Ana Robles: Seré mismita como he de ser

Riojana adoptada por Córdoba, Ana Robles ocupa un sitial de referencia en el universo musical contemporáneo argentino. Raíces en el folklore, con búsquedas profundas en el jazz y la música clásica, es poseedora de un estilo particular, original. Nos acercamos a dialogar con ella y trazar un breve esbozo de sus pilares, incentivos y proyecciones.

Jackie Bini

ph @natydiazfotos
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Contános cómo fueron tus inicios musicales, vocación, formación, incorporación al trabajo profesional frente al público

Soy compositora, pianista y cantante. Soy de La Rioja, estoy viviendo en Alta Gracia, en Córdoba. Comencé con la música muy chiquita en mi casa. Mi papá tocaba la guitarra y mi mamá cantaba y también tocaba el piano. Mi papá y yo la mirábamos tocar y veía qué hacía y después se lo copiaba. Debo haber tenido unos cuatro años cuando empecé ya a sacar canciones con un dedito índice. Y él se sentaba y nos enseñaba canciones a mi hermana más grande y a mí cuando éramos chiquitas, nos hacía cantar con la guitarra. Al poco tiempo ya empecé a sacar canciones con las dos manos y entonces me empezaron a mandar a maestras particulares que enseñaban con un método del conservatorio Fracassi, y ahí aprendí a leer música y tocar piezas clásicas, básicamente. Todo el programa de piezas clásicas para piano. Luego, con el tiempo, empecé a tocar la guitarra también. Había acompañado a mi papá cuando él punteaba en la guitarra. Me fui formando en otra escuela de arte, que es el Polivalente de Arte de la Rioja. Ahí me recibí de maestra de piano y de percusión. A esa altura ya estaba tocando en vivo. Tenía ahí unos grupos instrumentales donde tocaba, donde había empezado incluso a hacer los primeros arreglos. Me estaba interesando mucho el tema del jazz, de la música brasileña, como otros tipos de música que no eran los de los inicios, ¿no? Así que, bueno, con el tiempo fui buscando ya dónde estudiar, básicamente dónde estudiar jazz, dónde estudiar composición, improvisación. Y terminé estudiando en la EMBA, que es la Escuela de Música de Buenos Aires. Ahí estudié la carrera, una tecnicatura de músico profesional, y también la carrera de producción musical, que es más la parte técnica, grabación, mezcla, sonido en vivo. Y fue una experiencia muy linda la de vivir en Buenos Aires, porque, bueno, había otro acceso, ¿no?, a ver otros conciertos, otros shows. Recuerdo la primera vez que vi una orquesta sinfónica, fue en el Colón, con la Filarmónica de Francia, que vino a tocar nada menos que la Consagración de la primavera. Quizás para alguien que viene de La Rioja, de un lugar pequeño, una ciudad pequeña, y con pocas posibilidades de viajar y de ver cosas tan impresionantes, para mí eso fue algo muy, muy importante. El darme cuenta que había un mundo tan grande allá afuera, y no solo para ver por televisión, sino para viajarlo, para descubrirlo, para conocer gente, para disfrutarlo. Prácticamente hasta los 30 años estuve viajando y viviendo en otros lados, y trabajando como pianista, grabando mis discos. Fue algo que siempre quise hacer, y la música fue como un medio, ¿no?, para poder viajar, salir a aprender, y de alguna forma llenar toda esa curiosidad que sentía por el mundo, por cómo eran las cosas.

ph @dascainofoto
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Dentro de esos inicios, cómo fue adentrarte en la profesión siendo mujer. ¿Una mujer tiene que pelear más su espacio que los varones? ¿Qué experiencias tuviste al respecto y qué viste en relación a otras músicas mujeres en ese camino?

Creo que en los inicios no nos relacionaba mucho, no veía, no entendía, no me preguntaba incluso muchas cosas que ahora sí puedo ver, como por ejemplo que la mayoría de mi educación formal como música, como pianista, todas las educadoras han sido mujeres, en su gran mayoría han sido mujeres, siempre estaba la maestro de piano, la maestra de lenguaje musical, la maestra, la directora de coro, recién en instancias superiores, ya estoy hablando cuarto o quinto año del secundario, empecé a tener profesores varones y que daban incluso materias un poco más especializadas. Otra cosa que también noté más de grande con respecto al general de la educación musical es que muy pocas veces veíamos a esas maestras tocar, pero sí a los varones, prácticamente todos los docentes que yo he visto varones tocaban en vivo, o habían tocado en vivo, o tenían sus proyectos artísticos además de docentes. También que no abordábamos obras de mujeres, no había, era muy raro encontrar, muy raro, yo no me acuerdo en realidad de una sola obra que haya estudiado, que haya aprendido, o que me haya fijado que fuera escrita, compuesta por una mujer. Siempre eran obras de varones desde el ámbito clásico y desde el ámbito popular también, y en muchos géneros, no solamente hablo del folclore o música brasileña, en general eran casi todas composiciones de varones, y lo cual más de grande me hace pensar que son todos pequeños símbolos, pequeños grandes símbolos de esa invisibilización de la mujer en la música, como en tantos otros aspectos también. Pero no hablo de la mujer en la música como intérprete o como educadora, porque esos han sido roles siempre aceptados, más como en mi caso, líder de banda, dirección, arreglos y producción, ese lugar que muchas veces he tenido. Casi siempre que estaba en una banda era mi música, eran mis arreglos, las pocas veces que trabajé como sesionista, estaba ya la música escrita, era como otro tipo de trabajo, pero mi proyecto era siempre dirigiendo. Me transformaba más como en una mamá, creo que era el rol del líder que entendía, que conocí, que era aceptado, era como una especie al principio de madre, de llevar y traer a los músicos, incluso hasta darles la merienda, pero bueno estamos hablando de por ahí edades en las que una piensa que puede cuidar de todo el mundo y que ese es el rol, creo que más de grande y también contactando con otro tipo de músicos y a otro nivel también, pude entender que el músico o la música que viniera tenía que venir solo y más allá de podernos dar una mano, no tenía yo que andar haciendo de madre, de recordarle que el ensayo era tal día y llevarle la partitura y sentarlo y darle el atril y enchufar el cable, como que ese lugar de cuidado era el lugar en el que yo me paraba para dirigir o liderar. Eso ha sido todo un aprendizaje, el poder correrme de ese lugar, aprender que las cosas pueden ser distintas porque de hecho cuando yo he estado en situaciones como sesionista de tocar para otros proyectos artísticos, uno no está esperando que te lleven ni traigan ni que te den de comer ni que nada, vos tenés que ir y tocar. Así que bueno, eso es por ahí algunas de mis observaciones y otra observación es quizás la carrera técnica, de audio, de mezcla y grabación. En un principio era la única mujer en toda la carrera hasta que se fueron incorporando más chicas también, creo que son los fierros, el tema tecnológico o del trabajo como manual de armar un escenario o de hacer sonido siempre siempre he estado manejado por hombres, muy pocas veces se han visto mujeres haciéndolo.

ph @maicena.quinteros
ph @maicena.quinteros

Acercándonos al taller de trabajo de una compositora e intérprete, ¿cómo encarás la tarea, qué te inspira en lo musical y en lo poético para concebir tus canciones?

En un principio, a la hora de trabajar suele haber varias temáticas que tengo ahí dando vueltas. Algo que me gusta hacer mucho es trabajar sobre algunas sensaciones que no necesariamente uno puede describir. Es difícil describir porque es como una especie de déjà vu, ¿no? ¿Cómo haces para describir esa sensación de déjà vu? Entonces, la manera en que me gusta hablar de este tipo de cosas que nos pasan a los seres humanos -los miedos, las alegrías, algunas cosas guardadas que necesitan salir y los ruidos mentales, que tenemos tantas veces- es crear historias alrededor de esa sensación. Creo que contando la historia, hablando del personaje, situándose en un lugar, porque a veces uno se sitúa, toma cierta distancia según la persona que elige. Si elige hablar en primera persona es como una confesión. En segunda persona es como que te vas alejando y así hasta la tercera persona. También a veces me gusta pensar en el lugar. Hay una canción que hice, que está en mi segundo disco que se llama Cerro, que la compuse cuando estaba por mudarme a Córdoba, y fui y vine varias veces de La Rioja, entonces esa idea de que me estoy yendo otra vez y sin embargo sentir que no, que me llevo todo de ahí, adentro. Entonces esta canción la compuse, la organicé, organicé la forma de cantarla, de decirla, de escribirla, pensándome a mí desde abajo, mirando al cerro. En una segunda estrofa pensé en el cerro mirando, desde arriba para abajo, como nos ve. Y en esa tercera estrofa pensé en ya cómo es el cerro cuando uno ya se ha ido, ya se ha alejado, y cómo queda ese ADN. Creo que hay algo que compartimos todos los riojanos, las personas que tenemos esa presencia tan fuerte como puede ser el mar en otros lugares. Para nosotros es ese cerro, porque es tan imponente y se mueve con nosotros, se mueve a ese ritmo, nosotros nos movemos a ese ritmo. Creo que es una imagen interna que se traduce en sonidos, en formas de hablar, en ritmos incluso del mismo cuerpo, de la forma de caminar que es común a todos los que hemos vivido alrededor del cerro. Así que bueno, de esa manera por ahí organizo las ideas y la música quizás la pienso teniendo en cuenta mis posibilidades. Mi voz tiene un registro que yo conozco, sé qué voz, qué nota puedo cantar, la nota más grave que puedo cantar. Entonces comencé esta canción cantando desde lo más grave que puedo cantar y la canción va escalando, la melodía va escalando en notas hacia lo agudo hasta la última nota que puedo cantar y es una forma como de hacer, de llegar a la cima del cerro, como un ascenso. Por ahí son ideas que me gusta usarlas, que quizás tengan ese sentido como espacial, ¿no? Y que van acompañando lo que dice también la letra. Así que bueno, por ahí pensando en esta artesanía o ingeniería de armar una canción, por ese lado es por donde yo me manejo.

Ana Robles grabó y produjo sus tres discos, "Los duendes del agua"; en 2005, "Pedacitos de sol"; en 2014 y "Sabe el viento" en 2019 y un EP en vivo, que lanzó en 2020 llamado "Luz Será".

Ganadora del Concurso Ibermúsicas de la Canción Popular 2016 y Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes 2019.

En 2020 resultó ganadora del Concurso Iberoamericano a la canción por los 100 años de Chabuca Granda, con su canción "Cielo y Serenata". Recibió el reconocimiento legislativo por su trayectoria artística de la Legislatura de la provincia de La Rioja. En Córdoba, recibió la declaración de interés legislativo por su galardón a la canción a Chabuca Granda.

En noviembre de 2021 se presentó en el Teatro San Martín de Córdoba con la Orquesta Sinfónica de la Provincia, bajo la dirección del Maestro Santiago Ruiz.

En 2022 su canción "Malamba" fue dos veces galardonada, recibiendo el premio "Agite Musical" en el marco del 8M del Centro Cultural Kirchner y "Canciones por una Argentina sin Violencias" del Ministerio de Las Mujeres y el Género. 

Presentó su colección "Songbook" de libros digitales y es directora de la Residencia Visionarias, de formación para mujeres músicas.


Escuchá los audios de la entrevista y sus canciones



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