del tango van apareciendo a medida que decido hablar desde cierto estado, desde cierto humor.
-En tu recorrido hay una fuerte vinculación con la literatura. ¿Qué lecturas te movilizan hoy y qué buscás en libros y autores?
-En este momento me interesa mucho leer autoras mujeres, o autores que se salgan de lo que es una mirada hegemónica del mundo. O que me ofrezcan una perspectiva distinta respecto a lo que es mi vida, mi propia mirada. También busco ciertas cuestiones concretas en el tratamiento del lenguaje. Una autora que me marcó mucho en el último tiempo fue Marosa Di Giorgio, por ejemplo. Me interesa mucho la poesía y el trabajo con imágenes poéticas.
Pero la verdad es que mis lecturas son bastante diversas. Ahora estoy leyendo a una japonesa que vivió en el año 1000 (Sei Shonagon, El libro de la almohada). Si tuviera que decir mis autoras favoritas de los últimos años, elegiría a Marosa Di Giorgio, Claire Keegan, Silvina Ocampo, Sharon Olds y Mary Oliver. Y le agregaría a Truman Capote, pero sólo porque es uno de mis autores favoritos, en general.
-¿Quiénes son los músicos que te acompañan en Mapamundi?
-A Mapamundi lo produjimos con Dylan Martin, con él encaramos el proceso que llevó a las canciones a ser lo que son ahora. El trabajo con Dylan fue de las experiencias más enriquecedoras y transformadoras que tuve en mi vida artística. Fue una especie de simbiosis musical, que también estuvo facilitada por una enorme cercanía humana. Si bien ya nos conocíamos, Mapamundi nos volvió muy amigos.
En la guitarra de todos los temas, salvo en "El viejo López", estuvo Dante Demarchi, que es mi hermano, y con quien tocamos desde que éramos adolescentes; tuvimos una banda durante muchos años. No sé si existe otra persona con la que compartamos en ese nivel una sensibilidad musical.
Por otro lado, la percusión fue grabada por Julia María Pereyra, con quien pudimos hacer algunas indagaciones tímbricas que les aportaron muchísimo a las canciones. El piano y el teclado de "Sorocabana" fueron un aporte de Delfina Ferrari Alcaraz, que tiene un acercamiento muy creativo a su instrumento, y con quien pudimos jugar un montón. Y por último, la guitarra de "El viejo López" fue hecha por Paz Aravena, que dinamizó mucho la canción y le dio la onda surf-rockera. Todos los músicos contribuyeron de forma muy personal y singular al EP.
-¿Por qué tus canciones están dentro de un mapamundi?
-La elección del nombre Mapamundi surge de que en todas las canciones aparecen espacialidades muy diferentes, tanto en lo musical como al nivel de la letra. En "Budapest" están el espacio de la casa y la intimidad, por un lado, y de la ciudad, por el otro. Este último también aparece en "Sorocabana", pero a través de un espacio común, la cafetería. En "Historia de un geólogo" aparece Groenlandia y un exterior más salvaje; en "Tren", un entorno más onírico y surreal; y en "El viejo López", el escenario del campo y del pueblo. Así se fue construyendo un pequeño mundo hecho, también, de situaciones y personajes muy diferentes entre sí: personajes que son parte de los lugares que habitan. Cuando compuse "Sorocabana", por ejemplo, ya venía con la intención de componer una canción sobre cierto tipo de vínculos de amistad, pero lo que terminó de configurarla fue imaginar dónde era que estas dos amigas se encontraban. Todo esto también se trabajó mucho en lo que fue el diseño sonoro del EP. Además de los arreglos y de la música, fue una preocupación poder construir esos espacios desde el sonido.
-¿Qué cosas de la escena local te gustan o te llaman la atención?
-De la escena local me llama la atención la diversidad musical y el compromiso que hay a nivel artístico. Hay muchas bandas y artistas que tienen una identidad musical propia y que realmente tienen algo para decir; algo que, hace unos años, yo sentía que estaba un poco perdido. Es un momento de mucha efervescencia artística, quizás en parte como reacción a la situación política opresiva que estamos viviendo. Creo que también hubo un florecimiento post pandémico en el que resurgieron las bandas como formación. Apareció mucho esta necesidad de reunirse a hacer música, de reunirse a escuchar música, de hacer eventos para encontrarse con otros. Concretamente, me interesan mucho las propuestas de Gota Pedal, A la vera, Lucía, Hechizo Animal, Giorgi Gatti, Durante, Hermit Holmes, Dylan Martin, entre muchísimos otros músicos. Es increíble la cantidad de gente talentosa que hay en Córdoba.
Instagram: Jazmín y el Pelícano
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