Un, otro dilema
Aníbal Buede
Unos números atrás compartimos con ustedes un fragmento de un libro. Las devoluciones, tan precisas como entusiastas, nos empujaron a volver a esa lógica. En este caso de otro libro, hermano, o primo cercano de aquel primero, también escrito de a dos, cada cual por su lado.
Emilia Casiva desde el formato diario, Andrés Cabeza desde el ¿ensayo?
Aquí, dos pequeñas grageas de El dilema de Nash. Algo más (o menos) que un tráiler.

Diario (primera parte)
20 de enero
Es domingo, llegan unos vecinos de visita. Salimos a caminar, y a la altura del pinar uno de los recién llegados se acerca y me pide hablar un rato a solas con él. Está visiblemente nervioso, dice que es importante, que me puede interesar.
22 de enero
No puedo dejar de pensar en eso.
26 de enero
[…] Se trata de un desfalco importante, empieza, ocurrido a principios de la década pasada. Fines de 2001, aparentemente. Mi vecino se ha enterado porque hay un arrepentido que habló. Borracho, festejando la llegada del año nuevo en una de las famosas fiestas de la calle Rivera Indarte, el desconocido le cuenta y cuando termina de contar se va de la fiesta arrastrando los pies.
2 de febrero
En algún lugar de mi memoria, hay guardado un comentario bastante viejo sobre una supuesta desaparición de obras, ocurrida en el Museo Genaro Pérez durante los años 70. Un rumor cuyo origen no consigo detectar. Es sabido que en 1978, con conocimiento del Arzobispo Primatesta, ya se habían robado una parva de joyas de la Catedral, reemplazando las piezas originales por réplicas para disimular su ausencia. "Siete kilogramos de oro con centenares de piedras preciosas, un báculo de plata, una antigua mesa de sacristía, sillería, mobiliario y otras joyas más pequeñas", dice una nota de La Voz del Interior. Algunos de estos bienes se rescataron años después, de la casa de un coleccionista porteño de doble apellido, que habría pagado por ellos el precio de tres coquetos departamentos en Avenida Libertador. Y eso sólo por algunas piezas del botín.
Según el periodista que escribió la nota, el expolio y tráfico de bienes culturales en Córdoba es moneda corriente, como en todo el mundo. Los murales originales de la Capilla del Buen Pastor, por ejemplo, también están desaparecidos. Lo que vemos hoy en su lugar es una réplica en óleo sobre el muro, de aquellos lienzos que Emiliano Gómez Clara y Manuel Cardeñosa habían pintado bajo la dirección de Emilio Caraffa. Otro ejemplo: la desaparición de piezas de arte precolombino en el Museo Arqueológico Ambato de La Falda, ocurrida en 2008, luego de la cual se allanó un departamento propiedad del Sr. Matteo Goretti en el cual la Interpol secuestró sesenta de las piezas entonces saqueadas. De la investigación penal surgen claras evidencias de la relación entre Goretti (miembro de la Fundación Pensar), traficantes de la Provincia de Córdoba y otros personajes de la política y el mundo de las ONG.
Mientras releo estas historias, empiezo a escribir mails trasnochados a gente que no conozco, intentando rastrear algún dato sobre la posibilidad de que haya obras desaparecidas en la colección del Genaro, pero todo lo que obtengo son imprecisiones. Los rumores se diferencian de los chismes –dice Ulises Carrión– porque son una experiencia del orden de lo colectivo: no tienen fuentes identificables, los escuchamos en varios lugares, se parecen a un murmullo general. "Hola emilia, lamento no poder ayudarte en el tema, cuando yo llegué al museo, en democracia, ya estaba blanqueado el inventario. Los empleados que estaban en ese tiempo ya fallecieron"; "Uhmmmmmmm, acusaron a ciertas personas de haber robado en esa época, pero ¿concretamente? ni idea"; "Podrías contactar a X. No puedo decirte más. Lo siento"; "No sé nada de lo que pudo haber ocurrido ahí durante la dictadura. Nada".
Me pregunto si la historia del arte en Córdoba nos llega ya robada, si hemos sido de antemano despojados, desheredados de ella. Pienso en el arrepentido que se confesó con mi vecino. Lo imagino solo, sin nadie que quiera oír lo que tiene para contar (sin nadie a quien le interese).


Malentendidos
Por difícil de entender, al presocrático Heráclito lo llamaban "el Oscuro". En el texto Sobre la locuacidad (De garrulitate), Plutarco dice:
"Y aquéllos que, sin una palabra, mediante símbolos, indican lo conveniente, ¿no son altamente elogiados y estimados? Así Heráclito, cuando sus conciudadanos le pidieron que opinara sobre la concordia, subió al estrado, echó harina de cebada en una copa de agua fría, la mezcló con poleo, la bebió y se fue, con lo cual mostró que estar satisfecho con lo presente y no desear lujos es lo que mantiene a las ciudades en paz y concordia."
Ahora bien, ¿era eso lo que quería decir Heráclito? ¿Quería decir algo? ¿Plutarco no lo habrá malinterpretado?
Hay obras cuya interpretación puede ser declarada correcta o incorrecta. En cierta pintura de Velázquez, el que mira reconoce un cielo muy nuboso, una muchacha, un hombre joven, un anciano cuya barba parece no haber sido afeitada en mucho tiempo. No es correcto, sin embargo, interpretar la obra como "gente en una nube", sino como "Dios Padre y Dios Hijo, con el Espíritu Santo, en el Cielo, coronando a la Santísima Virgen María". Por más que el autor de Las meninas, de retratos de bufones o del Inocencio X suele ser descrito como "realista" o "naturalista", lo representado acá no es ningún elemento de la realidad cotidiana, sino un inmóvil y complejo sistema de conceptos abstractos, carentes de imagen, literalmente invisibles, externos al espaciotiempo en que vivimos. Con una clave o código, accedemos a la interpretación correcta de la obra: la entendemos. (Hay quienes piensan que lo difícil de entender ahí es la propia idea de Trinidad, con su infinita procesión generativa desde el Padre hasta el Espíritu. Para resolver el enigma, se lo declaró Misterio.)
En otros casos, la interpretación puede resultar, digamos, insegura. En el libro La sexualidad en el arte occidental, Edward Lucie-Smith comenta dos pinturas de Lucas Cranach el Viejo:
"Holofernes fracasa gracias al poder de la sexualidad, Cranach lo explicó muy claramente en su Judit de cuerpo entero, anteriormente en Dresde, en el que la heroína es mostrada desnuda, salvo un velo transparente, y llevando la cabeza cortada de Holofernes en una mano y su espada en la otra: mediante la sexualidad femenina (así nos lo dice el cuadro) Judit ha tenido éxito en decapitar y robar los poderes viriles de su amante. La enorme arma es tan significativa como la propia cabeza en esta pantomima de la envidia del pene."
"A veces Lucrecia y Judit eran colocadas juntas, como una pareja heroica; así, la Judit de Cranach ya ilustrada tiene una Lucrecia con la que hace juego, y esta pintura posterior es igualmente erótica. Lucrecia, como Judit, está desnuda salvo un diáfano velo y algunas joyas; más notablemente, un collar muy vistoso. Ella hunde la daga en su propio pecho con una mirada un poco lánguida, que sugiere que está experimentando un placer masoquista en ese acto. No requiere mucha imaginación interpretar la pintura en sentido simbólico. La daga no simboliza sólo agresión, sino, más literalmente, un falo; el insuficiente velo sugiere una inocencia perdida; el collar, quizá, es un emblema de servidumbre."
¿Lucrecia experimentó "placer masoquista" al suicidarse con un puñal/falo, tras haber sido violada por Tarquinio? ¿Lo experimentó durante la violación? ¿Estamos malinterpretando a Lucie-Smith? ¿Lucie-Smith malinterpretó a Cranach? ¿Cranach malinterpretó a Lucrecia?
Y en otros casos, la obra se resiste a cualquier intento de desencriptado. Tropas de críticos e historiadores asedian La Mariée mise à nu par ses célibataires, même o Étant donnés : 1° la chute d'eau 2° le gaz d'éclairage…, pero no logran hacerse con el botín de su sentido.
A Heráclito le piden que opine sobre la interpretación y él vuelve a realizar su performance, idéntica, con lo cual muestra que, a veces, diferentes interpretaciones de lo mismo son posibles. Algunos discrepan levemente: lo que muestra, dicen, es que la interpretación, a veces, depende más de nosotros que del objeto interpretado. Según otros, lo que muestra es que interpretar no es lo único que podemos hacer ante algo; por ejemplo, ante una obra: bienentendida o no, interpretada o no, la podemos usar (a veces) para lo que nos convenga: para hacer obras nuevas, para jugar… Otros están en completo desacuerdo: lo que Heráclito quiso decir, afirman, es que la interpretación (a veces) no importa, e incluso puede no existir:
―Cada hecho genera algo, una progenie de consecuencias, y eso es lo que importa: la vida, los frutos.
Alguien argumenta que todo se trata de un malentendido, pero lo malinterpretan. O eso cree.


Emilia Casiva
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Andrés Cabeza
Andrés Cabeza / Colección 1.330.022 / Editorial Casa 13 / 2019
Casa 13 ediciones
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