Horacio “el Cabezón” Sotelo
La poesía y la ciudad, dos perros tobilleros
Santiago Pfleiderer
En la literatura argentina (sobre todo a partir del siglo XX) el problema de la espacialidad está casi siempre latente, en tanto que autores, obras y poéticas hacen referencia constante al lugar desde donde se escribe. Eso permitió realizar una programática literaria en torno a cuestiones centrales como la identidad y la historia, ni más ni menos. Si se hace un recorrido por obras y autores ser verá que el ámbito de lo urbano es tomado, muchas veces, como un espacio de perversión, es decir, donde se produce una relativización de valores morales y éticos, pero así y todo, desde Roberto Arlt con sus Aguafuertes Porteñas, pasando por Juan Martini con su Puerto Apache, y Carlos Busqued con Bajo Este Sol Tremendo, o Enzo Maqueira con Electrónica, la literatura argentina ha podido dar cuenta de lo difícil que es intentar entender y descifrar a una sociedad heterogénea y fragmentada. El ámbito urbano es planteado –incluso quizá sin formar parte de la propuesta- como un espacio de pérdida de "valores".
La verdadera vida está en las calles, y la experiencia cotidiana es lo que permite sobrellevar las vivencias urbanas y reflexionar, aunque sea unos minutos, sobre ellas. En Córdoba, Daniel Salzano fue quién a través de la precisión de su observación y de su pluma logró construir mitos entre bares y cañadas.
El alma de la ciudad es plasmada como un espacio generador de conductas en oposición a otros espacios vistos desde la ciudad. La ciudad como un espacio lleno de mitos y misterios, lleno de miserias y de historias, lleno de voces calladas, de seres y objetos a punto de hablar. La urbanidad como generadora de sentidos, la ciudad como creadora de conductas, configura a los seres que habitan en ella. Sin embargo la ciudad asfixiante nos permite volar, es decir, los "espacios prodigiosos", esos lugares a los que nos lleva nuestra imaginación son inventados por el hombre para poder ser salvados –aunque sea unos segundos- de la agobiante rutina. Se crean espacios de proyección psicológica (los sentimientos, las visiones expresionistas) pueden ser recurrentes.
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Desde la política se ha intentado definir a Córdoba como una isla, como una entidad aislada del resto del país pero, sobre todo, aislada de los acontecimientos culturales masivos de Buenos Aires. Y en ese cambio de paradigmas hay quienes quedaron atrás, quienes nacieron a partir de él, y quieres atravesaron las formas y los métodos para consolidar carrera y asumir que lo mejor siempre está por venir.
La experiencia urbana, muchas veces de la mano de la desigualdad y la miseria, nos lleva por calles despiadadas y horas desfiguradas. La psicodelia, el deseo, el arte, la frialdad de tanta gente que camina muerta, el ruido sordo de las calles. En este caos el arte se atreve, alguna veces minúsculamente, a crear mitos, a buscar la poesía en lo cotidiano, donde quizá no la haya; mitos que le devuelvan el sentido a una sociedad anestesiada y rota por los efectos del capitalismo; los rituales y la mística desprejuiciada que sólo nos lo da el arte, el amor y el sexo, como búsqueda y como motor.
En medio de esto hay poesía, calles, lugares y personajes que se cuelan para contar y sustentar una historia que es la de todos nosotros. El periodismo y el juego de la literatura hacen justicia. Así pretendo que se entienda.
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Horacio "el Cabezón" Sotelo nació en la ciudad de Quilmes el 10 de octubre de 1945, "justo antes de que empiece la historia argentina", solía decir. Era buen alumno y un gran lector, pero a los 13 años tuvo su primera sevillana y empezó a robar.
"Yo fui ladrón por vocación, por fascinación, no por necesidad. Yo iba a las cosas, no a las vidas", aclaraba el Cabezón.
En 1969 cayó preso. Estuvo en Devoto, en Caseros, en Olmos, en la Pampa. Robó relojes, autos, camiones de carne, financieras y bancos. Salió en libertad a finales de 1978.
Luego se vino a Córdoba y, escapando de la delincuencia, forjó una nueva vida entre la marginalidad y la literatura. Trabajó en hornos y cortaderos de ladrillos, fue peón de albañil, vendió cubanitos con dulce de leche en la esquina de 27 de Abril y la Cañada, y fue colaborador de la revista La Luciérnaga, la revista de los chicos de la calle. Durante años se lo supo ver sentado en el bar La Alameda (¡cómo se lo extraña!) con su barba blanca y su inconfundible boina roja, siempre junto a una Brahama helada.
Publicó los libros de poemas Los Versos del Ladrón, Corazón de pájaro, Los Habitantes del Abismo, y Cavernas, y en 2005 publicó Alias Árbol, su primera novela, que tuvo una gran recepción entre los lectores.
La primera vez que lo encaré (año 2007 o 2008, quizá) él estaba sentado en el bar que queda frente al Colegio Nacional de Monserrat. Me acerqué y le dije "Hola, Cabezón, vengo a buscar tu novela, Alias Árbol", y me respondió en seco: "Sentate, pibe, seguro que a vos te gusta leer cosas de Jim Morrison, de Baudelaire, Bukowski y Roberto Arlt, y te gusta Led Zeppelin, los Doors y Pescado Rabioso...". Así nos tomamos una Brahma y charlamos. Me llevé su libro.
"El Cabezón" Sotelo murió en diciembre de 2012 en medio de la pobreza, enfermo, y con su casa incendiada.
Si hubo alguien a quien la ciudad moldeó en su piel, alma y carácter, ése fue él. Si hubo Rock, redención, mística, historia, y un destino torcido por las palabras, eso fue en la vida del "Cabezón" Sotelo.
Algunos de sus versos para mantener prendida la brasa de su poesía:
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"Nunca te subas al viento del Norte,/ amigo,/ nunca te subas/ El viento del Norte/ lleva locos/ y trae muertos.../ Nunca te subas al viento del Norte,/ amigo/ De quienes fueron sus pasajeros/ están llenos/ las cárceles y los cementerios."
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"Así, pibe/ el cuchillo con tres golpes/ a un costado y al otro/ el grito/ y arriba/ la muñeca floja, pibe/ flojita/ trate bien a la faca/ trátela como a una niña./ Y el grito pibe,/ montado en la puñada/ el grito paraliza./ Mire a los ojos, pibe/ en los ojos está todo/ la muerte y la vida/ el cuchillo amaga/ los ojos avisan."
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"Cinco pasos/ las rejas/ cinco pasos/ la pared. ...Cinco pasos/ las manos atrás/ la vista baja/ la mente en blanco".
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"Semáforo rojo/ Detenés el coche/ y no notás/ lo que el asfalto salpica/ cuando las ruedas frenan./ Criaturas irreales/ saltan de la vereda,/ en sus manos/ un secador, golosinas,/ La "Luciérnaga",/ lo que tienen en la mano,/ es el último eslabón,/ la única posibilidad de no caer/ y a ella se aferran (…)/ No, no te culpo/ defendé tu realidad,/ tenés derecho a ella,/ trabajaste toda tu vida,/ formaste una familia,/ pagás impuestos, votás,/ no sos culpable de la pobreza,/ la corrupción, la delincuencia/ Las culpas siempre son ajenas/ y qué distantes/ y seguros nos sentimos/ protegidos por la coraza de la indiferencia."
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"Viajá conmigo, /te invito/ a dar una vuelta por el pasado/ ponete el cinturón/ se anda muy rápido/por esos caminos/ te llevaré a la vieja cancha de Quilmes/ con sus tablones semipodridos/ y en medio de la hinchada/ agitando banderas azules y blancas/ saltarás y gritarás conmigo/ Viajá conmigo./ Caeremos presos/ y conocerás Devoto, Caseros/ y en La Pampa/ Caminarás en los recreos/ del brazo de los carteles/ Saldremos en libertad/ y volveremos a robar/porque nos gusta la noche/las minas platinadas/los caballos, los garitos. Pero sobre todo porque probamos la peor de las drogas/ el peligro/ y queremos seguir probando/ y en una celda gastarás tu juventud/ y te romperás día a día/ hasta quedar hecho añicos/ Yo me bajo/ para mí/ hasta aquí llegó el viaje, amigo./ No, no te he traicionado/ ni mentido/ sólo hice con vos/ Lo que hicieron conmigo."
Nació en agosto de 1984 en la ciudad de Córdoba. Estudió Letras Modernas y Comunicación Social en la UNC. Desde el año 2007 ha trabajado y colaborado en programas de radio y en diferentes medios gráficos como periodista cultural. Publicó los libros Rapsodia Bohemia (novela, editorial Antiplán, Córdoba, 2012), y Poemas de Látex (Ediciones de Autor, Córdoba, 2014). Su escritura está atravesada por la música y las artes marciales japonesas. Participa en varias antologías literarias y en publicaciones periodísticas.
spflei.prensa@gmail.com
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