Entre tigres, budistas y nómades

No había imaginado jamás verme un día acariciando un tigre, menos recostándome a su lado, oyendo su respiración y sintiendo el olor y la fuerza ahí atrás de la piel. Ni se me había ocurrido soñar con tigres. Soñar con tigres es solo algo del mundo borgeano, sólo Borges podía soñar con tigres. Borges solo pudo mirarlos a través de los barrotes de una jaula, en mi caso tuve un poco más de fortuna, pude entrar a la zona de riesgo con dos mujeres tailandesas a las que los tigres les sonreían, los mismísimos tigres les hacían mimos mientras ellas les decían, a ver chicos pongan caras lindas que vienen a sacarles fotos. Borges hablaba de tigres de papel, arquetipos de la imaginación de un chino que nunca había visto uno, por ejemplo. Y le gustaban más los tigres que los jaguares o los leopardos porque las rayas estéticamente le caían mejor que las manchas. Borges seguramente no habrá ignorado que el tigre no llegó caminando a occidente. Que el tigre de piel espolvoreada de volcanes, rostro tiznado de serenidad y fiereza, que la belleza hipnótica del gran felino se conoce en Occidente a partir de Alejandro Magno y su campaña a la india.

Asia te depara sorpresas, experiencias extraordinarias. Cuando aún no estaba en mis planes acariciar un tigre me lo crucé a Alejandro Magno en Abu Dhabi, tal vez él al verme tan estúpidamente mirando la escultura que Lisipo hiciera de él y que se podía ver en el museo Luvre que estalla en medio del desierto, en la muestra que recorría las formas de representación de la historia de la humanidad a través de la necesidad de representar los objetos que se necesitaban para vivir y todos los oscuros misterios de la representación de la figura humana. Ahí me lo topé a Alejandro M. Sin brazos un pedazo de cuerpo pero con su rostro desafiante, como diciéndome tenés que acariciar un tigre, infeliz! Las experiencias extraordinarias ocurren y una podría ser esta, una pregunta que se hizo un emiratí: Hubo un tiempo en el que la tierra se partió en dos en los Emiratos Árabes Unidos, (cuando no eran aún emiratos unidos sino pueblos nómades) y se inundó de petróleo. Corría 1969 cuando comenzaron a exportarlo y los ingresos se contaban por millones. Sin embargo, Rashid Bin Saeed Al Maktoum, Primer Ministro hasta 1990, solía decir: «Mi abuelo andaba en camello, mi padre también. Yo manejo un Mercedes, mi hijo y su hijo un Land Rover, pero el nieto de mi hijo volverá al camello». Supo que el crudo era pasajero y tanto él como sus sucesores tuvieron la visión de invertir en infraestructura para el turismo: el Burj Khalifa, el Dubai Mall, el Ferrari World, el puerto Palma Jumeirah o la Isla de Yas son algunos ejemplos. El siguiente paso fue convertir la isla de Saadiyat, en Abu Dabi, en el conjunto de bienes culturales más grande del mundo. Y ahí caigo yo como paracaidista para contar esta historia entre Tailandia, los tigres y los Emiratos Árabes Unidos, dos sistemas de gobierno que no tienen buena prensa internacional dado que no se resguardan bajo la idea de que el único sistema posible de gobierno para toda la humanidad es la bendita democracia. Los emiratos se gobiernan bajo la denominación de monarquía federal. El sistema federal de gobierno incluye el Consejo Supremo, el Consejo de Ministros (Gabinete), un organismo parlamentario en forma de Consejo Federal Nacional (CFN), y el Tribunal Supremo Federal, que es representante de un poder judicial independiente. El Consejo Supremo comprende los gobernantes de los siete emiratos y elige un presidente y un vicepresidente de entre ellos para un periodo en el cargo de cinco años renovables. Aunque no sea oficial, el presidente del país es por herencia un jeque del emirato de Abu Dabi y el primer ministro, un jeque del emirato de Dubái. El problema es que el pueblo no tiene representación.

Algo no tan distinto a lo que sucede en las democracias liberales. Veamos en nuestro país: hay un sector político importante con posibilidades de volver a ser gobierno que señala abiertamente una aguerrida defensa de los sectores económicos más poderosos del país.

El poder judicial responde a ese poder político y económico. Los intereses de los ciudadanos deben esperar.

La política de Tailandia tiene lugar dentro del marco de una monarquía constitucional democrática, donde el Primer Ministro es el jefe de Gobierno y un monarca hereditario es el jefe de Estado. El poder judicial es independiente de las ramas ejecutiva y legislativa. Una cosa muy importante, al parecer por estos gobernantes nadie siente vergüenza como en ocasiones nos ha ocurrido. Occidente denomina a esto como una dictadura.

Lo cierto es que estos déspotas no le hacen faltar nada a sus pueblos, pueblos que no se muestran muy interesados por asumir los "beneficios" de las democracias liberales.

De todos modos, los sistemas democráticos son los que parecen entender mejor la convivencia. Lo cierto también es que el neoliberalismo ha dejado a las democracias liberales como deshilachadas escenografías de una puesta a las que se ausentan los protagonistas de la obra.

Estos extraños artefactos de gobiernos para nosotros, arrojan una conclusión que a simple vista cualquier turista más o menos desinformado como yo: que tan mal no les va, y lo que es más increíble para nuestros sagrados sistemas democráticos formales, es que se percibe que la gente en general vive bastante bien y sobre todo una cosa, tiene perspectivas y algunas certezas de previsibilidad.

Pero antes de volver a los tigres, debo regresar al Luvre donde Alejandro M me sugirió al ver mi rostro de imbécil, abrazar a los tigres.

Así, estos extravagantes jeques se propusieron convertir la isla de Saadiyat, en Abu Dabi, en el conjunto de bienes culturales más grande del mundo. Junto a los futuros Guggenheim de Frank Gehry, Centro de Artes Escénicas de Zaha Hadid, Museo Zayed de Norman Foster y el Museo Marítimo de Tadao Ando, hace poco abrió sus puertas el primer brazo del Louvre en el extranjero, una pinacoteca universal que centrará la atención en historias humanas compartidas entre civilizaciones. Esta franquicia árabe, cuya construcción comenzó el 26 de mayo de 2009 y cuyo presupuesto supera los 500 millones de euros, representa una medina organizada en 55 edificios entre los que se distribuyen 12 galerías, un auditorio, un museo infantil, una zona de investigación, tiendas y restaurantes. Ésta está basada en uno de los principales símbolos de la cultura árabe: la cúpula. Una maravilla de sombra y luz. El museo de Jean Nouvel acogerá obras del Louvre (Leonardo, Monet y Manet, Picasso...) a cambio de mil millones de euros a lo largo de 30 años. Y por si fuera poco en el ingreso de ese monumental museo una escultura en cristales del artista chino Ai Weiwei.

El acuerdo firmado entre ambos países dice que a partir de la inauguración y durante los siguientes 10 años, el Louvre emiratí recibirá en préstamo obras de las colecciones más importantes de Francia. El país galo, en ese sentido, ayudará al museo a crear una colección permanente propia para ir reemplazándolas progresivamente. Además, durante 15 años proporcionará anualmente cuatro exposiciones. Los Emiratos, por su parte, se comprometen a aportar alrededor de mil millones de euros a lo largo de los 30 años y seis meses que el Louvre de París cede su nombre a la nueva pinacoteca. «Nos hemos pasado una década pensando en el público, organizando exposiciones y haciendo programas que permitan desarrollar nuestra cultura», destacó Hissa Al Dhaheri, subdirectora del Louvre de Abu Dabi. «Nuestro principal objetivo es inspirar, pues éste será nuestro legado».

Parece que esta gente tan extraña tiene una premisa, la de considerar a la cultura como un legado, no como aquí que los bandidos de la democracia se ocupan con énfasis en desmantelar todo el cuerpo vivo intangible y tangible de nuestra cultura.

La mayoría de los emiratíes son musulmanes y no parecen ser bárbaros precisamente, y los tailandeses, budistas. Ambas religiones nos ofrecen otra perspectiva a veces más genuina y de convivencia que nuestra católica condena.

Antes de abrazar a los tigres, dormí una noche oyendo el rumor del río Chao Phraya, la espina dorsal de Bangkok. Apodado como "El río de los Reyes" el Chao Phraya es el alma de Bangkok, no solamente por su historia sino por su vida diaria, unas 50.000 personas utilizan sus barcos cada día.

El nombre ceremonial completo de Bangkok no le da chance a ningún balbuceante o tartamudo. Se transcribe como Krungthepmahanakhon Amonrattanakosin Mahintharayutthaya Mahadilokphop Noppharatratchathaniburirom Udomratchaniwetmahasathan Amonphimanawatansathit Sakkathattiyawitsanukamprasit, que significa «Ciudad de ángeles, la gran ciudad, la ciudad de joya eterna, la ciudad impenetrable del dios Indra, la magnífica capital del mundo dotada con nueve gemas preciosas, la ciudad feliz, que abunda en un colosal Palacio Real que se asemeja al domicilio divino donde reinan los dioses reencarnados, una ciudad brindada por Indra y construida por Vishnukam». Y cómo uno no va a dormir como un ángel en este entorno y luego desayunar a metros del río mirando las enormes barcazas ir y venir sobre el enorme cauce.

En Bangkok me dejé llevar por los olores de un bolichón vietnamita y colmé mi espíritu con una espesa y sabrosa sopa de chancho.

Y por las tardes noches me dejé arrastrar por el torbellino en las calles de ciudad asiática del pecado, en la calle Khao San entre las infinitas propuestas sexuales y los mercaditos o por el infame Patpong, zona roja situada en el barrio de negocios de Silom, o en la Nana Plaza: la plaza de las mujeres con un pasado y hombres sin un futuro, protegido de las tentaciones por la compañía de mi hija ante la cual no me permitiría jamás mostrarme en mis miserias.

Para entender por qué Tailandia es hoy unos de los destinos más visitados para el turismo sexual tendría que llegarme a Pattaya, en el golfo oriental tailandés, hasta el mismo golfo de Siam unas dos o tres horas de Bangkok , hasta donde llegaron durante la guerra de Vietnam los soldados norteamericanos para distenderse de los ejercicios de la invasión. La guerra de Vietnam y el despliegue militar de EE. UU. generaron una próspera industria del sexo en Tailandia. Así lo aseguran expertos que además afirman que esta práctica tiene un fuerte componente cultural. Se estima que unas 300 mil mujeres trabajan de este modo pero aún la prostitución no es legal. Las proletarias sexuales no tienen reconocimiento legal. Un ex ministro supo decir que uno de cada cincuenta habitantes vive de su sexo, por lo que en la sociedad existe una naturalidad que sorprende sobre la cuestión.

Es ese el momento inicial de lo que conocemos como desembarques sexuales hoy de jubilados europeos, vaqueros australianos y norteamericanos que pasean por las calles de Pattaya con sus noviecitas tailandesas muy jóvenes. Para algunos Pattaya es la ciudad del sol, de la arena y del pecado y donde Tailandia más se acerca al paraíso y para otros no es más que un sórdido distrito de prostitución con calles repletas de bares, rings de boxeo, salones de ´cocteles y masajes a donde acuden o pululan los occidentales con sus amigas y amigos thai. Como se verá la misión de occidente es prostituir en cualquier lugar de este mundo.




Comentarios: 

- Alfredo Lemon: Excelente relato. Celebro tu experiencia. Abrazo grande

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