El otro Beatle

Para Andrés Silvart

A fines de marzo del dos mil dieciséis, mi amiga Carina Klimoveki cayó por casa con una noticia espectacular: el representante de Paul McCartney acababa de hablar por teléfono con su esposo, Pablo, para decirle que McCartney vendría a tocar a Córdoba (entre otras razones, para conocer su carnicería – famosa desde que un amigo del beatle pasara por Alta Gracia, fotografiara el frente del negocio y subiera las fotos a las redes -. La carnicería, como todos saben, se llama Paul Mac Carne).

- Seguro que va a venir con un traductor - deslizó Carina -, pero nosotros queremos que estés vos...

Más allá del halago, sentí extrañeza. ¿McCartney en Córdoba? No me sonaba, pero no quería desilusionarla.

- La noticia de la visita debe permanecer en secreto – subrayó Carina -. Estaremos vos, yo, Pablo y las nenas. A las nenas les avisaremos el último día.

A principios de abril, los medios anunciaron que McCartney vendría a la Argentina en el mes de mayo: el 16 estaría en Córdoba y luego en la ciudad de La Plata. Al día siguiente la gente a cargo de la seguridad se comunicó con Pablo para decirle que el beatle llegaría al aeropuerto Taravella el sábado 15 por la mañana, y que su deseo era visitar la carnicería ese mismo día, por la noche. La visita, insistieron, debía permanecer en secreto.

Pablo, la carnicería, los chorizos veganos y su bandera de bienvenida (ph: Télam)
Pablo, la carnicería, los chorizos veganos y su bandera de bienvenida (ph: Télam)

No fueron pocos los que pensaron que la venida de McCartney a Córdoba tenía que ver con la carnicería. Los constantes requerimientos de la prensa y de la gente en general pusieron a prueba las dotes actorales de mis amigos, que debieron representar la esperanza de que Paul viniera a visitarlos hasta con los empleados de la carnicería.

La visita, finalmente, se produjo. McCartney llegó cerca de la medianoche del domingo en una Ecosport marrón que estacionó a una cuadra del negocio. Lo acompañaban un muchacho de la seguridad y una traductora. Llevaba un pasamontañas negro que se quitó al ingresar, una campera de corderoy usada, jeans y zapatillas viejas. Los otros también vestían ropas de entrecasa.

McCartney agradeció con voz lijada que lo hubieran recibido y pidió disculpas por el día y la hora. Nosotros no podíamos de la emoción; estaba ahí, en carne y hueso, en la intimidad a puertas cerradas de la carnicería... El alcance de una cordobeseada…

Alto, confiado, de un aspecto increíblemente juvenil para su edad (los párpados caídos y la expresión adormilada de los ojos siempre los tuvo), Mc Cartney traía consigo la colección completa de los Beatles en cd, dos juegos de indumentaria para carniceros marca Bragad y entradas para el recital. Pablo y Carina, por su parte, lo esperaban con un poncho de Tadar, dos Catena Zapata malbec y un surcador antiguo que, le dijeron, podía ser útil en la huerta de un vegano.

Sobre el mostrador habían dispuesto agua mineral, vino y choripanes hechos especialmente para la ocasión.

- Los hicimos con calabacines y otras verduras, y están envueltos en una tripa artificial – aclaró Pablo.

McCartney se mostró muy complacido con la recepción y quiso saber cómo había surgido el nombre de la carnicería.

- A alguien se lo escuchamos decir alguna vez… – comenzó Pablo.

- Es una costumbre muy común en Córdoba – aclaró Carina –. Cambiar las palabras por otras que suenen parecido.

- "Estuvo en Canadá" por estuvo en cana – acotó Pablo -. Decirle Fernando al Fernet…

La traductora traducía y McCartney, que asentía con interés, inició una reflexión sobre los usos populares del lenguaje. Estaba contando que en Liverpool existía la costumbre de abreviar los apellidos, cuando por los parlantes de la compactera sonó el pasaje instrumental de For no one, uno de los temas que más me gustan de los Beatles.

- ¿Qué instrumento es ése? – quise saber.

- Un corno francés – me respondió Paul.

- ¿Y quién lo toca?

- Alan Civil, uno de los mejores cornistas de Inglaterra.

- O sea que ahí estaban ustedes cuatro más Civil…

- No, ahí estábamos Ringo y yo. Y Civil, por supuesto.

- ¿Pero el tema no es tuyo y de John? – pregunté, queriendo entender.

- No lo sé…

- ¿Cómo no sabés?

McCartney se encogió de hombros.

- No lo sé… En todo caso, lo firmamos con John… Pero, en realidad…

McCartney hizo un silencio. Nosotros aguardábamos, expectantes.

- Es que es largo de explicar… - dijo, finalmente -. Pero, bueno, les voy a contar.

*

Cuando estábamos con John en The Querry Men, tuve un sueño de anticipación en el que éramos los Beatles. En el sueño estaban también George – quien, por entonces, quería ingresar a The Querry - y Ringo, a quién ni siquiera conocíamos. Algo muy extraño.

Estábamos en The Cavern y cantábamos Love me do y There´s a place y la gente las coreaba con una empatía, una euforia que ni soñábamos provocar. Después subía un muchacho alto y delgado, de aspecto extraño también, que cantaba dos canciones extraordinarias, acompañándose con un teclado.

Me desperté recordando Love me do y There´s a place palabra por palabra, sin hacer el mínimo esfuerzo. Eran fantásticas. Eufórico, corrí a la casa de John para contarle y me lo topé en el camino, viniendo a contarme ¡el mismo sueño!

Cotejamos detalles, incluyendo el corte de pelo, la forma en que estábamos vestidos, todo. Y entonces nos pusimos a cantarlas juntos o diciendo uno, una parte de la letra, y el otro, la siguiente… ¿Cómo podía ser? Un poder, una desenvoltura que no habíamos experimentado hasta entonces, se abría paso en nosotros.

*

La presencia de George en el sueño decidió a John a incluirlo en The Querry. Dos años después fuimos a un programa de la tv de Liverpool para nuevos talentos y vimos a Ringo, ahí, tocando la batería en un grupo que se llamaba Rory Storm and the Hurricanes. Alucinamos. ¿Cómo podía ser?

Meses después estaban John y Stutcliffe buscando un nombre nuevo para la banda (por entonces nos llamábamos Johnny and the Moondogs). Pensando en The Crickets, el grupo de Budy Holly, Stu propuso The Beetles (*). John se acordó entonces del nombre que teníamos en el sueño y cambió la sílaba beet por beat.

(*) Crickets significa grillos y beetles, escarabajos

Más tarde, en Hamburgo, Stu (otra vez Stu) comenzó a salir con una diseñadora que le propuso hacerle unas fotos profesionales. Para la sesión, la alemana le realizó un corte de pelo ¡exactamente igual al que teníamos en el sueño! No lo podíamos creer con John. La realidad se iba aproximando cada vez más al sueño y nosotros acatábamos.

Al regresar a Liverpool nos convertimos en la banda favorita de los adolescentes. La empatía y la euforia que provocábamos en el sueño no tardaron en materializarse. El paso siguiente sería la incorporación de Ringo al grupo. ¿Cómo ocurriría?, nos preguntábamos.

Fue así: Brian Epstein, nuestro productor, consiguió que nos hicieran una prueba en la EMI Records. A los del sello no les gustó la forma de tocar de Pete Best y sugirieron que lo cambiáramos por un baterista de sesión. Nosotros no dudamos: llamamos a Ringo.

Ahora solo faltaba que apareciera el muchacho alto del teclado, pero eso nunca sucedió. Y después vino todo lo que vino, ¿no es cierto?

*

Estábamos encantados con la historia que Paul acababa de contarnos, pero la autoría de For No One seguía sin explicarse. Se lo recordé.

- Ah, sí – asintió Paul -. For no one ocurrió a principios de 1966, después de una pelea que tuve con Jane Asher, mi novia de entonces. La canción, que era una de las que cantó el muchacho del teclado en el sueño, me vino entera a la cabeza (hasta ese momento recordaba más o menos la melodía y algún que otro fragmento de la letra). Tenía una melancolía sublime, adictiva, y la letra expresaba con clarividencia lo que me estaba ocurriendo con Jane.

Algo similar le pasaría a John con Because, la otra canción que cantó el muchacho del teclado. Y, como eran canciones que habíamos escuchado en un sueño soñado por los

dos, decidimos compartir la autoría. De ahí que For no one sea también de John, ¿se entiende?

*

Todo esto para contar que cinco años después de aquella noche en la carnicería, me puse a leer García, el libro de entrevistas a Charly de Daniel Riera y Fernando Sánchez, y al llegar a la página 84, encontré que Charly les decía (cito textual): "Varias veces soñé que viajaba en un avión y llegaba al Liverpool de la época de Los Beatles con mi minimoog. Iba al Cavern, y después que tocaban ellos, tocaba yo temas de la última época de ellos y decía que los había hecho yo…".



Nació en Viedma, Río Negro, y vive en Alta Gracia desde los nueve años. Es docente y escritor, y ha sido periodista. Publicó "El ovillo", un libro de cuentos, poesías y prosa poética con dibujos de Rep, editado por el Círculo Sindical de la Prensa de Córdoba. Publicó también "La infancia del Che", editado por la editorial española Taller de Mario Muchnik, y en una antología de cuentistas cordobeses del diario Página 12 / Córdoba. También publicó cuentos en las revistas Superhumor, Juegos para Gente De Mente, Puro Cuento y Ají, entre otras.


Comentarios: 

- Humberto Maestri: Hermosa historia! Fue comentado en todos lados el nombre de esta carnicería.


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