Casacuberta baja los seis escalones

Víctor Ramés

El primer teatro cordobés fue inaugurado en 1838 por el pionero porteño (o sea nacional) del arte escénico Juan Aurelio Casacuberta. La Docta fue también el último eslabón argentino de su vida escénica, cuando el actor debió huir, al año siguiente, hacia su exilio definitivo en Chile. Una estremecedora obra teatral desplegaría, diez años más tarde, su trágico final.

La hora breve del brillo más alto

La vida de este artista de las tablas reúne páginas de comedia, drama, tragedia, y no solo arriba del escenario. Nacido en Buenos Aires en 1798, fue hijo del gracioso colonial José Casacuberta, de profesión bordador, soldado y actor. Del padre heredó la fascinación de atraer al público, pero también aprendió el oficio de la aguja, que le permitió mantenerse por años como sastre. El prestigio de actor de Juan Aurelio tomó vuelo a partir de una gira en 1829, en que partió a dar funciones en Montevideo, Río de Janeiro y Madrid. Al regresar, la estrella de la escena porteña se llamaba Trinidad Guevara, era uruguaya. Se vivían intensos sacudimientos políticos y batallas sangrientas entre federales y unitarios, al ascender Juan Manuel de Rosas. Las compañías teatrales porteñas se alternaban en los teatros Coliseo y de la Victoria, y Casacuberta no se limitaba a actuar, sino que se animó a adaptar y a dirigir obras. Durante un par de años Trinidad y Juan Aurelio se disputaron entre sí el público desde elencos y salas diferentes, pero en 1832 coincidieron en la misma compañía y formaron una brillante pareja escénica. Se dice que la montevideana, con sarcasmo, se refería a él como a un bailarín que no llegaba a comediante, pero juntos alcanzaron gran éxito.

El buen tiempo duró hasta el año 1838, cuando Francia le impuso un bloqueo al Río de la Plata, durante dos años. Esto, entre varias otras consecuencias, llevó a Buenos Aires casi a la ruina, con una marcada decadencia del presupuesto provincial, y con cierre incluso de escuelas públicas, hospitales infantiles y la universidad misma. La situación determinó una caída a plomo de la actividad teatral.

Casacuberta decidió aceptar una invitación a hacer temporada en la provincia de Córdoba, a donde partió junto a su esposa Manuela y sus hijos pequeños Juan Aurelio y Cristina (quienes también se dedicarían a la actuación), llevando consigo incluso a su madre.

Actor sobre fondo cordobés

A poco de hacer pie en la provincia de Córdoba, en junio de 1839, su madre murió y obligó a actor a cambiar de planes. Se dirigió a la capital cordobesa, apremiado por la situación económica. El episodio más importante –a los fines de la historia teatral local-, además de sus actuaciones en la ciudad, fue el papel que le cupo a Casacuberta en "dotar a Córdoba, definitivamente, de su primer coliseo", como dice el historiador Monseñor Pablo Cabrera, quien así detalla el hecho:

"El recién llegado notó desde el primer momento la falta de un coliseo, digno de la cultura de Córdoba y de la menta de que venía precedida la compañía teatral por él encabezada. Alma selecta, delicada y generosa, Casacuberta vióse constituido, -poco menos que automáticamente, por la fuerza misma de las circunstancias y la acogida favorable y el noble estímulo que le prestara un núcleo de caballeros de lo más representativo de Córdoba, (…) en gestor vigoroso, inteligente, eficaz, de los acontecimientos de índole cultural de que dáse cuenta en las subsiguientes piezas documentales" (Antecedentes de la representación teatral en Córdoba, Revista de la Universidad, Año 18, N° 12, Marzo-Abril 1931)

Se crearon las bases de una sociedad teatral formada por accionistas, destinada a construir un teatro, proyecto que se concretó en una propiedad perteneciente a D. Manuel de la Lastra que había sido sede del teatro de un tal O'Donell, arruinado por la decadencia y el tiempo sin siquiera haber alcanzado a abrir sus puertas. El primer coliseo cordobés que sí lo hizo, se llamó Teatro de la Comedia y se levantó en la primera cuadra de la calle central –hoy San Martín-. Casacuberta se comprometió a dar una función un domingo por mes, a beneficio de los accionistas de la sociedad. La compañía, que tenía la exclusividad de este teatro, debía reembolsar con sus funciones un total de mil pesos. Se cobraba por función "un real de entrada y otro por luneta, dos reales entrada y cazuela, y un peso los palcos, fuera de la entrada".

Dieciocho meses en el coliseo

En ese tablado desarrolló durante año y medio su actividad la compañía del primer actor argentino. Casacuberta no tenía simpatía por el gobierno de Juan Manuel de Rosas, aun cuando en ocasiones, en Buenos Aires, tuvo que dedicarle funciones a él y a doña Encarnación Ezcurra, por razones de conveniencia. En su pecho era claramente unitario. Cuando en octubre de 1840 se produjo en Córdoba el movimiento que logró desplazar provisoriamente al gobernador aliado de Rosas, Manuel López Quebracho, y asumió el mando en la provincia el Dr. José Francisco Álvarez, Casacuberta manifestó con fervor su apoyo. Sin embargo, se avecinaban malos tiempos para Córdoba y para la compañía.

Escribió al respecto Monseñor Pablo Cabrera: "fué una desgracia, una coincidencia fatal, que mientras el eminente cómico efectuaba su temporada de arte a la margen del Primero, hiciérase la noche en el país, la noche horrenda, sin penumbras, de la tiranía, razón por la cual la actuación de Casacuberta en Córdoba fué breve, como efímera y malograda fué también en ésta la administración político -unitaria del no menos infortunado doctor Álvarez, cuyo advenimiento había saludado aquél, desde las tablas, jubiloso, sin imaginarse de ningún modo que le seguiría en breve, a la par de tantos otros, camino del destierro."

Efraín Bischoff describió como sigue la circunstancia abrupta que puso punto final a la temporada de Casacuberta en esta ciudad: "En la noche del 29 de noviembre, el gobernador Álvarez y su ministro de guerra, coronel Martínez, estaban en el teatro aplaudiendo escenas de El barbero de Sevilla, cuando un ayudante informó que Lavalle había sido derrotado en los campos de Quebracho Herrado (San Justo) por las huestes del general Oribe, quien ahora se dirigía a la capital. Todo fue confusión y terror, y la desbandada fue inmediata. Nadie esperaba ser perdonado por Oribe cuando arribara. Unos trataron de escapar hacia el norte del país; otros, como Casacuberta, se dirigieron a Chile." (El alterado comienzo de 1841, La Voz del Interior, 18-9-2009)

El actor partió con el ejército del general Lamadrid, el cual había sufrido una derrota en la acción de Rodeo del Medio. Con el enemigo pisándoles los talones, el actor y sus compañeros de desgracia cruzaron penosamente la cordillera y fueron recibidos en Chile por Domingo Faustino Sarmiento. En palabras del sanjuanino, "Casacuberta fue anunciado en Santiago como el hijo predilecto del arte argentino." El actor, no obstante, se sabía un proscripto separado de su familia, que sufría de soledad y a veces de hambre. Sobreponiéndose a su ánimo logró entrar en la historia del teatro de Chile y también en el de Perú, aunque nunca pudo retornar a la Argentina.

Una obra es una mano con puñal

Aquí entra en el horizonte una pieza escénica moral romántica francesa de 1827, escrita por Victor Ducange, concebida no con vocación de entretener al público, sino de ejercer un efecto moral sobre la conciencia de la juventud, a fin de que ésta evitase los vicios y se desviase de la posible senda del crimen. Su título original era "Treinta años o La vida de un jugador", y en los países de habla hispana circulaba la versión publicada en 1832 en Madrid, que las compañías teatrales llevaron por muchas ciudades y que obtuvo gran recepción popular en los países hispanoamericanos, con el elocuente título: "Los seis grados del crimen y escalones del Cadalso, o sea Una lección terrible a la Juventud".

Victor Ducange había muerto en 1833 y la acción del drama siguió operando cuando él ya no estaba para satisfacerse del logro de su criatura. Había empleado para los fines melodramáticos la historia de Julián, un joven de 24 años a quien su padre al morir le ha dejado una grandiosa herencia. Julián se entrega a cada uno de los placeres y vicios que se le presentan, y va precipitándose en la mala vida, a través de estaciones descendentes, llegando al crimen, y al final a su ejecución en una plaza pública. Los actos de la obra eran: 1° La ociosidad. 2° El rapto. 3° El juego. 4° El robo. 5° El asesinato. 6° El Cadalso.

No hay noticias de que Casacuberta haya representado en Córdoba ese tremendo monólogo. Pero esta ciudad sí conoció la obra veinte años después, cuando la Compañía dramática Ravena visitó la capital y ofreció una función especial de Los seis grados del crimen. El diario El Porvenir transcribía el programa el jueves 6 de enero de 1859, explicando la significación de la pieza en palabras de la primera actriz de la compañía:

"Compañía Dramática Española - Funcion Estraordinaria
A beneficio de la primera actriz de carácter, Da. Angustias González de Rodenas.
Penetrada del más profundo reconocimiento por las muestras de aprecio y simpatías con que siempre me ha distinguido este ilustrado público, he procurado presentar en este día, como débil ofrenda a tantas bondades, una función digna por su carácter moral, de la cultura y religiosidad del Pueblo Cordobés. Si el Teatro tiene la misión de instruir deleitando, ningún drama llena más cumplidamente este precepto que el que figura en este programa. Uno de los primeros legisladores de América, prescribió que este drama se representara una vez cada mes, para que sirviera de ejemplo y constante lección a los pueblos y a la juventud en particular."

Morir abrazado al personaje

Tras esa puntada referida específicamente a Córdoba, retomamos la relación entre Juan Aurelio Casacuberta y "Los seis grados del crimen". La pieza demandaba un compromiso escénico muy exigente al quien fuera el actor que representaba a Julián, empecinado en su sed de mal, que solo hallará límite por mano de la justicia. El primer actor argentino, si bien fue siempre bien recibido en Chile y en el Perú, había comprendido en carne propia que circunstancias ajenas a su oficio, a merced del oleaje político de proyección internacional, había tronchado lo mejor de su carrera y la consagración alcanzada en Buenos Aires. Sus fuerzas decayeron, y una obra como particularmente "Los seis grados" le significaba un esfuerzo que ya no podía disfrutar en escena. Sin embargo, el peso mismo de la pieza estimulaba la insistencia del público. El 23 de septiembre de 1849, en el Teatro de la Universidad de Chile, Casacuberta decide brindar a sus seguidores la obra de Ducange, advirtiendo que con esa función se despediría para siempre del monólogo tantas veces interpretado.

Lo que ocurrió en la escena aquella noche superó sin duda lo que esperaba el público, y la misma promesa de Casacuberta, ya que el esfuerzo emocional resultó excesivo y, al finalizar la obra, el actor se desplomó en el camerino, víctima de un infarto. Contaba 51 años.

En el Discurso Fúnebre dedicado al gran actor por Domingo Faustino Sarmiento, quien se hallaba exiliado en Chile y ejercía el periodismo, afirmaba el sanjuanino que el programa de aquella función de Los seis grados del crimen, traía impresas las siguientes palabras de Casacuberta: "Han sido tantas y tan reiteradas las instancias que he recibido para que pusiese esta obra en escena, que al fin me he resuelto a hacerlo por última vez, venciendo las resistencias que siempre he opuesto, por la descomposición física que he sufrido cuando la he dado, en la situación horrible del protagonista en el último cuadro, cuando escapado del carro fatal, trata de sustraerse al cadalso".

Sarmiento expresaba a continuación:

"Los Seis grados del Crimen, de Víctor Ducange, han producido arrepentimientos y conversiones de jóvenes extraviados, según lo han registrado muchas veces los diarios; pero hasta el martes pasado, no había ocurrido que matasen al pobre actor encargado de hacerlos producir su efecto moral sobre el público; y que el protagonista que se escapa del fatal carro no se escape realmente de la muerte que, detrás de bastidores, lo está esperando que concluya para llevárselo.
¡Cuántas vibraciones han debido dar aquellos nervios para extinguir la vida, como con las convulsiones causadas por el honghong, ruido con que los chinos matan a los criminales! ¡Cuán artística ha debido ser aquella organización para sentir las congojas y los pavores de una muerte afrentosa, hasta morir víctima de sus emociones! ¡Ah! ¡Debemos decirlo, una platea casi desierta de un teatro americano, no era arena para tanta gloria! París solo se hubiera creído a la altura del sacrificio."

En Córdoba, en 1859, próxima la representación de la obra de Ducange, la Compañía dramática Ravena ponía el siguiente anuncio en el diario El Imparcial:

"Los seis grados del crimen
Hoy se representa este magnífico drama, que fue de tan funesto resultado la última representación que de él hizo el célebre Juan Casacuberta, de quien era el caballo de batalla.
Creemos que todos saben que este célebre artista Argentino, cediendo a las muchas instancias del público cuando estaba en Santiago de Chile, y contra sus mismos deseos, pues que estaba algo enfermo, representó por última vez ante una inmensa y selecta concurrencia este drama, en medio de una lluvia de aplausos; y que caído el telón en el último acto el público pedía a grandes voces que se presentase el desgraciado Casacuberta, ignorando que éste, con la conclusión de la representación de Los seis grados del crimen, había concluido también el drama de su vida.
Esto solo debe ser un motivo suficiente para los que puedan asistan al teatro a conocer el drama que dio fin a la vida del primer actor argentino.
¡Al teatro esta noche! ¡al teatro!!"



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