Las fuentes comunes de lo estético

Verónica y Andrea Molas

Dos hermanas van tirando de a poco del hilo de los recuerdos en una charla, en busca de los aleteos artísticos del origen. Dos hermanas hacen memoria sobre los momentos, los detalles, los objetos y las vivencias que hicieron a las formas de la emoción, alimentando sus acercamientos a la sensibilidad artística. Unos dibujos, unos libros, unas músicas, unos descubrimientos que se van tejiendo en ese recuperar, entre ambas, algunos momentos significativos de la infancia, de la adolescencia y de la vida adulta. La conversación define un fondo común en el afecto, y unas experiencias personales en los trayectos de cada una que a veces se refiere simplemente a la vida, no solo al arte.

Tierra Media se limita a provocar la chispa y a testimoniar la riqueza que emana de ese ejercicio de sororidad en el que ambas se aproximan al sentido.



Andrea –¿Te acordás del gato blanco en el cuaderno de la escuela? Porque la idea fue pensar en el primer registro de un trazo, con todo lo que pueda decirse acerca de un trazo.

Verónica – Claro, aquel gato blanco que había que pintar, según puso la maestra, y que yo me puse firme y que le dije, no, si el gato es blanco y la hoja es blanca, ahí está el gato blanco. Fue quizás uno de los primeros dibujos así en blanco y negro, como dibujo ahora, y también aquellos planos que dibujaba de niña, aquellos planos de casas, que me encantaban, que cuando después conocí la obra de Guillermo Kuitca, me acordé de aquellos dibujos en el tablero del papi, y que nos traía hojas del trabajo para reutilizar, hojas con huequitos de aquellas viejas impresoras, y detrás tenían los números, y del otro lado lisas para que podamos dibujar ahí en el tablero de la casa de Barrio Maipú. Quizás nuestras primeras experiencias creativas, y te recuerdo en aquellos primeros programas en los que vos aprendiste a leer, y de muy chiquitita, de cuatro años creo.

A – Recuerdo muy claramente esos blocks de las impresoras, con los agujeritos ambos costados, y biromes, muchos biromes, yo también dibujaba casas. Es algo bastante corriente que los niños dibujan casas como una forma de plasmar los espacios, y los deseos en relación a los espacios. Y claro que me acuerdo de "Plaza Sésamo" porque, además, ese recuerdo está pinchado en la goma eva de los recuerdos, porque se habló mucho de ese episodio, de esa situación de haber aprendido a leer con ese programa. A estas cuestiones creativas las relaciono más con el juego, con lo fluido y natural del juego, con el no pensamiento, con el tiempo libre de la infancia y con una noción y una experiencia en relación al tiempo que es muy distinta. Hay tiempo, en la infancia hay tiempo.

V – Y no era fácil, en un mundo donde está todo indicado, cómo hay que hacer, incluso también en el mundo del arte, pensando en las academias, en la formación, en los mandatos, tanto como en el mundo social, que van cerrando el círculo de posibilidades. Y me parece que la práctica, me gusta esa palabra, así como se dice práctica artística, o la práctica curatorial, poder tener como un margen de arbitrariedad, y de la posibilidad de ambigüedad que propone todo lo artístico y, en relación a la infancia, qué hermoso poder rescatar una de grande todas estas cuestiones que después que una toma desde su propia infancia como tema o como recurso, como estrategia para seguir en distintas prácticas que una va haciendo, como volver a los lugares de la infancia, al hacer en la infancia, que como vos decís, tiene que ver con otra cosa, con eso que decís: hay tiempo en la infancia, es un tiempo que no está marcado por la cuestión del mundo, después regido por los horarios, por los calendarios, todo eso va asfixiando un poco el tiempo. Cuando dibujo también me pasa eso que yo me olvido del tiempo, de no tenerlo controlado.

Viendo un poco el gatito del inicio del diálogo, aquel gatito de la infancia, me hizo acordar del otro gatito que tuvimos cuando compartimos aquella casa de calle Rivadeo, el gatito Oliverio, una vez se quedó muy quietito, y yo hace unos años que no dibujaba y esa quietud del Oliverio me llevó inconscientemente al dibujo, fui a buscar una libreta y lo dibujé. Hacía mucho que no hacía un dibujo así figurativo y lo retraté, y ese retrato del Oliverio marcó un punto de inflexión en el retorno al dibujo.

A – Recuerdo muy claramente esos bocetos, esos dibujos. ¡Qué inspiradores que son los gatos!

Y volviendo a la lectura, recuerdo que no había tantos libros en la casa familiar, no han sido tan lectores, sí han sido declamadores, tienen mucha poesía oral de su juventud, o los libros de sus casas. Y había un afán, de mi parte, que tuvo que ver mucho con el olor, la textura, con leer, primero aprender a leer, saber descifrar esos signos y después pedir libros. Y eso también es como una decisión, yo la siento así, que no fue que fue dado o que estaba ahí y lo tomé, un impulso y una decisión al pedir libros.

V – Nunca me voy a olvidar del papi y la mami haciendo un viaje a Buenos Aires y nosotras pidiéndole que por favor nos trajeran un listado de libros entre los que estaba Cortázar, por ejemplo. Se me vino ahora a la cabeza pasar algunos momentos de enfermedad en la cama leyendo, ¿no? Y conectando ahí con la imaginación. Y en la adolescencia, ya más activas, el arte en la calle, el festival de teatro, ir a las librerías y empezar a hurgar. Y bueno, en esa primavera alfonsinista, por decirlo así, como se suele calificar esa época, había una ebullición cultural, y creo que tenemos todavía ejemplares de algunas revistas de esa época, y los libros, y todo lo que uno empezó a descubrir con mucha ansiedad, con ese asombro, ese asombro por todo lo que uno podía descubrir, que es algo que yo por ahí le digo hoy a mis alumnos. Bueno, las bibliotecas y las librerías están vigentes. Eso que decís del contacto físico con un libro, del objeto libro, qué hermoso que es, que uno hoy también lo puede disfrutar porque hay tantas librerías chiquitas, tantas editoriales independientes, algo tan bello que también sigue floreciendo, por suerte, por lo menos por ahora, y bueno, eso también a uno le da como muchas ganas de seguir indagando.

A – Me gusta que usaste esa palabra hurgar, porque es una palabra que me encanta tanto el sentido que tiene, pero como el dibujo de la palabra es muy lindo y la acción de hurgar es erotizante.

Es como una cuestión de abrirse al mundo, ¿no?

V – Qué bueno que la literatura y la memoria, sobre todo, nos llevan a la imaginación de nuevo. De allá veníamos, de la imaginación, ¿no?


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A – Y hablando todavía de la infancia, mientras hablamos, estoy acá buscando un disco que se me había perdido de Liliana Herrero, y ya lo encontré. Y se me viene a la mente, como de la infancia, se me vienen Pink Floyd y Chopin, digamos, básicamente. Después están otros, pero esas dos sonoridades se me vienen muy, muy a la mente. Chopin en el piano, por más que tocaba más cosas ella, ¿no? Pero a mí me generó, como esto que lo puedo evocar desde ahí, ¿no? Como mi impronta muy fuerte, esa música. Y más allá del folclore y todo lo que tocaba también. Y Rancho Abandonado. Y Pink Floyd. Había música en la casa, sonaba música en la casa. Y ellos cantaban.

V –A mí me encantan esos hitos musicales a los que hemos llegado. Sí, Pink Floyd y El lado oscuro de la luna. Es un disco que tiene casi mi edad. Es un poquito más joven. Es un disco que es del 73. Y la verdad que a mí me impresiona porque lo escuchábamos en esos baffles gigantes que tenían los viejos y que inundaban con su sonido toda la casa. Discos de Vinilo, ¿no? Estamos hablando para los lectores jóvenes, pienso. Disco de Vinilo y la otra música de Chopin sonando en vivo en un piano. Piano, piano. Piano de música clásica. ¿Y sabés qué otro disco, Andrea? Me parece que nos marcó mucho. Stan Getz. Ese disco, porque de algún modo marcó lo que iba a pasar luego con tu música, la música brasilera, ¿no? Stan Getz cantando en Buenos Aires, creo. ¿Quiénes estaban en ese disco? ¿Estaba Gal Costa o había otros músicos más? Bueno, a mí ese disco también me encantaba. Y había otras locuras por ahí. Uno de los Beatles. No recuerdo cuál era. Si era Submarino Amarillo, por la tapa, me parece que era ese disco. Y esos discos de la infancia también creo que nos llegaban vía un tío que tenía una radio. Y, bueno, como la red, ¿no? Que se van haciendo de conexiones entre las personas. Eso me parece hermoso. Cómo todo nos va llegando así también por redes. También, por un lado, las cosas que llegan, porque uno las descubre, las encuentra, porque tiene esa curiosidad, como veníamos diciendo. Pero también esas cosas que llegan desde el azar, como yo te mencionaba, este libro del cubano. Libros y música que se van cruzando en la vida de uno y que nos van marcando y que uno no lo buscó. El azar, por un lado, y por el otro lo que a uno lo llama, ¿no? Cuando uno entra a un lugar y ve un libro en la vidriera de una librería o algo, o ve el libro ahí, o veía un disco en las bateas de discos que hasta no hace mucho uno podría entrar a una disquería y pasar los discos, ¿no? Ya sean los de vinilo o los CDs, y ni hablar de las cosas que grabábamos en ese viejo equipo hermoso que tenía la doble casetera y que grabábamos lo que nos gustaba y empezamos a conectar con las primeras músicas. Ni hablar del flaco Spinetta, bueno, Charly, Fito... Empezamos a inundarnos de todo eso, y de tantas otras cosas. Folklore. Y sí, creo que también eso nos marcó mucho. No recuerdo tanto que el tango nos haya marcado en nuestra infancia.

A – Claro que había muchas más músicas, había muchos más discos, pero recuerdo particularmente y emocionalmente esas dos sonoridades. Yo voy a decir sonoridades porque son como unas sonoridades.

Me encanta porque no sé de qué estamos hablando en realidad. No hay un tema de conversación. ¿De qué estamos hablando?

V – Todo empezó con un gatito que nos llevó a las líneas, que nos llevó al tiempo, el tiempo, la literatura y de repente la música se hizo presente. Me parece que son derivas. Creo que vos usaste esa palabra también en algún momento: derivas en que una cosa va llevando a la otra y que estaban en un momento todas juntas a la vez. Son como esas experiencias abiertas y están todas juntas y creo que están como en la médula, están como en la base de lo que somos hoy. Todas esas experiencias, todas esas maneras de vivir, de pensar, de haber transitado, experimentado distintas experiencias artísticas a lo largo de nuestras vidas y cómo una cosa va llevando a la otra. Por eso digo lo de las derivas.

A – Mirá, en eso que estoy ordenando mientras hablamos recordé que hace poco, una semana, compré un libro de Caballo Negro Editora, "Disidencias leves: Antología poética" de Ida Vitale. Abrí el libro y el azar me hace ver esto de arder, callar, de originalidad, cómo cantamos, si cantamos cómo; y después otra, el tino inútil. La deriva va a tener las cosas así. Te voy a mandar fotos.

Ese libro de Ida Vitale me lo compré cuando fui a buscar el de Erri De Luca a Portacultura, y abro el de Erri de Luca y tenía, yo no sabía, tenía ese afiche adentro y me quedé de cara, porque venía como a tono de todas estas cosas que estoy diciendo, que no es raro, que todas las personas hacemos eso, como desdibujar un poco las cosas, como si lo que uno hubiera hecho fuera tan fantástico y tan extraño, tan no sé qué, único, de las cosas que uno va eligiendo. Son cosas que uno tiene por ahí a mano y las elige. Y en esto de los libros me llamó mucho la atención porque es como cuando uno dice que el celular te escucha y te aparecen propagandas de cosas que has mencionado. Bueno, hay algo también en esto que empiezo a abrir por alguna razón, lo abro al libro, lo abro al de Ida Vitale y viene a tono, digamos, de lo que estamos hablando y después abro el otro libro y viene esto. Supuestamente fue todo azaroso y me parece que es un ejemplo concreto y honesto de lo que veníamos hablando, de que uno ve las cosas y las encuentra y están ahí, podemos verlas o podemos no verlas. Hay algo de la sensibilidad y de la experiencia con la que uno se queda.

Porque iba a decir en la charla que, por más que en nuestra casa no hubiera ni libros, ni música, ni pinturas, cines, no sé, todas estas cosas entre las cuales vivimos, bueno, de todas maneras uno puede encontrar en un yuyo contrastado con el cielo porque uno mira así, uno va componiendo y puede sensibilizarse y sentirse tocado, afectado, conmovido o nada, digamos, de todos los tonos dramáticos, sino simplemente verlo y sentir un efecto de esa cosa que se ve o que se encuentra: la frase de un libro, un verso de una canción, una línea melódica, lo que sea, aunque no tenga nada, digamos, en los espacios que hemos transitado y en los que hemos vivido, uno lo encuentra, uno se conecta con eso.

V – Sí, dijiste tantas cosas que me resuenan, que me hacen eco… la sensibilidad, el afecto, y pensé en una frase que yo había leído hace unos años, una propuesta que era para algo de formación, digamos, de un grado de arte. Yo la verdad que lo sentí mucho, fue como muy desde el corazón, ¿no? Esto, lo afectado, lo afectivo y lo afectado, y me parece que tenía que ver como con esto: era un proyecto que tenía que ver con algo que venía de mi vida, entonces creo que es hermoso esto que decís, porque eso abre un espacio para desarrollar esa sensibilidad y que eso que nos puede afectar y transformar también, eso puede estar en cualquier persona. Me parece que es como recontra abierta esa perspectiva muy hermosa que estás planteando Andre. Y así como cualquier persona tiene esa posibilidad y cualquier persona incluso nos lo puede aportar, es hermoso cuando uno se encuentra y puede hablar con personas que no tienen los mismos trayectos que uno ha tenido en el arte, en distintos rubros y ámbitos del arte, o de sensibilidades más ligadas a lo artístico. Que es un devenir también de la vida, que uno ha tenido esa aproximación, a veces por lo general, en nuestro caso, creo que en nosotras dos no ha sido para nada forzado, no ha sido algo así como decir bueno, pienso esto porque me considero artista, porque estoy en el mundo del arte. Porque no, lo pienso porque lo pienso como ser humano, lo pienso desde mi sensibilidad, desde mi experiencia de vida, de lo que me fui encontrando, lo que fui absorbiendo, todo lo que me fue afectando, como bien decís, y eso me parece que es hermoso porque es una posibilidad que tenemos todos, que todos lo podemos sentir así, no solamente las personas que por alguna razón nos acercamos y nos formamos en el arte o lo practicamos en algún momento, o que nos acercamos e hicimos algo en relación a lo artístico. Pero cuando uno descubre que eso va más allá de la cuestión profesional o de práctica, o como uno lo quiera llamar, cuando es algo que está más ligado a la vida y ya como una forma de vida, me parece que eso es algo que lo puede vivir cualquier persona y es mucho más… iba a decir democrático, pero no sé si esa es la palabra; pero es como para cualquier persona, cualquier persona tiene esa posibilidad y eso me parece que va más allá de las fronteras de la formación o de la no formación en algo, de haber estudiado o no haber estudiado. Es como que me parece hermoso pensar que esa sensibilidad se puede nutrir y se puede absorber más allá de cualquier profesión relacionada a los artes.

Ahora estoy mirando por la ventana, veo a mi vecina que quiso estudiar Ciencias Económicas, no puedo terminar porque tuvo hijos y ella un día me contó, así hablando como de cualquier cosa, que le encantaría bailar flamenco, le gustaría aprender a bailar flamenco y yo digo, qué loco, tengo otra vecina que es mi contadora, que dejó la danza para ser contadora y yo veo que su hija estudia pintura, estudia danza y yo digo, uy, es como que esta cuestión del arte atravesando vidas con otras formas de vivir la vida, desde la cuestión de los números, personas que están como por lo moral o por la supervivencia, más ligadas a los números, pero que esa otra sensibilidad, si la han podido tener o la desean, es algo que está disponible, como en un campo de experiencia posible. Me parece que eso es muy bello, tener esa posibilidad hoy, en un contexto tan duro de existencia, no solo en nuestro país, en el mundo, donde no sé, es como un brote que uno trata de cuidar, un brote que intentamos que no desaparezca, que no se seque, que sobreviva.


Sobre las autoras

Verónica Molas

Artista y curadora independiente. Egresada de Comunicación Social y de Procesos y Prácticas de Producción Artística Contemporánea por la UNC, desde 2014, trabaja en Sala de Exposiciones Ernesto Farina de la Universidad Provincial de Córdoba.

Andrea Molas

Llevó adelante una sostenida actividad musical de la que resultaron dos trabajos discográficos: Cantos Robados (2000) y Perros Locos (2007). Practica el psicoanálisis en el ámbito privado e institucional. Junto a Guillermo Daghero propone un espacio de lectura y trabajo alrededor del lenguaje, la lengua y la poesía, en EPA (espacio de prácticas artísticas).



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