Avenida Circunvalación

-Selfi Urbana-

-Hable que la escucho

-Quiero decirle que si usted no conoce mi casa ni el lugar dónde vivo, usted no conoce nada de mí ni de mi vida. Y como somos miles los que nacimos y vivimos allá, hay miles de vidas sobre las que usted no sabe nada hasta que usted no salga de atrás de esa corbata.

Yo no sé cómo será la vida en su barrio, pero a orillas de la Circunvalación, lo legal no siempre es bueno para las personas. Allí el futuro depende si nace hombre o si nace mujer, porque si nace homosexual al final terminará haciendo lo que quiera ni bien pueda.

Si nace mujer, la única manera que tendrá para sobrevivir será si tiene buen cuerpo, si se hace puta, o enganchando un tipo con efectivo siempre y cuando el candidato no sea del lugar porque allí todos nos conocemos de memoria.

Y si nace hombre, antes que aprender a leer y a escribir, mejor que aprenda a correr porque el que no sabe correr muere jovencito. Por eso de la Circunvalación para allá lo primero que un niño aprende es reaccionar, recién después aprende a pensar, y muchos no aprenden nunca.

No importa cuánto esfuerzo uno haga, tarde o temprano la injusticia lo alcanza.

A reaccionar es lo primero que debe aprender un niño. El gordo y yo, desde chiquito, le hablamos claro al negrito:

- No se meta eso en la boca, mijo.

- Ojo con esto otro, mijo.

- Guarda con aquello, mijito.

- Tuto con eso papá, que eso quema.

- Cállese mijito.

- Mírele las manos al tipo, mijo: nunca las pierda de vista.

- ¡Corra mijo, corra rápido!

- ¡Agáchese mijo!

- ¡Salga de ahí, carajo!

- ¡Tenga cuidado con los ojos claros de mujer, no siempre son tan transparentes como parecen!

- No le crea a esa yegua, mijo; es una perra.

- No sea pavo, mijo: no la deje salir con ese escote.

- Y si lo guampéa, hágala cagar mijo, bájele los dientes.

- Y si en lugar de varón usted fuera mujer, apenas la mire mal denúncielo a ese juna y gran puta.

- ¿Me entendió papá?

Eso y muchas otras cosas le enseñamos al negro antes que a decir ajó.

Porque si una persona aprende a reaccionar, créame que puede salvar el pellejo. Pero si sólo aprende a pensar o a estudiar, no le servirá de mucho porque en mi barrio lo único que salva es moverse rápido y lo que mata es quedarse quieto como un blanco fijo, o como un negrito usté.

Y en todo caso si lo único que una persona sabe hacer es estudiar y pensar, mejor que piense rápido, en menos tiempo del que tarda en llegar una bala desde que sale de la boca del cañón hasta su cabeza. La reacción en cambio es un acto reflejo, veloz como un rayo, es el instinto animal que tiene todo ser humano. De la Circunvalación para allá, lejos de la justicia y el dinero, donde las ratas son gordas y los niños flacos, donde se nace sospechado de todo aunque no sea culpable de nada, si en vez de reaccionar alguien se pone a pensar, terminará mal el día.

¿Usted sabía que por allá los perros tienen pulgas pero no tienen dueño, y los niños tienen piojos pero no tienen padres?

Los perros parecen mansos y los niños parecen niños. Pero ni tan mansos son los perros ni tan niños son los niños. Los dos andan siempre con hambre, y con rabia. Por un hueso los perros son capaces de mover la cola, pero a los niños no hay con qué hacerlos felices porque ya nacen con la inocencia muerta y la niñez despellejada, y eso se nota cuando miran. O cuando tiran del gatillo. Viven con el agua al cuello, y la única esperanza de flotar en esa mierda es aferrándose a un arma, como si fuera un tronco en el agua.

A orillas de la Avenida Circunvalación sabemos bien que el que más tiene es el que más teme, por eso los que más tienen inventan leyes o buscan un puesto en el gobierno para que los protejan y aunque sean culpables no los guarden. Nosotros lo único que podemos soñar es con ser policías. Entonces con un arma y un uniforme ya es otra cosa, uno se hace respetar.

Los muchachos de otros barrios, en especial los ricos del alto que cruzan la Circunvalación y pagan por sexo, se burlaban de la negra Encarnación Fallida. Hasta que sin decir una sola palabra la negra se quitaba la blusa y les mostraba las tetas. Ahí se terminaba la chacota. Quedaban muditos los cosos. En un santiamén, de amigotes risueños y burlones pasaban a ser hombres lobos, solitarios, hambrientos, alzados y excitados, mostrándose los colmillos entre ellos para saber quién se la llevaba primero. En el fondo era una manera de conquistarla. Pobres infelices los hombres, no saben que las mujeres jamás nos desnudamos del todo, aunque ellos nos vean desnudas. Nosotras siempre escondemos. Estamos llenas de secretos porque es condición de mujer tener secretos.

Por eso la otra negra, la Mustia Flores, disfrutaba haber nacido mujer para poner débiles, babosos, y en estado de estupidez a los hombres, después los bolsiqueaba.

Desde que nació aprendió que su cuerpo era su poder. Un arma que le había dado Dios para defenderse en este mundo de mierda donde para las campañas políticas pasan los candidatos haciéndose los buenitos, regalando cosas como si fueran los reyes magos y después, si ganan, no le dan a una un tronco de pelota, al contrario. Así son las cosas de la Circunvalación para allá, donde los hombres se matan entre ellos y las mujeres se sacan los ojos para que un tipo muera por ellas. Por eso para una mujer es tan importante el cuerpo, el lomo. Con buen lomo una se hace respetar. Y en cien cuadras a la redonda, no hay hombre que a una no la desee ni mujer que no quiera sacarle los ojos. Y cuando pasa eso, una consigue ser alguien en la vida, tener un lugar en la tribu.

Ese cobani que está allá, me trata de negra de mierda porque tiene uniforme y un arma en la cintura. Yo en cambio, que no tengo nada, lo trato a él de mierda porque es mierda pura. Se cree más que yo. Se siente superior a mí. Y sin uniforme ni arma no es nada. Pero sabe qué, señor juez: aunque yo no elegí ser lo que soy, tampoco lo niego. En cambio él sí eligió ser cana para ser algo. Lo mismo pasa con los punteros políticos. Y no está mal que sea así. Lo que usted debe saber, su señoría, es que la Circunvalación no es una avenida sino una frontera.

Y el muro no se ve, pero está.


AGD

En la Córdoba de la Nueva Andalucía



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