Editorial Octubre 2024

En uno de esos bares del cosmos

A veces una publicación planea ciertas ediciones especiales, aniversarios, extraordinarias, o alusivas. Otras veces no. Y en este último caso, cuando no se plantea más que la continuidad de algo que viene ocurriendo, de pronto se puede dar sin cálculo previo una combinación de contenidos, algo que a la vez no es de ningún modo un hecho casual, pero que produce un resultado que supera incluso las expectativas más distraídas de los editores y se convierte en celebración. Una sorpresa, un número que expresa más allá de lo esperado un conjunto de producciones individuales que por sí mismas constituyen piezas de un conjunto revelador. Apoteósico. Eso es este número 16, que de arranque contiene sus múltiplos, sus cábalas, su lugar en una serie matemática o mística, si es que algo separa a ambas. Pero internarnos allí sería distractivo para decir lo que nos importa. El hecho de haber ocupado un cierto lugar en el espacio, como una nave a la que vienen los cosmonautas cansados a encontrar el refugio de un trago, de una conversación, de una música que suena, como en esas familias sustitutas en el universo como lo eran los bares habituales (tantos ya desaparecidos). Un punto en el universo donde expresar un pedacito de aquello que compartimos, astillas de una identidad que nos abraza y nos abriga. Tierra Media se enorgullece de este número 16, primaveral, sí, pero de múltiples estaciones, esta nave madre flotando sin saber otra cosa, en el universo que aún se pregunta para qué, por qué. La casa no tiene la respuesta, pero acoge a todos sin abusar del derecho de admisión, ya que quienes entran saben lo que buscan, y esta revista es la suma de quienes la escriben, más quienes son escritos por ella, más quienes la leen porque encuentran reflejos de nuestras propias incertidumbres en las aspas que giran en el espacio exterior. Somos, en suma, muchos y muchas, y tenemos más preguntas que respuestas, más respuestas que intenciones, y más intenciones que derrotismo. Somos la nave madre serena y ya flotando sin tiempo en esta historia contada de mil maneras durante miles de años, reproduciendo el pasado, el presente y el futuro como una fonola de bar donde giran discos cuya fecha se desconoce.

Veamos. ¿No es acaso el feminismo la mejor, las más contemporánea de nuestras revoluciones? ¿No son las viejas insurrecciones señales en el camino para las próximas? ¿No son las reflexiones agudas, las que observan atentamente el culebrón de la política -que abusa de su turno como quien abusa de su vida, sin ver que la muerte va consigo- una advertencia? Y los intentos artísticos más devotos y empeñados, ¿no son todos ellos mensajes para nuestros hijos y nuestras hijas, y todos los hijos e hijas que hacen sus propios viajes? ¿No son una canción, un dibujo, un poema, un libro, un testimonio, un relato, un proyecto, una película, disparos de cañón que prosiguen tejiendo sus manifiestos, acordes a las conquistas de la humanidad? ¿No somos conscientes, acaso, de lo que fue, de lo que es y de lo que será? ¿No nos merecemos, quizás, un momento, acodados en la barra del bar, acunados por la rockola, reponiéndonos del arduo trabajo de vivir cada día, tomándonos un trago reconstituyente para intercambiar monosílabos de antiguo cuño, en el simple estar de la tarea cumplida?

Esto es. Para eso está aquí flotando la Tierra Media de este octubre, donde tantos y tantas han depositado sus ofrendas de inteligencia, de belleza, de revelación e inspiración, y que ahora abrimos muy felices, porque es la hora señalada. Pasen, vean, lean y compartan, la consigna es a descubrir.


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