Contrafáctico

Adrián Savino

Una vez, cuando era chico, casi me explota un cohete en la mano.
Lo había tratado de encender unos segundos antes y la mecha no dio señales de estar ardiendo.
Entonces dije: yastá, esta bosta no sirve… y lo tiré.

No alcanzó a tocar el piso, que de rompe y raja dio un estampido ensordecedor.

En otra ocasión, por esa misma época, nos entraron a robar cuando metíamos el auto a la cochera un domingo a la noche.
Mi hermana se había bajado apenas mi padre había subido el Torino a la vereda, para correr a la casa de una vecinita.
Mi madre había abierto el portón, y apenas el auto estuvo adentro, llegaron los monos.
Eran cuatro o cinco y uno de ellos hizo bajar a mi padre mientras lo encañonaba.
Mi padre les decía: muchachos tranquilos por favor, llévense lo que quieran pero no nos hagan nada.
A mi madre también debían haberla encañonado pero desde mi sitio en el asiento de atrás no podía verla.
De pronto sonó otro estampido ensordecedor: un disparo.
Los monos se sobresaltaron; me hicieron bajar, se metieron todos al Torino y salieron marcha atrás, haciendo chirriar las ruedas contra el piso de la cochera.
Después chirriaron tres veces más: al meter primera en Burgos, al doblar por Alicante, y al encarar el codito de Provincias Vascongadas que por fin los dejaba en Ruta 9.
Apenas los monos hubieron partido, mi hermana volvió corriendo de lo de su amiguita.

Si lo hubiera hecho unos segundos antes, el Torino en reversa le podría haber pasado por encima.

Unos días más tarde, los policías le avisaron a mi padre que habían encontrado el auto.
Fui con él hasta el lugar: las barrancas de Colonia Lola.
Un sitio que hoy todavía puede divisarse desde Circunvalación, con una casona estilo casco de estancia que corona desde lo alto un declive de matas y yuyos.
Mientras mi padre y yo nos acercábamos al Torino, la multitud de nenes y nenas que vivían en esa casona "okupada" interrumpían sus juegos para mirarnos.
En la luneta yo esperaba encontrar el bolso con la ropa que había traído del finde con mis abuelos: iluso de mí.
Lo que sí vi en lugar del bolso, fue el impacto de la bala que se le había escapado a uno de los monos.
Estaba entre el vidrio de la luneta y la chapa del baúl, justo contra el burlete de goma que los separa.

Exactamente detrás del lugar donde yo estaba sentado en el momento del hecho.

Estoy leyendo un libro en el que cada tanto, como una especie de leitmotiv, se repite el siguiente pasaje: "A lo largo de cierto tiempo –días, semanas, meses-, nos dedicamos a reconstruir las cosas que pasaron, y las cosas que tuvieron que pasar para que esas cosas pasaran, y las cosas que dejaron de pasar porque pasaron esas cosas".

Pienso, ya que estoy, en cosas.

              El cohete en el aire, el Torino marcha atrás, la bala repentina.

              El tiro del holandés Rensembrink en el minuto 90 de la final del 78, inalcanzable para Fillol.

              El virtual candidato a Presidente 2019, cabeceando al volante de un Volvo a más de 200 km/h por la Ruta 36, una tarde de septiembre de 2018.

              La pelota de tenis suspendida en lo alto, a punto de caer para un lado o para el otro, en la escena culminante de Match Point de Woody Allen.



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