30 años de Danza Viva

Reliquias del tiempo presente

Cristina Gómez Comini creó una compañía de arte en movimiento, Danza Viva, treinta años atrás. En este aniversario, la coreógrafa, maestra, puestista y directora que desarrolló su perfeccionamiento y parte de su carrera en Europa, vuelve la mirada al trayecto recorrido desde su regreso a Córdoba, a mediados de los años noventa, y el traspaso de su conocimiento a nuevas generaciones.

Gabriel Abalos

Cristina Gómez Comini (ph: Fabiana Medina)
Cristina Gómez Comini (ph: Fabiana Medina)

Cristina Gómez Comini parece pensar en términos de movimiento. En un prólogo escrito por ella en 2006 para el libro Apología de un instante, editado en ocasión de cumplir 12 años su proyecto Danza Viva, comenzaba trazando una descripción sinóptica del momento. Si los comienzos son declaraciones, esto declaraba al abrir su texto: "Ignorar es ir a tientas, es no tener referencias, es perder tiempo caminando en círculos y tropezar con los mismos escollos una y otra vez, es hundirse en una vorágine sin fin, es sentirse solos, es no haber conocido padre ni madre, es en primera y última instancia para los argentinos, alimentar el fantasma de lo desaparecido." Al escribir, al conceptualizar, es el movimiento lo que rige el sentido, con su ir a tientas, caminar en círculos, tropezar. El movimiento define lo social, lo real, lo simbólico. Y esa definición refiere a la realidad histórica.

Cristina se formó en Córdoba, en 1977 partió a Buenos Aires, donde estudió en el Teatro Colón y en el Teatro San Martín. En esa ciudad hizo teatro y Régie de ópera. En 1979 se fue a Bruselas Bélgica, donde fue bailarina en prestigiosas compañías insertas en institutos de formación de Bruselas, entre ellas L'Ensemble-Teatro/Danza dirigido por Micha Van Hoecke, y el extraordinario Ballet del Siglo XX dirigido por Maurice Bèjart. También bailó como solista en L'Ensemble-Italia Producción del Teatro Alla Scala de Milán, y en su estadía italiana inició su actividad como maestra. A mediados de 1992, tras catorce años de ausencia, volvió a Córdoba y se propuso volcar su formación y su experiencia europea en la danza y en la danza teatro, y a su vez crear una nueva experiencia en la formación, la creación y la dirección escénica. A eso le sumó una carrera de productora y gestora cultural, completando el cuadro de las distintas dimensiones a las que, de un modo u otro, compromete los votos hechos con la calidad técnica y estética del hecho artístico.

En 1994 fundó Danza Viva, compañía de danza contemporánea y, al llegar ese proyecto a los treinta años este 2024, su creadora y directora vuelve la mirada hacia atrás. Se detiene un momento en otro aniversario, el de 2006 y en aquella lujosa publicación textual y fotográfica que quedó como testimonio de los primeros doce años.

"Ese libro fue como un hito y de alguna manera reforzó la convicción de seguir haciendo arte desde el lugar que podía en ese momento y con las herramientas que tenía. Y también reforzó el compromiso con mi lugar, con mi ciudad y con mis artistas, o sea los artistas de mi ciudad, de mi provincia, de mi país. También te diría que reforzó el deseo y la búsqueda incesante de decir; pero también de escuchar, escuchar mi entorno y establecer algún tipo de comunicación hacia el afuera, y también una comunicación profunda, decididamente una comunicación profunda hacia el adentro del grupo con las personas que formaban parte en ese momento y con las que sucesivamente formaron parte después."

Yendo más atrás en su mirada al pasado, en busca de caracterizar los comienzos de la compañía, a mediados de los años '90, su directora especifica que en aquel momento no primaba la posibilidad de un horizonte futuro, sino el impulso primario. El movimiento mismo echando a andar y corriendo el horizonte hacia delante.

"Al principio fue responder a lo inmediato, hacer una obra. Había que hacer una obra, y bueno, después de esa, otra, y luego otra, no había una pretensión o una mirada a largo plazo del grupo, de la compañía. En esos años entramos en una especie de euforia creativa donde los bailarines, los equipos de artistas, producíamos y producíamos y todo era como una fiesta y nos iba bien y empezamos a tener mucho público. Después fue apareciendo, y vuelvo a repetir la palabra, fue apareciendo el compromiso de hacer. El compromiso como una forma de devolución amorosa hacia el mismo grupo, ¿cierto? Una forma de cuidarnos y de respetarnos y querernos y admirarnos desde el arte, desde lo que hacíamos. Y luego llegó la reflexión, y con eso, la crisis, te diría. ¿Para qué hacemos esto? ¿Para quiénes? ¿Por qué? Bueno, empezamos a tener problemas, siempre los tuvimos, de tipo económico, teníamos problemas para producir, la gente del grupo tenía diferentes necesidades, familiares, económicas, etcétera. Y bueno, concluimos, y concluí en lo personal, de que crear, seguir con el grupo adelante, era realmente una necesidad, una necesidad del alma, del ser."

Los días de esos años de arranque de Danza Viva ocurrieron en un contexto que, para el caso de la danza y de su propia historia en la docencia, la coreografía y la dirección, Cristina rememora de esta forma:

"En los años 97 y 98 yo también trabajaba mucho por fuera del grupo, asumí como directora del ballet oficial, en un momento económicamente bastante dramático para la provincia, y no había dinero para traer coreógrafos. Te diría que la posibilidad era uno sobre cuatro o cinco, o sea, por uno que venía el resto de las producciones, de las obras, me hacía cargo yo para poder hacer bailar a la compañía, ¿no es cierto?, para que tuvieran funciones. Entonces, producía también creativamente para el ballet y seguíamos con el trabajo de la compañía. Entonces, todas esas relacionarse con los bailarines y con todo el universo que cada uno de ellos es, más las relaciones entre ellos, las relaciones también con la cabeza, que en ese momento era yo, todo eso me dio el mayor aprendizaje de todos estos años. Si me preguntás qué aprendí, bueno, aprendí mucho sobre las relaciones humanas, sobre las personas. Aprendí mucho, tanto en el grupo, en Danza Viva, como en el ballet. Pero quizás una de las cosas más interesantes en lo creativo que aprendí fue lo que yo llamo soltar la orilla del río. Es decir, fui con el proceso de las obras -con Danza Viva sobre todo, no tanto con el ballet, sino con mi grupo- fui de a poco soltando el terreno conocido para adentrarme en la exploración de nuevos horizontes. Digamos, solté la orilla, pero no iba sola, iba con mi gente, con mis bailarines, los artistas que me acompañaban en el grupo. Eso fue fantástico porque se abrió un universo de infinitas posibilidades, como algo muy excitante, lo siento aún hoy, es muy excitante y muy atractivo, la exploración sobre un tema o sobre lo que has decidido trabajar, es como una energía imantada que te lleva a abrir puertas y más puertas y más puertas. Eso da miedo, sí. Da miedo, pero da placer también."

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Transformar el espíritu explorador en una serie de aprendizajes y de experiencias le reveló a Cristina Gómez Comini su capacidad al momento de gestionar en el campo de la cultura, tarea en la que naturalmente ha sido una referente en la danza local.

"Por supuesto aprendí muchísimo sobre gestión, me acuerdo que apenas llegada al país hice un curso de gestión con un alemán, Dieter Buroch, que había venido al Instituto Goethe y estábamos todos en ese momento los interesados y en ese momento a mí el modelo de Dieter Burok, que era muy europeo y que él lo veía totalmente posible en un país como el nuestro, yo que venía de Europa y que sabía que allí era posible, aquí me pareció absolutamente inabordable. Pero bueno, eso fue en el 92, y cuando ya en el 95, 96, 98 fui interviniendo muchísimo en la gestión y seguí aprendiendo y sigo aprendiendo hasta hoy con todo el tema de las redes y demás. Eso realmente puedo decir que lo estudié sobre la marcha, con las vivencias y con las necesidades y todo lo que te pide la gestión de una compañía independiente y la gestión de una compañía oficial."

En términos de las vivencias de un grupo de personas dedicadas a un mismo proyecto artístico durante años, hay un caudal formidable de memorias compartidas que ya no pasan solo por el hacer, por el crear, sino por los vínculos que se van construyendo.

"Cuando te digo que aprendí mucho de las relaciones humanas es porque cuando pasás tanto tiempo con un grupo de artistas, cuando pasás a diario el tiempo con ellos ensayando, buscando, conversando, reflexionando, pensando, dudando, hablando, experimentando corporalmente, en fin, cuando pasás tantas horas con un grupo de personas eso te une, te volvés íntimo o íntima con esas personas. Podría decir que yo conozco de mis bailarines y los bailarines de mí momentos, reacciones y situaciones que sólo en la intimidad de un grupo pueden darse. Y eso -me emociono sólo de decirlo- creo que es algo tan valioso que no sé, que tal vez no se ve, pero bueno, se siente. Y así como lo siento yo, lo sienten los bailarines o los artistas que han compartido con nosotros o que hemos compartido juntos momentos y situaciones que no hay otra palabra, son inolvidables. O sea, quizás te olvidás del hecho, de la anécdota, pero no te olvidás lo que sentiste. Y basta que uno diga una palabra, ¿te acordás de tal cosa?... e inmediatamente la emoción aflora. Eso, la intimidad, la intimidad de un grupo que trabaja en el arte, es algo insustituible."

El trayecto que amasó ese proceso de estrechar hasta tal punto las relaciones, atravesó a la vez una serie de cambios en el tiempo: sus etapas se dieron en medio de transformaciones sociales, culturales. Así como hubo un comienzo, también comenzó a delinearse un posible límite en la organicidad del proyecto. Esto es lo que anticipa la coreógrafa y directora, al llegar a las tres décadas de Danza Viva.

"En realidad yo estoy cerrando un periodo, estoy cerrando un ciclo. Creo que Danza Viva se cierra aquí. Digamos, no se cierra la creatividad ni los proyectos artísticos, pero la compañía con el formato con el que se mantuvo durante treinta años se cierra aquí, porque pensando en voz alta, es un formato que es difícil de sostener hoy en día, por muchas razones. Sigo con una relación maravillosa con todas y cada una de las bailarinas, de los artistas, de los escenógrafos, músicos, con todos los que pasaron y trabajaron con Danza Viva. De hecho, tengo, digamos, bailarinas que a lo mejor ya no son tan jóvenes, pero que son unas hermosísimas artistas con las que siempre decimos, bueno, vamos a hacer algo pronto. Pero eso ya entra en otro formato y no en este formato de compañía con entrenamiento diario, con horarios de ensayos bastante estrictos, con una continuidad digamos, como te diría, intensa. Hoy por hoy la gente está tremendamente ocupada, es muy difícil coordinar ensayos, muy muy difícil, es muy difícil encontrarse físicamente, física y mentalmente para trabajar. Hay algo de la dispersión del hoy que no me permitiría seguir con el formato que sostuvimos durante treinta años y que en los últimos años no se hizo fácil, pero que a pesar de todo pudimos sostener."

Con el propósito de acercar el foco a esa problemática esbozada por Cristina Gómez Comini, le pedimos que amplíe en lo posible la descripción de las causas que sugieren ponerle término al proyecto. La reflexión permite un cuadro más amplio del cambio de los tiempos y de las condiciones creativas de un elenco artístico en los últimos treinta años de esfuerzo sostenido, para tal vez buscar una experiencia más abarcadora, una mirada a una generación, a un período, a una situación común en tiempo y tal vez en lugar. A la vez, abre preguntas que invitan a la reflexión sobre las artes, sus rupturas, sus continuidades, sus proyecciones.

"Danza Viva, como compañía, como grupo, empezó con un formato de trabajo muy intenso y profundo. Nosotros trabajábamos con el formato de una compañía como si fuésemos una compañía paga, siendo que no lo éramos. Trabajábamos de lunes a sábado entre 3 y 4 horas todos los días con entrenamiento de una o dos clases y después ensayos. Y si había que quedarse más, una hora más, porque estábamos en un proceso que no se podía cortar, también nos quedábamos. Bueno, ese es un formato hoy prácticamente insostenible. No conozco a nadie independiente que trabaje de lunes a sábado cuatro horas. Bueno, en aquel momento se pudo hacer y se pudo sostener varios años incluso.

Siento que lo que ha cambiado, entre otras cosas, es el uso del tiempo de las personas y, por ende, de los artistas. Hoy las personas, los artistas, hacen muchas cosas, tienen una hiperactividad, están o estamos todos más apurados, hay menos posibilidad de comprometerse a largo plazo y los tiempos son más acotados para todo. Lo que a su vez señala que se han multiplicado los focos de atención de todos. Pasamos de prácticamente un solo foco, digamos: me concentro en esto, trabajo en esto, en este proyecto artístico, y trabajo en esto y solo en esto hasta el final. Pasamos de eso a tener varios o múltiples focos de atención. Los artistas de la escena hoy suelen estar en varios procesos artísticos al mismo tiempo, y eso finalmente yo siento, muy subjetivamente, que se traduce en cierta dispersión o en poca posibilidad de profundizar en los procesos.

Se trabaja más con el reloj en la mano, hoy en día, tengo una hora y cuarto para ensayar porque a las 16, un bailarín se tiene que ir, entonces estamos mucho más acotados. Y por otro lado -esto también es muy subjetivo- me parece percibir en las personas en general una mayor inestabilidad emocional, lo que también influye ralentizando o incluso a veces cortando ciertos procesos creativos. El factor económico siempre ha tenido peso, pero digamos, en el sentido de que cuando la gente va creciendo en años y en compromisos y va teniendo una necesidad de un ingreso fijo, bueno, yo en algún momento nos iba tan bien que yo pensé que las bailarinas y yo misma íbamos a poder vivir del trabajo en nuestra compañía, y bueno, la verdad que no fue así."

Tal vez no siempre las condiciones ayudaron, pero también dar respuesta a esas dificultades fue parte de definir el proyecto, adquirir una forma de cumplir las metas propuestas. A su vez, lo que impusieron los cambios enunciados por la artista dejó huellas en la unicidad creativa, en el sello propio, en la definición de las producciones.

"Sí, debo decir que Danza Viva se ha ido acomodando a la realidad cambiante durante estos 30 años y lo que sí, se ha intentado siempre preservar el trabajo de calidad. Y también, digamos, con toda esta atomización y todos estos compromisos que todos tenemos, con todos estos múltiples focos de atención y estos múltiples procesos de trabajo que en general tiene la gente joven o los artistas que están en el tope de su actividad, se ha producido, yo creo, una suerte de hibridación de la identidad de los grupos. Repito, al estar en muchos proyectos, en muchos grupos, a veces todos muy parecidos, siento que estamos un poco así todos, estoy aquí, estoy más allá, y más allá, y más allá, y entonces al final no estoy en ninguna parte. A eso me refiero cuando te digo que, por ahí, la permanencia en un grupo durante muchos años, bueno, automáticamente genera una identidad o una identificación con cierta forma de trabajar. No es que ahora no la haya, por favor, todo esto que digo no es que no lo haya, pero, como te digo, al trabajar los artistas en tantos proyectos, en tantos grupos, bueno, si no se pertenece a un solo grupo, eso no está bien ni está mal, son cosas que yo veo que van cambiando, nada más.

Y, por último, te diría que no podemos obviar que las redes han invadido nuestras vidas y hoy por hoy hay una energía muy grande puesta en el estar en ciertas cosas y mostrar ciertas cosas, más que profundizar en ellas, ¿no? Es más importante la imagen que el contenido. Y, como te digo, tampoco hago un juicio de valor de esto, pero yo extraño un poco esa posibilidad de que la gente esté concentrada 100% en algo y con mucha profundidad. O sea, lo he podido vivir con Danza Viva durante mucho tiempo e incluso hasta con la última obra te diría que lo hemos podido lograr, aun cuando ya la gente estaba en varias cosas, pero en los momentos de reunirnos se lograba un clima de trabajo de mucha profundidad. Y seguramente a otros les pasa lo mismo, pero digo que hay una cierta intranquilidad de fondo porque estamos todo el tiempo coordinando y viendo dónde y cómo podemos coincidir para llevar adelante un proyecto artístico.

Por ende, termino como empecé. Los formatos han ido cambiando y esto es un aspecto. Después, bueno, hay otros que me parece que, bueno, no sabría en este momento quizás especificarlo, pero esto que te he dicho no es poco y es muy real y es algo que se siente fuertemente cuando uno ha tenido experiencias de otro tipo."

Al llegar al final, o a un escalón de un largo proceso que invita a mirar hacia atrás, se reactiva naturalmente la conciencia de lo recorrido, de lo logrado, de lo vivido.

"Interactuar con tantos artistas talentosos me enriqueció en todos los aspectos. El proceso de cada obra fue un viaje profundo de lecturas, estudio, investigación, descubrimiento, experimentación y aprendizaje. Quedan muchísimos momentos emocionantes e inolvidables con el grupo. Me siento muy feliz y más que agradecida por estos treinta años."


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Donde la danza vive

La Compañía Danza Viva cumple treinta años este 2024. En esas tres décadas produjo veinte obras de danza contemporánea y teatro, dio muchas funciones en Córdoba, en varias otras provincias, y también en el exterior. El proyecto creado por la coreógrafa, maestra y directora Cristina Gómez Comini sumó premios y aplausos en incontables festivales y giras donde se reconoció una labor de gran profesionalismo, compromiso, lectura, imaginación y horas de trabajo de creación y ensayo. El primer antecedente de la compañía se produjo en 1992, en las escalinatas (que hoy están, pero parecen no existir) del Centro Municipal Obispo Mercadillo, frente a la plaza principal de la ciudad de Córdoba. Para insistir en el asunto, si se acepta leer los comienzos como una declaración estética, en ese trabajo titulado De saxo y sombrero ya participaban, además de bailarinas históricas de DV como Ana García, Patricia Belloni, Nora Witanovsky, una pléyade de músicos locales, el vestuarista Rafael Reyeros -un orfebre de la escena-, una coreografía en base a la música de Bela Bartok, Pierre Dubois, J.S Bach, Edward Elgar, Enrique Granados, Scott Joplin y la puesta en escena, coreografía y dirección de Cristina Gómez Comini. La declaración puso una barra bien alta, y esa barra solo fue para arriba, nunca hacia abajo.

Aquí solo podemos mencionar parte de los datos que aportó la trayectoria de un colectivo notable, pero siempre estuvo presente la colaboración con los mayores referentes del teatro, de la música, del pensamiento, en un diálogo estético de igual a igual y un arremangarse a trabajar juntos en proyectos siempre depurados, como piezas únicas, verdaderas reliquias del tiempo presente.

Obras de Danza Viva, 1994 a 2023

1994 - Las musas inquietantes
           Mosaicos
           Fachada

1995 - La Roja

1996 - Essere Napoli

1997 - Cubo 5

1998 - Sueños de la razón (Trilogía del Silencio, Parte I)

2000 - La Voz del Ángel" (Trilogía del Silencio – Parte II)

2002 - Punto de fuga? (Trilogía del Silencio – Parte III)

2003 - Cuerpo impuro
             Oigo voces

2005 - Área Restringida

2009 - Anoche Mariposa

2010 - Escenas de la vida en el borde

2015 - El Señuelo, en el umbral de la noche

2015 - Teresa

2016 - Tierra de nadie, Pasos inciertos en dominios ajenos

2019 - La casa de los padres

2020 - La herencia invisible/Corto ficcional de Cine Danza

2022 - La Madriguera o cómo escapar hacia adentro

Bailarines de Danza Viva

Ana García – Patricia Belloni – Nora Witanovsky – Malena Murúa - Viviana Fernández – Carolina Rocchietti – Natalia Bazán – Gisella Boschi – Laura Dalmasso – Laura Fonseca – Mariana Gorrieri – Julia Bondone – Carolina Vicente – Santiago Bernardi – Gastón Palermo – Mariana Pirra – Candela Fanin – Ludmila Cassano – Nicolás Giovanna – Constanza De Ángeli – Lucía Rolón

Invitados: Adrián Aragón – Natalia Arrascaeta – Cristian Setién – Pitias Ardizzi – Facundo Cornejo – Juan Carlos Martínez – Jorge Lera - Erick Sánchez – Teresa Marcaida -



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