Cuentos de verano

Aceituna griega


Paula Arancibia Bravo

ph @sheispaulee
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Esa tarde Iván nos había enviado un audio diciendo que al entrenamiento iría con su prima que había venido de la ciudad y estaba acá por el fin de semana largo. Hubo entusiasmo ante las palabras que usó para describirla: POTRA.

Iván llegó en la moto con su prima. Ella tenía puesta una pollera azul con volados cortísima y una remera con tachas. La miré bajar de la moto en cámara lenta, aunque ella lo hizo rapidísimo y agarrándose la pollera. Se sacó el casco y pude ver sus ojos brillantes, los aros de argollas grandes. Se acomodó el pelo para un lado, para el otro, cámara lenta otra vez. Nos encandiló con una sonrisa general y nos vino a dar besos a todos diciendo su nombre: Atenea. Teníamos ante nosotros, pobres mortales, a una mismísima diosa del Olimpo. En este pueblo de mierda que nunca pasa nada viene una piba así y nos deja fritos a todos, pensé. Atenea empezó a desplegar todo sus encantos, nos contó de donde venía y a donde iba. Estudiaba teatro y danza, su estilo preferido era el pop y las coreografías. Nacho quedó paralizado, y cuando sus miradas se cruzaron pasó algo ahí, pero ella ya era de todos.

Alguien le prestó un par de patines y todas las protecciones. Nacho, que además era el entrenador, no perdió la oportunidad de enseñarle a patinar, el muy pajero hasta le puso los patines, estaba literalmente a sus pies.

Le costó al principio, pero no pasó mucho tiempo hasta que logró estabilidad. Podía verla a lo lejos patinando más segura, quise acercarme para llamar su atención estúpidamente y la peleé, me insultó con gracia e hizo reír a todos mis amigos. Me clavó la mirada y siguió patinando.

Dimos varias vueltas, Atenea se cansó, se prendió un pucho y comenzó a preguntar cuál era el mejor bar del lugar. Todos acordamos que la mejor opción era ir a la casa de Nacho que vivía sólo. Compraríamos fernet, hielo y coca.

Una vez instalados armamos una jarra de fernet, ella al principio se preparó en un vaso. Después alguien armó un porro, sus ojos brillaron más aún, empezó a hablar menos y moverse más.

Como cada vez que nos juntamos escuchamos más o menos la misma música. Nacho le dio permiso para que maneje su celular a gusto: "poné lo que quieras" le dijo y así fue. Si bien no me agradaban del todo sus elecciones, provocaban que ella empezara a bailar y eso era digno de ver.

Volvimos a cruzar palabras cuando salió a la vereda a fumar un pucho, la vi sola y me dije: es el momento. Le pedí fuego y me dio la sensación de que quería estar sola, nuestra conversación no fue maravillosa, pero aproveché para justificar mi pasividad de esa noche, le dije que estaba sufriendo un horrendo dolor de muela, que apenas podía estar, me ofreció un ibuprofeno que tenía en la cartera, se lo acepté y en ese ir y venir hicimos contacto con los brazos. Me impresionó la suavidad de su piel, pensé en las comparaciones con la diosa griega, y el olivo: "Atenea, diosa griega que creó el olivo" y este ser divino que tenía delante traía la piel tan tersa y suave como la de una aceituna. Luego de eso, se fue, entregada al baile y a los cuerpos de mis amigos.

Fue la primera en invadir la pista, Nacho apagó la luz y encendió una del fondo para que no quedáramos a oscuras. Gabi, mi otro amigo, también miraba con buenos ojos a Atenea, ella se entretenía con los dos.

Desde mi silla y agarrándome la cara del dolor podía verla, bailaba sola, hacía pasos y mis amigos la seguían, ella por momentos se acercaba mucho a ellos, les movía los hombros, sonreía y cuando la querían agarrar de las manos, se escapaba y se iba con otro. Ver de lejos esa secuencia era una delicia, mis amigos me miraban como diciendo: "que hija de puta esta minita". Bailaba sola, o con la jarra de fernet, o con un porro en la mano, así toda la noche, hasta la madrugada y hasta el fin del fernet.

Nacho sacó un vino que tenía arrinconado por ahí, de esos que no son tan buenos, pero que a las 7 de la mañana son un elixir para el paladar de cualquiera.

Sin perder el estilo, Atenea se sirvió vino y siguió bailando, estaba puesta, pero no perdía el encanto. Le empezaron a llegar mensajes al oído, desde donde yo estaba solo podía ver que ella decía que no con la cabeza suavemente, levantando el mentón y cerrando los ojos. Parecía que gozaba rechazar a mis amigos, perversa y hermosa, me generaba todo.

Se acabó el vino espantoso, Atenea había decidido volver a la casa de su tía, donde estaban sus padres también. Ya eran cerca de las 8 de la mañana, yo estaba en mi moto y no había tomado tanto, iba a manejar, saqué valor desde el dolor, me acerqué y le dije: "¿querés que te lleve a lo de tu tía? Sé como llegar y no estoy en pedo." Atenea aceptó y me sentí bien. Saludó a todos con una sonrisa china, se puso el casco y nos subimos a mi moto. Me agarró fuerte y apoyó su cabeza sobre mi espalda como exhausta, después sentí que me agarró más fuerte y le dije: "me estas apretando mucho" y vi que grababa un video que encuadraba a ella y yo de espaldas, miró a cámara y dijo: "no te quejes que ni siquiera te estoy lastimando".

Llegamos a lo de su tía, quise alargar el momento diciendo algo pero no se ocurría nada. Se sacó el casco, yo el mío, me dio un beso en el cachete y me preguntó: "¿cómo era tu nombre que me olvidé?", "Julia" le dije, "un gusto conocerte, ojalá vuelvas pronto", eso estuvo de más, aunque sospecho que ella jamás se dio cuenta de nada. La vi irse, tocar la puerta, vi a su madre en camisón dormida, ella entró y desde la puerta me saludó con la mano. Me quedé unos segundos ahí en la calle, y me dije: "Atenea algún día voy a construir un palacio grande para vos y te voy a invitar a que vengas a bailar sola conmigo".


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