Cuerpos, cuerpas y cuerpes de la danza
Catalizadores de nuevos paradigmas
Cristina Gómez Comini
La danza sucede en el cuerpo y va de la mano con los tiempos, es el reflejo de las sociedades que la contienen y por ello vale preguntarse qué sucede hoy con el binomio danza-género en el mundo del movimiento y específicamente en el del ballet.

El ballet clásico es una práctica que históricamente ha reforzado estereotipos de lo femenino y lo masculino en su concepción más tradicional, los roles de género están bien diferenciados en las historias románticas del ballet: Él es fuerte, valiente, protector, viril, inteligente, desarrolla actividades netamente masculinas como la caza, la milicia, la guerra etc., mientras Ella es dulce, inocente, ingenua, frágil, a veces enferma, etérea, necesitada de protección con gran predisposición a enloquecer por el amor no correspondido y sus quehaceres son siempre domésticos. Ella se enamora de él y viceversa pero el amor es imposible y la muerte aparece como salida dramática.
El hecho de que el repertorio de obras del romanticismo siga hoy vigente y sea recreado por las más grandes compañías clásicas del mundo es maravilloso porque nos permite apreciar en vivo obras decimonónicas de grandes coreógrafos en su versión completa con notable exigencia técnica, interpretativa y de puesta en escena, aunque también, de alguna manera subliminal, estas grandes obras románticas siguen imprimiendo en las nuevas generaciones de estudiantes de ballet (sobre todo mujeres) un ideal de bailarín/bailarina que puede entrar en conflicto con los feminismos actuales, con el abanico de diversidades sexuales y con las distintas concepciones del amor de pareja.
"El desarrollo del ballet clásico demarca un proceso sociohistórico de significación de los cuerpos masculinos y femeninos que conforman a los grandes actores de este arte y que reflejan componentes de género que han sido desiguales en espacios escénicos propios de la historia de esta danza." (Alba Robles)
En este sentido, sobrevolando rápidamente la historia del ballet podemos decir que desde la creación de la primera Academie Royale de Musique et Danse allá por 1661 por iniciativa del más fulgurante de los reyes franceses (Luis XIV), hombres y mujeres han alternado su protagonismo a lo largo de la historia. Quizás como reflejo del Rey Sol que solía participar como estrella absoluta de los ballets de la época, los hombres tuvieron mayor importancia que las mujeres durante casi dos siglos; ellas eran un complemento necesario aunque todo giraba en torno a ellos. Tuvo que llegar el Romanticismo para que la mujer pasara a ser el centro de las nuevas historias: musa inspiradora, adorada, idealizada, idolatrada como un ser sublime, sacrificado y sumiso que muere por amor aunque sigue viviendo en el más allá, en mundos donde lo etéreo se manifiesta gracias a recursos de vestuario como gasas y tules y a la incorporación de un tecnicismo que perdura hasta hoy: las zapatillas de puntas, inventadas para crear la ilusión de no tocar el piso.
Pero a mediados del siglo XIX los espectáculos de ópera-ballet se privatizan dejando los teatros para pasar a escenarios de variedades, esto trae como consecuencia la mercantilización del cuerpo femenino: los señores de alta sociedad suelen pactar encuentros con las bailarinas durante los largos intervalos del espectáculo y poco importa la obra en sí; ir al varieté implica ante todo tener citas excitantes. La danza se tiñe de mala reputación y esto comienza a perjudicar el status de las artes en general, por lo que la danza es ignorada e incluso negada hasta que, a principios del siglo XX, gracias al impacto que tienen en París los Ballets Ruses de Diaghilev, vuelve a ser valorada como manifestación artística. A partir de ese momento el rol femenino y masculino en escena adquieren la misma jerarquía y aparecen estrellas del ballet como Ana Pavlova y Vaslav Nijinsky entre otros. Lo femenino y lo masculino siguen en general los lineamientos románticos de diferenciación entre ambos sexos aunque despunta otro tipo de historias que permiten a los personajes una construcción menos estandarizada y en algunos casos osadas. Los cuerpos sublimados y casi asexuados del ballet romántico sufren una transformación en las concepciones coreográficas de Vaslav Nijinsky; en efecto el bailarín devenido coreógrafo rompe con la tradición clásica y además protagoniza varios escándalos entre el público ortodoxo, uno de ellos fue el día del estreno de su obra L' apres midi d'un faune (Debussy/Paris 1912). Dicho escándalo alude a que Nijinsky baila de manera explícita su deseo por la ninfa ausente y en el clímax de su interpretación se echa voluptuosamente sobre el velo que le ha robado a su amada. La sociedad de la época parece no estar preparada para ver en escena una manifestación profundamente humana que, sin embargo, escapa a las reglas morales del momento.
A mediados del siglo XX la danza moderna gana terreno en el mundo, ella expresa visceralmente las emociones humanas, el éxtasis, el trance etc. con nuevos lenguajes corporales encarnados en figuras emblemáticas como Martha Graham en EE UU y Mary Wigman en Alemania, ambas con vértice en la pionera norteamericana Isadora Duncan imprimen una potencia femenina a la danza que, obviamente, influencia también al ballet. La posterior danza contemporánea comienza a borrar las fronteras entre lo femenino y lo masculino trabajando sin distinción de sexos y sobre todo sin preconceptos. Los vestuarios que tan claramente marcaban la diferencia de sexos en escena, en muchos casos se vuelven indistintos o neutros, empieza a importar más el ser danzante por sobre la definición binaria hombre-mujer, las temáticas se vuelven más interiores/emocionales y quizás menos anecdóticas.
Si bien las historias de amor siguen existiendo ya no son necesariamente interpretadas por personajes de sexo opuesto; en este sentido baste recordar la famosa versión del ballet El lago de los cisnes del coreógrafo inglés Matthew Bourne, estrenada en Londres en 1995; aquí los cisnes, que siempre fueron papeles femeninos, por primera vez son interpretados por varones como así también la historia de amor entre el príncipe y el cisne blanco; parte de esta obra icónica y rupturista en su momento puede verse hacia el final de la película Billy Elliot, cuando el niño convertido en profesional protagoniza precisamente esta versión de El lago de los cisnes.
La transexualidad en el ballet
Pese a los estereotipos de género que aún persisten, el mundo de la danza siempre ha sido un lugar de acogida de artistas de la comunidad LGBTQ+ ya que la excelencia técnica y artística es la que prima a la hora de decidir la incorporación de un nuevo intérprete. Los coreógrafos de las últimas generaciones han creado obras que contemplan otras formas de relacionarse y contar historias que trascienden la rigidez binaria considerada políticamente correcta. La danza contemporánea y las compañías independientes fueron los ámbitos que primero se abrieron a temáticas relacionadas con la inclusión de género, pero en 2019 la famosa compañía inglesa de ballet English National Ballet desafía todos los paradigmas incorporando a sus filas a una bailarina trans:
A Chase Johnsey se le ofreció la oportunidad de bailar papeles femeninos de cuerpo de baile en La Bella Durmiente del Ballet Nacional Inglés en Londres.
"Soy un bailarín clásico", afirma Johnsey, bailarín independiente que se identifica como de género fluido. Su actuación en el ENB (en la mazurca y como marquesa en la escena de la caza; también fue suplente de una ninfa) fue noticia mundial y lo convirtió en un activista por la causa: no para cambiar el ballet clásico, sino para abrir sus puertas a artistas de todo el espectro de género humano. Al contratar a Johnsey, la directora artística del ENB, Tamara Rojo, puso de manifiesto la exclusividad de género del ballet. "Nuestro trabajo y nuestra compañía deben reflejar el mundo en el que vivimos", declaró por correo electrónico. "El ballet no debe tener barreras; es para todos, en todas partes".
Vale aclarar que el bailarín al que se alude perteneció previo a su contratación en el English N. B. al Ballet del TrocKadero de Montecarlo, donde recibió elogios de la crítica internacional por sus interpretaciones de papeles femeninos. De hecho Chase, como muchos otros bailarines hoy en día, domina a la perfección las zapatillas de punta que históricamente fue de uso exclusivo de mujeres. Esta herramienta, despojada de su connotación femenina, se ha convertido en una aliada del entrenamiento técnico también de varones.

En 2018, se estrena en Cannes el film Girl, ópera prima del belga Lukas Dhont. La película cuenta la historia de Lara, una adolescente trans estudiante de ballet. Si bien su familia y un equipo médico la apoyan y acompañan en la transición, Lara debe convivir con procesos internos complejos a una edad difícil y además luchar por su sueño de ser bailarina con todo el esfuerzo físico que ello implica. Ella (en la excelente interpretación del joven de 15 años Víctor Polster) está decidida a ser la mujer que siente ser y bailar como la mejor. El foco de la película no está puesto en el rechazo social ya que el entorno es amable y comprensivo, salvo por la curiosidad y cierta hostilidad de sus propias compañeras de danza, sino precisamente en las frustraciones de la joven frente al exigente mundo del ballet y al hecho de no poder terminar de parecerse físicamente al modelo ideal romántico. Su masculinidad física la atormenta y no puede esperar a que el tratamiento hormonal y la operación para la que se prepara completen el proceso.
No tenemos noticias de que en nuestro país haya bailarines o bailarinas específicamente transexuales en elencos oficiales o independientes de ballet, pero sí existen muchos artistas talentosos tanto trans como con diversas orientaciones de género en la danza contemporánea, en el music-hall, en el tango e incluso en el folclore.
El arte está ligado al alma humana, a la sensibilidad y al talento que ciertamente no son una cuestión de género y menos de la orientación con que las personas se identifican. Este mundo cambia todo el rato, dice Tamara Rojo, es una de las artes que más se auto-regenera porque los artistas son jóvenes, son contemporáneos de la sociedad con la que quieren hablar y para la que actúan.
Resulta natural que aquello que pugna marginalmente en la sociedad aparezca en el arte mucho antes que ella misma lo acepte. Mal que les pese a los conservadores del ballet, se ha puesto en marcha, lentamente, un proceso de transformación que probablemente cambie los paradigmas instalados en las lejanas cortes del siglo XVII.
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Comentarios:
- Nora Vilches: Excelente nota
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