Editorial Febrero 2025
Ud. preguntará por qué escribimos
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Puede parecer optimista, nada más que optimista, regresar con un nuevo número de esta publicación. Pero no lo es. Hay que darle sus granos al optimismo que, sin ellos, desfallece.
Un optimismo específico, tal vez, eso sí. Un optimismo sobre aprender a leer los signos de cultura (y esta revista lo es) como semillas sembradas no en el yermo, sino en el ruido. Un campo de ruidos que no suenan bien, como no suena bien un sollozo, o un grito de hambre. Ruidos que atraviesan una época cacofónica, un horizonte donde relampaguean los gritos que se jactan de haber convertido la producción de la ignorancia ajena en una mercancía de alto rendimiento.
Un tiempo que, comparado con las conquistas intachables de miles de muertos que se dieron a la causa de la humanidad, es un verdadero tiempo basura, con perdón de los residuos que dejamos a nuestro paso.
Es basura pretender implantar un discurso esquizofrénico, el discurso desnudo del emperador, adornado por un pésimo subtítulo tomado de otra película, que canta aleluyas sobre imágenes de descarnado patetismo. La hora de la riqueza hueca, propia, egocéntrica, aislada de la pobreza de ojos enormes y bocas que apenas pueden balbucear. Los ricos huecos son la aspiración que se vende en el mercado, o que incluso nos introducen a contramano, por donde la espalda pierde el nombre y se enciende el cartel que dice "Culo". Tal vez, de niños, nos enseñaron a convertir esa inscripción con unas mínimas intervenciones, en la palabra "Cielo". Pero no, se sigue leyendo la inscripción original, por fuerza. Por las fuerzas del culo, porque al menos se trata de algo real, aunque lo saquemos de cuadro por inapropiado.
Escribimos porque podemos, mientras podamos. Porque creemos tener algo que decir, como lamentablemente cree todo el mundo.
Porque escribir es y fue la forma de creer, de permanecer, de resonar sin hablar necesariamente sobre sí mismos. Escribir sobre nuestros contemporáneos, muchos de ellos coterráneos, de muchas generaciones, talentosos, invalorables. Gente con trayectorias, con historia para alumbrarnos. Escribir sobre hechos y acciones culturalmente necesarias, sobre tradiciones que llegan hasta nuestros pies, como el mar. Sobre creaciones que hacen callar al ruido y proponen el milagro de la música, como el vuelo de una mariposa ante el cual se rinde la oscuridad. Sobre las opciones que nos quedan en el caos, sobre historias que merecerían haber ocurrido como en la imaginación.
Escribir sobre facetas de la vida, sobre los jóvenes intentos artísticos, sobre viejos hechos y costumbres. Sobre la sorna y el humor que atraen ciertos discursos patrióticos. Sobre la buena literatura de la que podemos beber sabiduría potable.
Escribimos porque así protegemos las bellezas de esta lengua, aun cuando se refiera a lo horrible.
Salimos, así, salimos como nos sale. En el tiempo que nos toca, si no nos dejamos tocar y no dejamos de decir, de anotar, en el campo de combate de las palabras. Allí donde se baten las cosas dichas solo porque se cree que nadie escucha; y las dichas porque no todo lo que hay son desdichas. Las dichas por ningún precio, por el placer de rozarnos las manos en una multitud en movimiento, donde nadie sabe muy bien adónde va.
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