En busca del "algoritmo compañero"
Omar Hefling
Allá en los lejanos tiempos sucedían cosas, triunfaba un loco ultraderechista en Brasil, un filósofo de esta aldea me traía a un algoritmo de la oreja a la conversación. El filósofo en cuestión elucubraba que en el campo popular nos habíamos dormido. Tenemos que tener para nosotros al "algoritmo compañero". "Si no nos preparamos con los algoritmos, no vamos a ganar más una elección en la puta vida". El pensador tenía razón. El poder, el poder económico siempre apoya las ideas esclavistas que impulsan los ultra y derechistas de siempre, los que se dicen liberales para ello cuentan con todas las armas disponibles del arsenal para el sometimiento de las mayorías. La justicia, los grandes medios de comunicación y, si faltaba algo, llegaron los algoritmos y las inteligencias artificiales generativas.
Pero cuando pensamos que estamos definitivamente a merced de la voracidad neoliberal, alguna señal en el horizonte nos hace demorar la mezcla de cartas para pensar que alguna partida puede ser nuestra. En agosto pasado la tropa del Le Monde Diplomatique lanzó una pregunta inquietante: ¿Puede la inteligencia artificial ser de izquierda? Según se desprende de las distintas notas, pasa que en EEUU hay un kuiki bárbaro por lo que hasta ahora saben: el desarrollo de parte del gigante amarillo de la inteligencia artificial comunista. Tanto es así que el agitador republicano Vivek Ramaswamy, tal como describe en su nota Evgeny Morozov, considera que el desarrollo de una IA procomunista constituye una amenaza comparable a la del COVID-19. A este cronista le divierte los sentimientos paranoicos que en la mayoría de los norteamericanos despierta la posibilidad de la democratización de los beneficios de los progresos tecnológicos. Evgeny Morozov es un destacado escritor e investigador bielorruso que estudia las implicaciones políticas y sociales de la tecnología. Es autor de El desengaño de Internet (Destino, 2012) y La locura del solucionismo tecnológico (Clave Intelectual, 2015), entre otros libros. Morozov sin temor habla de Socialismo digital: "Si la tradición socialista no se reencuentra con el mundo tecnológico, no habrá un futuro de izquierdas. Un programa político debe combinar la crítica de la digitalización neoliberal con la lucha por la inteligencia artificial como bien público. No hay solucionismo tecnológico: hay soluciones de izquierda que apelan a la tecnología para conseguir un futuro justo".
El escritor y periodista bielorruso Morozov le agrega algo más de escozor al pánico general sobre el desarrollo de la IA que tiende a privilegiar la velocidad a la calidad, cuando sostiene que un "financiamiento público de la IA generativa respaldado tanto en una rigurosa selección de datos como en una exigente supervisión podría aumentar la calidad de las herramientas" para gestionar desde una mirada socializante.
Chile fue elegido por los economistas monetaristas para ampliar el sembradío de economistas neoliberales en la región. Podría ser un capricho, una casualidad pero, por lo que nos narra Morozov, el motivo de la llegada de los Chicago Boys puede haber sido también para frenar la impronta del proyecto visionario que impulsara el presidente Salvador Allende en 1970- 1973, lo que posteriormente se llamó como una "internet socialista". El proyecto llevó el nombre de CyberSin dirigido por el británico Stafford Beer, un personaje muy carismático que gozaba de la amistad y el respeto de Allende. Este proyecto ambicioso como efímero, según nos cuenta Morozov, apuntaba a inventar una forma más eficaz de gestionar la economía aprovechando los modestos recursos informáticos del país. "Se basaba en el uso de la red de télex chilena para subir el conjunto de los datos de producción de las empresas nacionalizadas a una computadora central ubicada en Santiago. Sin embargo, para no caer en las trampas de la centralización soviética introducía una forma de aprendizaje automático de vanguardia destinada a dar más poder a los empleados" según lo investigado por Morozov. "El núcleo del proyecto CyberSyn consistía en lograr un sistema híbrido en el cual la potencia de cálculo amplificara la inteligencia humana.
Este saber tenía como objeto transformar conocimientos implícitos en un saber formalizado para permitirle a los trabajadores –la clase social recién llegada a los comandos del país- actuar con confianza y buen criterio cualquiera fuera su experiencia previa en economía de gestión. Según el bielorruso habría en este proyecto aspectos hacia donde guiarnos en la búsqueda de la IA socialista.
Mientras tanto el filósofo francés Eric Sadin, en su visita a Buenos Aires para presentar su libro "La vida espectral- Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas", dio una conferencia el 17 de abril pasado en el MALBA, donde expresó su preocupación por lo que persiguen los desarrolladores de las IA en la actualidad. "Nosotros estamos de más, los sistemas lo van a hacer mejor" dijo Sadin en esa conferencia y lo peor es "que nos estamos acostumbrando a ser despojados". El filósofo señaló que no estamos viendo el presente. El tecnoliberalismo nos está imponiendo una mentalidad restrictiva. También destaca el fin de la lógica shumpeteriana (John Shumpeter, ideológo neoliberal que llegó a decir que no hay que ahorrar sufrimiento a las mayorías) quien sostenía que siempre hay un reservorio para nuevos empleos. Sadin dice que no solo no hay reservorio, sino que no hay generación de empleo en este camino y nos recuerda a Hannah Arendt que ya veía el horizonte al que nos está llevando el capitalismo: "El homo faber va a ser destruido, nos van a conducir a la mendicidad organizada". El filósofo revela alguna experiencia de editoriales francesas que para no pagar traductores hicieron traducciones de libros con la IA y fue un fracaso. "el alma no se puede traducir con la IA". Para concluir esa disertación, Sadin se pregunta qué nos queda por hacer, cuál va a ser nuestro rol, cuál nuestra misión, qué de la subjetividad dado que no hemos sido actuantes y actuante significa organización en cada espacio. Parece poco pero es una idea inquietante.
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