El aroma salvaje del laurel
Silvia Barei

"Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo" escribe Pablo Neruda en su bello libro de memorias, Confieso que he vivido. Oriundo de Oriente Medio, el árbol de Apolo, o de Dafne, es tan común y necesario entre nosotros, como la menta y la peperina, tanto que cada pueblo lo ha llamado de maneras diferentes.
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I. Es muy sabido que los dioses griegos eran caprichosos, fiesteros y abusivos. Disputaban espacios en el Olimpo, espacios en la tierra y amores humanos y divinos. Cuando no hacían la guerra, estaban borrachos y cuando no estaban borrachos (o sí) perseguían mujeres, efebos y se travestían para despistar de sus malas ideas y acciones.
Cuando el bello Apolo, el dios más amado y amable, escuchó el canto de la ninfa Dafne, se enamoró perdidamente. Pero ella había jurado no pertenecer a ningún hombre y salió huyendo. "No sabes, temeraria, de quién huyes" le reclama Apolo, según cuenta Ovidio en sus Metamorfosis .
Dafne pide ayuda a su padre, el dios-río Ladon, quien la convierte en árbol de laurel. Aunque parezca contradictorio, a Apolo es a quien se lo considera imagen del laurel. Y sí, el homenajeado es el abusador. Suele pasar en la mitología, pero también hasta el día de hoy, y con abusadores que nada tienen que ver con los dioses ni con las coronas de laureles.
Entre los griegos, Apolo es el dios de las artes, del arco y la flecha y la curación, protector de los pastores, marineros y arqueros, el dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, pero para seguir con sus contradicciones es también el dios de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades. Se lo representa desde la Antigüedad, como un hombre joven, desnudo, a veces con un manto, un arco, un carcaj de flechas, y una lira, creada por su hermano Hermes para él, y con algunos de sus animales simbólicos como la serpiente, el cuervo o el grifo.
Vinculada a Apolo, seguramente muy a su pesar, Dafne se convierte entonces en la pitonisa mayor del oráculo de Delfos, de inspiración profética y artística, el más famoso oráculo de la Antigüedad. Su construcción era una acrópolis protegida por murallas, con fuentes, un teatro y grandes recámaras individuales divididas por lugares de procedencia, donde los consultantes dejaban sus ofrendas (mayormente objetos de oro, bronce y piedras preciosas). Este templo recibía miles de visitantes de todas partes de Grecia y del mundo Mediterráneo, y Alejandro Magno fue uno de los más ilustres. Aquí la pitonisa le vaticinó que «conquistaría el mundo» y así sucedió porque este oráculo tenía la peculiaridad de no fallar con las predicciones.
Las primeras referencias literarias a Apolo se encuentran en Homero. Citado en la Illiada es también uno de los dioses protagonistas de la Odisea. Entre otras intervenciones, Apolo ayudó a Paris a matar a Aquiles guiando la flecha de arco hasta el talón de éste, en venganza por el sacrilegio de Aquiles al matar a Troilo y Héctor, hijos de Apolo. Hay otros rituales que, sin desdeñar a Apolo, también recordaban a Dafne. En Tebas, a principios del siglo vii a. C. se construyó un templo dórico del que solo se han recuperado pequeñas partes. Allí se celebraban las fiestas Dafneforias cada nueve años, eso sí, en honor de Apolo y los participantes llevaban ramas de laurel (dafnai), y a la cabeza de la procesión, caminaba un joven, al que se llamaba «dafnéforo». Y "daphnomancia" era la forma de adivinación que utilizaba hojas de laurel en el Santuario de Delfos. Se arrojaban las hojas al fuego y, si crepitaban, era de buen augurio. Si, por el contrario, ardían en silencio, el presagio era desfavorable. "Gracias por el fuego" habría que decir con Benedetti.
Los pueblos mediterráneos heredaron y enaltecieron los ritos griegos del laurel. En una leyenda romana, un águila dejó caer sobre el regazo de Drusilla, la mujer de Augusto, una gallina blanca que llevaba en su pico una rama de laurel cargada de frutos. Los arúspices (adivinos que leían las vísceras de los animales) ordenaron conservar el ave, plantar la rama y cuidarla amorosamente. Así se hizo en la casa de campo de los Césares a orillas del Tíber donde creció un bosque de laureles. Desde entonces, Augusto y todos quienes le sucedieron llevaron ramos y coronas de laurel en sus cabezas.

II. En mi casa y en la casa de mis hijas tenemos plantas de laurel (además de la obra de Homero y unos cuantos libros de mitos, claro). Estas plantas han crecido enormes y hermosas y nos sirven para condimentar las comidas y sahumar las habitaciones. Y también para nido de muchos pájaros que últimamente se han trasladado a vivir en sus ramas.
"Hay un verde laurel. En sus ramas/un enjambre de pájaros duerme en mudo reposo,/sin que el beso del sol los despierte" escribía Rubén Darío.
Dicen también que un ramito de laurel en la entrada de la casa da la bienvenida a los amigos y que hay que regalarlo. Por eso, cada vez que voy a un encuentro con amigas, me acuerdo de preguntar quién está necesitando laurel porque lo utilizamos como condimento aunque también es conocido por sus beneficios para la salud como antiinflamatorio, antiséptico y para mejorar la digestión.
Pero una de mis hijas tiene un peticionante muy especial. León, el hijo de una amiga, tiene seis años y es fan de las figuritas. Y como no hay plata para tanta necesidad de completar álbumes, León vende laurel.
Mi hija le provee ramos enormes y él, con paciencia, arma paquetitos con las hojitas y sale a vender por el barrio. El precio es tan conveniente que hasta el verdulero le compra y en una época, durante el Mundial, el señor del kiosco le cambiaba por figuritas, a ver si salía de una vez por todas la de Messi.
Un día, una señora del barrio le pregunta solo por conversar un poquito con él: - León, de dónde sacás tantas hojitas de laurel, tan frescas y tan verdes?. Y León contesta muy suelto de cuerpo: - Es que una amiga de mi mamá me contó que en su casa hay una ninfa, que es como una adivina, que está en el árbol de laurel y vive en el fondo del patio. A veces habla y pide que le corten las hojitas, porque sinó tiene los brazos muy cargados, que vendrían a ser las ramitas. Ella me trae y así nos ayudamos todos y yo sigo ahorrando para las figuritas.
Jaque mate, señora del barrio. Versión sudamericana y algo personal del mito, pero versión al fin. A León le faltó recitarle la casida de Federico: "Por las ramas del laurel/vi dos palomas desnudas/La una era la otra/y las dos eran ninguna"
Por algo entre griegos y romanos devino el símbolo de la victoria. Y no es cuestión de dormirse en los laureles sino de ponerse en movimiento, sabe bien León, aunque tenga un poco confundidas historia y mito.
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Comentarios:
- Silvia Cristina Rodríguez: Gracias Silvia Barei, maravillosa y detallada historia del origen y mitología del Laurel. Aprender, disfrutar!! Hasta poéticamente!!
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