El siglo XIX está a la vuelta de la esquina

Omar Hefling

Un bandido en el placard

El psicoanalista y escritor Jorge Alemán bien sospecha que el rol de la técnica, con sus estructuras de emplazamiento de la subjetividad, reforzará el intento de las extremas derechas y sus corporaciones y todo tipo de bandidos de las finanzas de hacer desaparecer de la tierra todo aquello que en la existencia humana se opone aún a la barbarie.

Dice Alemán: "Este es el nuevo sentido de la mutación antropológica que se extiende por el planeta: aniquilación de la historia, resignificación de los totalitarismos acontecidos en el siglo XX y una transformación radical de las víctimas en victimarios". Y finaliza su artículo, escrito para el diario Página 12 a propósito de la presencia del presidente argentino Javier Milei en Madrid: "Solo una comunidad constituida sobre un nuevo mito del amor, el deseo, lo sagrado de la existencia y el legítimo uso de la política frente a los poderes de la época puede permitir pensar un comienzo distinto". Sin decirlo, Alemán nos está diciendo, ¡chiques, la democracia está en el suelo e igual le están pegando, el neoliberalismo le está rompiendo los huesos!

Realismo capitalista

Desde los nefastos tiempos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher (mediados de los años ochenta del siglo pasado) las políticas neoliberales comenzaron a sacar músculos y desde el campo intelectual y artístico comenzaron las reacciones, podemos citar cientos de expresiones en ese sentido pero para este cronista la biblia de esas escrituras viene de la mano del filósofo inglés Mark Fisher, con su libro Realismo Capitalista. Londres era una fiesta, escribe Fisher, hasta que llegó la Dama de Hierro. Con ella llegaron la especulación inmobiliaria y la imposibilidad para los jóvenes estudiantes de conseguir un lugar donde vivir, como ocurría desde posguerra hasta la llegada de Thatcher, los jóvenes podían vivir con unas pocas libras . Dice Fisher que, entre aulas y ocio, la cultura inglesa gozó de cierto esplendor para decaer luego, con el comienzo de las políticas neoliberales, con una tendencia marcada hacia la mediocridad y, paralelamente, a desenvolver el paquete de la nostalgia. Como no había tiempo para crear, se inicia el tiempo del cultivo del jardín de la nostalgia, con mucha vigencia hasta estos días.

Una canción de amor

Con su particular manejo de la ironía, Leonard Cohen -a principios de los años 90 del siglo pasado- advertía que la democracia estaba en peligro. En su canción Democracy recurre al amor para defenderla, le canta a una muchacha para hacerle el amor, vamos a bajar tan profundo, dice, que el río va a llorar y las montañas van a gritar amén/ viene como la inundación de las mareas/ bajo el balanceo lunar/ imperial misteriosa/en una matriz amorosa/ Viene a través de un agujero en el aire/ De esas noches en la Plaza de Tiananmen / Viene de la sensación/ Que esto no es exactamente real/ O es real, pero no está exactamente ahí/ De las guerras contra el desorden/ De las sirenas noche y día/ De los incendios de las personas sin hogar/ De las cenizas del gay/ La democracia está llegando a los Estados Unidos.

Viene a través de una grieta en la pared/ En una inundación visionaria de alcohol/ Desde la asombrosa cuenta/ del Sermón de la Montaña……Viene del silencio/ En el muelle de la bahía/ De los valientes, los atrevidos, los maltratados/ Corazón de Chevrolet/ La democracia está llegando a los Estados Unidos.

Cohen ya lo sabía, el neoliberalismo venía por todo.

Escenas grotescas

Amo el país pero no soporto las duras escenas con las que la canción de Cohen nos apuñala. La letra de Cohen representa a la democracia en agonía y el poeta recurre al amor como redención, nos representa a millones que amamos de mil maneras al país pero, en estos momentos de escenas tan grotescas y obscenas, no sabemos de qué modo resistir. Hasta en las malas películas los actores de reparto suelen destacarse, cualquier espectador avispado advierte que uno de ellos será en poco tiempo una estrella. En el simulacro de nuestra democracia, los personajes de la representación se degradan hasta el infinito, eso no les impide tomar decisiones con consecuencias dramáticas para nuestras vidas.

No son tiempos propicios para una esperanza, el capitalismo en esta etapa, mercado mediante y el canto de sirena de las derechas que a medida que incrementan su poder incrementan su desprecio por la democracia.

El pensamiento bizarro de derecha se desliza sobre tensores anclados en las aguas profundas del mar de las ideas más retrogradas y discriminatorias. Cualquier ingenuo bien puede pensar que esas reivindicaciones de hechos ocurridos en el siglo XIX, referencias permanentes a ciertos próceres, serían solo simpatías con el pasado. A los próceres se los recuerda, en general por haber sido personas multifacéticas que si se piensa en el bienestar común han logrado destacarse, paralelamente en muchos casos han gestado otros acontecimientos y posicionamientos de consecuencias muy nefastas hacia el tiempo por venir. Verónica Gago, investigadora sobre genocidio y políticas indígenas del Conicet, en un artículo escrito para Le Monde Diplomatique destaca que ciertas obvias referencias del actual presidente de la Argentina concurren a un determinante de origen de la patria: el racismo y el saqueo.

Algo se ha roto en la convivencia. Un sector importante de la sociedad, tal vez lo más perjudicados hoy en este bendito país, parece importarle más -y milita por ello- para que los que apenas se salvan también caigan y padezcan. Prospera el goce por la desgracia propia y ajena.

Por suerte llegó Osvaldo

El sentido de la actual acción política parece encontrarse en la crueldad. Que la crueldad que manifiesta el gobierno nacional con sus decisiones sea celebrado por parte de la sociedad no por el éxito de su cometido, sino por el daño que causa.

Dice Gago, en referencias a la reivindicación de Alberdi y Roca,  que en el libro Historia de la crueldad argentina. Julio A. Roca y el Genocidio de los Pueblos Originarios compilado por Osvaldo Bayer y editado por Diana Lenton, Bayer define el racismo haciendo uso del término crueldad para narrar las torturas a la población indígena en el siglo XIX, pero también -señala la investigadora- que asocia a un modo social "la crueldad salía a la superficie en una sociedad criolla europeizada, profundamente racista". También cita Gago  al pensador Juan Bautista Alberdi, el constructor de los cimientos de la patria y referente de nuestro presidente. Alberdi escribió: "No conozco personas distinguidas de nuestras sociedades que lleven apellidos pehuenche o araucano. ¿o acaso alguien conoce a algún caballero que se enorgullezca de ser indio? ¿Quién de nosotros acaso casaría a su hermana o a su hija con un indio de la araucanía? Preferiría mil veces a un zapatero inglés". 

La investigadora afirma que hay una genealogía de la crueldad ligada directamente al racismo fundacional del Estado-nación. Sostiene que "no es extraño que hoy en Argentina se reivindique desde el gobierno la Campaña del Desierto" y que no es simplemente un anacronismo. Según Gago "es la reivindicación del saqueo como lógica política que retorna como relato de origen".

El imaginario paranoico

También en ese sentido, el escritor Alan Pauls en un artículo escrito para la edición francesa del Le Monde Diplomatique titulada "Un imaginario gore al poder", indica que en la Argentina Milei instala el espíritu de época anticomunista de los años 50 norteamericanos, básicamente paranoicos. En ese artículo Pauls concluye "Desde el 10 de diciembre del año pasado cuando Milei asumió el poder el mandatario exalta lo brutal, descree de las mediaciones, aborrece los acuerdos y las negociaciones. Habla el idioma elemental- a veces militar, a veces médico- de las soluciones despiadadas, finales: cortar, amputar, cercenar, exterminar, extirpar y lo justifica invocando una misión suprema: refundar el país de cero, con la imaginación puesta en el futuro, sí, pero en un futuro que se parece mucho al siglo XIX cuando Argentina era feliz porque abastecía de granos al mundo, estaba gobernada por caballeros trilingües, no se había inundado todavía de inmigrantes, liquidaba indios a tiros de Remington y ni sospechaba el destino de decadencia que le depararía el siglo XX, el siglo rojo, el siglo del estado y el sufragio universal y los derechos sociales". Para Alan Pauls, la gesta de Milei es lo más parecido a una distopía retro, regresiva calcada sobre el molde de un país de pocos y para pocos, que puede producir el mundo contemporáneo.




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